Tuesday 30 de April de 2024
TURISMO | 03-10-2023 07:00

3 parques cuyanos para visitar en cualquier momento del año (segunda parte): Valle de la Luna

Dos nacionales y uno provincial resaltan en esta región de nuestro país. San Luis, San Juan y La Rioja a través de un circuito que ofrece paisajes asombrosos. En esta nota la visita al inigualable Ischigualasto.
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La Sierra de las Quijadas, el Valle de la Luna y el Cañón de Talampaya invitan a recorrer sus antiquísimos escenarios, tal como se presentaban hace millones de años. Paisajes asombrosos, vestigios de animales prehistóricos y esculturas de piedra, arcilla y tierras rojizas talladas desde épocas remotas. Un circuito que une tres provincias cuyanas donde la historia y la naturaleza conviven desde épocas ancestrales. Luego de visitar Sierra de las Quijadas, salimos de nuevo a la ruta (215 km) en dirección a la ciudad de San Juan (segunda base del recorrido). Al día siguiente, enfilamos hacia nuestro próximo destino: el Valle de la Luna.

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En la entrada al parque adquirimos los tickets y nos dieron información del periplo. Se realiza en vehículo propio por lo que nos ubicamos detrás del último de la fila. Las partidas se llevan a cabo cada 60 minutos y todo el circuito dura unas tres horas. Una decena de rodados compone la caravana y el guía sube en el primero de ellos. Durante el trayecto hay cinco paradas que permiten encarar cortas caminatas por las pasarelas ubicadas en cada lugar, para llegar hasta las esculturas en rocas moldeadas por el agua y el viento a lo largo de miles de años. 
Arranca el itinerario y el camino zigzaguea entre pequeñas dunas grisáceas y vegetación achaparrada. En breve llegamos al Balcón del Valle Pintado, primer alto en la travesía. Desde un estratégico mirador observamos lomadas redondeadas en el suelo arcilloso y arenoso. “Es el mismo paisaje –comenta Omar, nuestro guía– que inspiró en la década del ‘60 al periodista Rogelio Díaz Costa para bautizar al parque como el Valle de la Luna por su asombroso parecido al suelo lunar. Las que hoy son lomas, afirma Omar, no siempre lo fueron, ya que durante el Triásico Superior los grandes ríos de aquel entonces conquistaron este valle para depositar finalmente estos sedimentos varicolores que percibimos actualmente”.
Ubicados los vehículos uno detrás del otro, la marcha continúa hacia otras geoformas. Llegamos a la Cancha de Bochas y en una caminata de unos 300 metros vimos primero La Esfinge (figura de un gato reposando) y luego un increíble campo cubierto por grandes esferas de areniscas convertidas en piedra, que la erosión fue dejando al descubierto. “Estamos en el corazón de la formación Ischigualasto –señala Omar– y bien se puede entender su vida a través de esta vasta superficie. Las gruesas y claras arenas que coronan las partes más elevadas del paisaje, son evidencias dejadas por caudalosos ríos que atravesaban estas llanuras hace 230 millones de años; en cambio, los niveles más oscuros representan las planicies que se desarrollaron a las márgenes de esos ríos y en donde vivieron los antiguos habitantes del lugar”. Cuesta entender el hecho de tener a mano tantísimos y remotos años. Todo allí, esparcido en inmortales testimonios paleontológicos.

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Minutos después, el trazado continúa hacia el impactante Submarino, una de las figuras más características del parque. “El formato nos recuerda más al Titanic, aunque hace poco tiempo atrás se cayó una de las chimeneas…”, exclaman algunos visitantes que ya han venido en otras oportunidades. La imaginación da rienda suelta a cada paso. En este sitio, tras una corta caminata por una pasarela levemente ascendente, pudimos disfrutar de este coloso desde diferentes perspectivas y, a sus espaldas, una visión espectacular de toda La Hoyada, espléndida vista del parque. “Esta amplitud de rocas pertenece a la formación Los Rastros, un poco más allá tenemos el valle de Ischigualasto; y en el fondo, los paredones rojizos cortados a pique de Los Colorados”, detalla nuestro guía ante tan impresionante panorámica.
De nuevo en camino, vamos hacia la próxima parada: el Museo de Sitio William Sill, montado en el medio del predio. Allí pudimos observar fósiles reales de dinosaurios y ver in situ cómo se trabaja para desenterrarlos cuidadosamente luego del hallazgo. William Sill, quien fuera un destacado paleontólogo e investigador, fue el artífice a través de sus publicaciones científicas de que sea reconocido Ischigualasto en todo el mundo y el responsable de exponer ante los organismos internacionales la importancia geológica y paleontológica del lugar, obteniendo así el mayor reconocimiento de esta área protegida. 
Finalmente, la caravana hacia el último punto, tal vez el símbolo de esta fabulosa reserva. Se trata de El Hongo, una imponente y llamativa silueta, producto de la erosión diferencial del agua entre su base, formada por arcillas fácilmente friables, y su techo areniscoso mucho más resistente. Detrás, ahora mucho más cerca, la formación del cordón de las Barrancas Coloradas, que constituye además el límite natural entre las provincias de San Juan y La Rioja. Este sistema de moles rocosas que pertenecen a la formación Talampaya, nos acompañarán en el camino de regreso. Por donde miramos se observan fabulosos panoramas. “En la etapa Ischigualasto emergió y se esparció el Triásico –explica Omar– al formarse la Cordillera de los Andes para quedar expuesta desde aquel entonces, esta parte tan importante de la historia, la que además dio origen a la vida de los dinosaurios que poblaron estas tierras durante tantísimos años. “Un ejemplo de esta formación podría ser el siguiente: si tuviésemos un paquete de galletas y lo observamos desde arriba, sólo veremos la de arriba, pero si a este paquete lo volcamos, observaremos las de abajo, las del medio y las superiores también”. Esto que nos explica Omar es, básicamente, lo que sucedió en estas latitudes, y hoy nos permite apreciar las diferentes formaciones geológicas, disfrutar este impactante escenario natural y, a la vez, entender que este fue el trascendental motivo que llevó a la Unesco en al año 2000 a declarar al parque como patrimonio de la humanidad. Culmina así la travesía por este Valle de la Luna o Ischigualasto (valen ambos para denominar a este yacimiento) cuyo ramillete de fósiles, geoformas y petroglifos, desparraman virtudes a cada paso, tan latentes a lo largo de este inmenso calendario de vida que se disemina en este increíble santuario sanjuanino.

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El Parque Natural Provincial Ischigualasto se encuentra en el nordeste de la provincia de San Juan, a 300 km de la ciudad capital y a 75 km de la localidad de San Agustín del Valle Fértil, pequeño pueblo que cuenta con distintos alojamientos y restaurantes, otra opción para pernoctar, aunque también está el paraje Baldecitos a sólo 17 km, que posee complejos de cabañas, o bien el propio parque con una zona de acampe ($ 1.000 por persona). En el predio, además, hay puestos de artesanos, restaurante y el museo de ciencias naturales (entrada gratuita: muestra de dinosaurios, flora, fauna e historia). No hay que sacar los tickets con anticipación, sino que se adquieren allí mismo y las caravanas se arman por orden de llegada. La entrada general para el circuito clásico es de $ 2.500 y para estudiantes y jubilados $ 1.500; el circuito con bici $ 2.000, el nocturno con luna llena $ 3.000 y el circuito al Cerro Morado, Río Salado y Quebrada de la Peña $ 2.000. El parque está abierto de 8 a 17 horas. Informes: Tel. (0264) 4188064.

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Marcelo Ruggieri

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