Los tours en Medellín son de todos los colores y formas, pues así de amplia es la oferta de esta populosa ciudad. Junto al Centro de Turismo Inteligente, ubicado en el precioso Parques del Río Medellín, se brinda información para el visitante. Está en un pulmón verde que está rodeado de edificios de oficinas y restaurantes, y que conecta las partes oriental y occidental de la ciudad. Desde aquí parten las excursiones de Andrés y Mateo que son muy originales. El primero provee de bicicletas eléctricas y el otro, sillas de ruedas motorizadas, pensando en andar por las bicisendas y conocer la ciudad con la motivación de crear conciencia sobre la inclusión. Juntos o separados, llevan a recorrer varios barrios céntricos, pasan por la original Plaza de las Luces (símbolo del paso de la oscuridad a la luz por haber sido un sitio muy inseguro) y llegan hasta el Perpetuo Socorro, un distrito creativo a 10 minutos del centro donde casi no hay edificios y existe el flamante centro multidisciplinario Bodega Comfama. Va camino a convertirse en la zona top de la ciudad.
Cerca se encuentra Distrito Cafetero, el lugar ideal para comer algo y hacer una cata dirigida para descubrir detalles inesperados en el café colombiano. Hasta allí llegamos en nuestras dos ruedas y tengo que reconocer que todo el recorrido es muy adrenalínico pues se atraviesa el nutrido tránsito del centro y eso hace que se disfrute más esta recomendable experiencia. Después se puede volver a los sitios que dieron más curiosidad para caminarlos y verlos con más detenimiento que en los paseos de Turibike y NattMatt. Precios: 150.000 pesos colombianos en bike y 160.000 en silla de ruedas, ambos tours de cuatro horas.
Justamente la conectividad de la ciudad es todo un tema pues, al ser tan populosa, hay tanto túneles que atraviesan la montaña para ganar tiempo en el traslado, autopistas y muchas avenidas. Un elemento importante es el sistema de metro (sobre la superficie) que une los barrios con el centro y también con el cablecarril, que llega hasta los poblados más altos. Las estaciones, enormes, están impolutas y llegaron para acortar los tiempos desde las laderas. Medellín es la primera ciudad que usó el cable carril como transporte público y tienen seis. Por uno de ellos pasan semanalmente 40.000 personas y en todo el sistema 1 millón al día. ¡Impresionante! Funcionan todo el tiempo salvo cuando hay tormenta eléctrica y cinco días por año se detienen para efectuarles mantenimiento. La línea más turística es el Metrocable Picacho, la más nueva: lleva a un mirador contiguo a la Estación Manuel Mejía que brinda una vista panorámica de la ciudad. Cuando nosotros fuimos había estado lloviendo (el guía dijo que el clima de Medellín “es bipolar”) y cuando llegamos al mirador, en el horizonte apareció un hermoso arco iris.
Botero y el pueblito
El hijo dilecto de Medellín es Fernando Botero, el artista plástico que impone su sello característico en pinturas y esculturas enormes: cuerpos rubicundos, ojos pequeños y sensación general de simpatía. Frente al Museo de Antioquía, en la plaza que lleva su nombre, hay 23 esculturas del artista que ya tiene 90 años. Y además en el museo (previo pago de 18.000 pesos colombianos) se visitan dos pisos de exhibición de sus obras. Ojo, está prohibido sacar fotos. Hay otra planta dedicada a objetos y pintura moderna y enfrente, con entrada gratuita, está el Palacio de la Cultura Rafael Uribe, que también vale la pena visitar y cuya terraza brinda otras hermosas vistas de esta populosa urbe.
Alejado del centro se encuentra Pueblito Paisa, la muy visitada réplica de lo que fuera un típico emplazamiento antioqueño. Es uno de los sitios más visitados (doy fe, estaba lleno!) y combina tres elementos: la tradición provinciana en las artesanías que venden, oferta de gastronomía típica y arquitectura colonial. Aquí suman otro mirador hacia la ciudad y un pequeño museo.
La gastronomía de la zona es rica en pescado, frutas y carne de cerdo. La bandeja paisa es lo más típico y consta de porotos en guiso, arroz blanco, chicharrón, carne en hebras, chorizo, huevo frito, plátano maduro, palta y arepa. Los mejores sitios para probarla son Hato Viejo y Sancho Paisa, dos reductos típicos de la cultura antioqueña que sentó las bases de Medellín. En el lado opuesto aparecen propuestas muy modernas como la de Lavocadería, dedicada en exclusividad a la palta. Aquí la hamburguesa viene entre dos trozos de esta verde fruta en lugar de pan. También son las arepas son un acompañamiento en todas las comidas, hechas de harinas de maíz o de trigo, y los patacones de plátano aplastado y frito. No faltan en ninguna mesa.
Pero lo mejor de la ciudad es su gente: siempre bien dispuestos, con una sonrisa, comunicativos y cálidos. Y dispuestos a disfrutar y compartir. Sin dudas, fueron los que hicieron que el viaje valiera la pena.
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