Declarada Patrimonio Mundial por la Unesco, la ciudad de Mérida es un testimonio vivo del esplendor del Imperio Romano en la Península Ibérica. Conocida por sus fundadores como Emérita Augusta, esta capital extremeña no sólo conserva un conjunto arqueológico impresionante, sino que ha sabido integrar su glorioso pasado con la vibrante vida de una ciudad moderna.

El legado romano es el alma de Mérida, y cada paso por sus calles es un encuentro con la historia. El Teatro Romano (foto arriba), una joya arquitectónica del año 15 a.C., y el Anfiteatro (foto abajo), del siglo I d.C., son los puntos culminantes de cualquier visita. Se accede a ellos por calzadas originales que han resistido miles de años, transportando al visitante directamente a la época imperial. En el Anfiteatro, con capacidad para unas 15.000 personas, aún se puede observar el foso donde gladiadores y animales esperaban su salida a la arena, así como las pequeñas escaleras por las que emergían las bestias.

La asombrosa conservación de estas estructuras, que estuvieron sepultadas bajo ocho metros de tierra durante siglos, permitió que al ser excavadas se encontraran restos, incluso intactas las columnas de mármol del escenario. El recinto teatral no es sólo un museo al aire libre; cobra vida cada verano con el célebre Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, que atrae a miles de espectadores y artistas de renombre, demostrando que el arte clásico sigue siendo tan relevante como hace dos milenios. A la salida del recinto, los restos de los baños romanos, una hilera de piedra con agujeros redondos, ofrece una curiosa perspectiva sobre la intimidad de la época.

El recorrido por la Mérida romana se completa con el imponente Circo Romano, donde se celebraban las emocionantes carreras de cuadrigas, y el majestuoso Templo de Diana (foto apertura), que se alza en pleno centro de la ciudad perfectamente integrado en el entramado urbano actual. El Acueducto de los Milagros, con sus arcos que desafían el tiempo, es otra muestra de la ingeniería romana, mientras que la Casa del Anfiteatro (foto abajo) revela los restos muy bien conservados de una mansión romana, desde su sistema de baño de vapor hasta sus pisos de mosaicos que indican el uso que tuvo cada habitación.

Mérida también guarda importantes vestigios de su período medieval. La Alcazaba, una fortaleza mora junto al río Guadiana, es un testimonio de la dominación islámica. En su interior, un aljibe que recogía agua de lluvia (crucial en el clima seco de Extremadura) y el puente romano que cruza el río, ofrecen una panorámica de la convivencia de culturas. De la muralla medieval, construida entre los siglos XI y XIII, se conservan la Torre Albana y la Cripta de Santa Eulalia, cuyo Centro de Interpretación permite explorar el sitio donde se depositaron los restos de la mártir, bajo una iglesia del siglo IX reconstruida en el XIII. Es realmente asombroso cómo todas estas capas de historia conviven en el mismo espacio urbano.

Mérida en el Siglo XXI: cultura, gastronomía y atractiva vida urbana
Hoy, Mérida no es sólo un museo al aire libre; es una capital de provincia viva y dinámica, que ha sabido fusionar su glorioso pasado con las necesidades y el ritmo de la vida contemporáneos. Más allá del Festival de Teatro Clásico, la ciudad acoge numerosos eventos culturales, exposiciones y conciertos durante todo el año. El Museo Nacional de Arte Romano (MNAR), diseñado por Rafael Moneo, es una visita obligada que complementa el recorrido arqueológico, albergando una de las colecciones más importantes de arte romano de España. La ciudad también cuenta con una activa vida universitaria que le aporta un ambiente joven y dinámico.
La cocina de Mérida es un reflejo de la rica tradición extremeña. Los productos ibéricos son protagonistas indiscutibles en una amplia variedad de restaurantes, desde tabernas tradicionales que sirven tapas auténticas hasta propuestas más modernas que reinterpretan la cocina local. Los mercados de abasto son ideales para probar productos frescos y de cercanía.

Como capital de Extremadura, funciona como un centro administrativo y de servicios. Sus zonas comerciales, parques y espacios verdes ofrecen un ambiente agradable para residentes y visitantes. La ciudad es también un importante nudo de comunicaciones, lo que la hace fácilmente accesible desde otras partes de España y Portugal, consolidando su papel como puerta de entrada a la región.

En la visita, el punto de alojamiento fue el céntrico Parador de Mérida, uno de los primeros de la Red, creado en lo que fue el antiguo pretorio romano, de las ruinas del templo dedicado a la Concordia de Augusto. Está instalado en un convento barroco del siglo XVIII fundado por la orden hospitalaria de los monjes franciscanos. Ubicado en el corazón de la ciudad, sus instalaciones incluyen piscina exterior, gimnasio, sauna y solárium, que se funden con espacios históricos como el claustro de columnas romanas o el salón principal, una antigua capilla que hoy se usa para eventos.
El almuerzo aquí estuvo compuesto por delicias locales: plato de alcauciles con crema de jamón ibérico y salmón bien preparado, que predisponía para seguir caminando y descubriendo la ciudad. Es que su restaurante se lo considera un destacado exponente de la gastronomía extremeña tradicional, con influencias romanas y árabes. Su oferta se basa en la calidad de los productos de la envidiable despensa pacense como el jamón de bellota D.O. Dehesa de Extremadura, el cordero IGP Corderex, la ternera retinta o la carne de cerdo ibérico 100 % raza autóctona, sin olvidar los platos regionales más emblemáticos. Complemento al restaurante tradicional, La Alacena del Foro es un espacio gastronómico con entidad propia y carta más informal que se ocupara de los productos más representativos de las diferentes comarcas pacenses.

La cena fue en La Tahona, un tradicional restaurante español al que acuden muchas familias y grupos de amigos, casi una taberna donde la atención es descontracturada y cuesta encontrar una mesa libre. Salmorejo con bastones de berenjenas fritas (foto arriba) y una cotizada Pluma ibérica.
Mérida es, en definitiva, una ciudad que honra su pasado mientras mira hacia el futuro. Un destino que no solo permite admirar impresionantes monumentos, sino que invita a vivir la historia en un entorno vibrante y contemporáneo, donde cada rincón cuenta una historia milenaria que sigue evolucionando.





























Comentarios