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TREKKING | 13-01-2020 12:47

Huella de Glaciares: una de las siete maravillas mundiales del trekking

Recorrimos este sendero binacional de siete etapas que suman unos 121 km de caminata, más algunas conexiones en barco, caballos o mountain bike a través de paisajes increíbles.
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El viento patagónico, famoso por su fuerza, era hoy solo un suave susurro entre las hojas. Salimos del bosque de lengas tomando un desvío de la senda hacia la derecha. Las aguas de la laguna Larga eran un espejo ambarino que solo se rompía en círculos concéntricos cuando alguna trucha salía a la superficie y volvía a sumergirse con un veloz latigazo de su cola. El espejo reflejaba un cielo azul y las montañas del oeste, coronadas por el blanco deslumbrante de la nieve que luego alimentaría los glaciares. La luz del sol bañaba con tonalidades rojizas la imponente cara norte del Fitz Roy. ¡Era una imagen inolvidable! Una entre muchas de las postales para atesorar que encontraríamos en ese camino. Estábamos recorriendo Huella de Glaciares… Pero retornemos al primer paso de esta senda, una de las siete maravillas en el mundo del trekking: el primer sendero de largo recorrido binacional de la Patagonia, que une el suroeste de la provincia de Santa Cruz, en la Argentina, con el sur de la región de Aysén, en Chile. Más precisamente, se trata de una senda troncal que enhebra huellas preexistentes entre las localidades de El Chaltén y Villa O’Higgins. Como nueva experiencia de desarrollo territorial conjunto, vincula imponentes glaciares del Campo de Hielo Sur con dos emblemáticas rutas meridionales en ambos lados de la cordillera de los Andes: el extremo sur de la Carretera Austral de Chile con un empalme a la Ruta 40, en nuestro país.

Diagrama del recorrido

Son siete etapas en sentido sur-norte: 1) Glaciar Torre (El Chaltén-Campamento Torre), de 9 km; 2) Glaciar Fitz Roy (Campamento Torre-Campamento Poincenot), 9 km; 3) Glaciar Piedras Blancas (Campamento Poincenot-Piedra del Fraile), 13 km; 4) Glaciar Marconi (Piedra del Fraile-Laguna Cóndor), 17 km; 5) Glaciar Huemul (Laguna Cóndor-Punta Sur de Lago del Desierto), donde hay una conexión por la Ruta Provincial 41 en auto o bicicleta; 6) Glaciares Vespignani y O’Higgins (Punta Sur a Candelario Mansilla), que tiene conexión lacustre hasta la Punta Norte de Lago del Desierto. Hay que hacer trámite de migraciones en Gendarmería Nacional antes de encarar el trekking de 22 km. Como es la caminata más larga está la posibilidad de combinar con bicis o caballos en el hito fronterizo con Chile. Finalmente, Etapa 7) Glaciares Mosco y Tigre (Candelario Mansilla-Villa O’Higgins), que tiene una conexión lacustre de 51 km a través del lago O’Higgins y un transfer terrestre de siete kilómetros antes de llegar a los glaciares y al final de la Huella.

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El Parque Nacional Los Glaciares es un área protegida declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1981. En su zona norte cuenta con una extensa red de senderos con diverso grado de dificultad (en general media), que son las variantes de la senda troncal de Huella de Glaciares.

La Reserva Natural Provincial Lago del Desierto (creada en el año 2006) protege glaciares colgantes, como el Huemul o el Vespignani. Es la unidad de conservación de enlace que vincula a los dos parques nacionales más extensos de ambos países (Los Glaciares, en la Argentina, y Bernardo O’Higgins, en Chile). Los ríos de hielo le dan su identidad a la propuesta de la Huella, pero además hay muchos elementos importantes del paisaje que la complementan: lagos y lagunas, bosques y algunas de las montañas más hermosas del mundo.

La propuesta de Huella de Glaciares está pensada para ser autoguiada y para esto cuenta con señalética en todos los senderos de las etapas. Pero si uno no tiene mucha cultura outdoor y teme perderse, puede contratar salidas guiadas con los prestadores de El Chaltén. Las etapas se encuentran desarrolladas para que el caminante transite con una carga mínima y encuentre servicios al comienzo y final de cada recorrido. Pero si uno está con una mochila grande, es posible contratar un servicio de porteo con los mismos prestadores, que también ofrecen campamentos armados, por ejemplo en el Campamento Poincenot, donde entregan todo el equipo: carpas, bolsas dormir, colchonetas inflables y, además, las comidas.

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Se puede hacer toda la Huella de un tirón, algo que nos llevará unos ocho días, o solo un par de etapas de la senda troncal en un viaje, para seguir completándolas en viajes sucesivos, en el orden que uno quiera y combinándolas con otras actividades adicionales; no solo caminatas, sino cabalgatas, salidas en kayak o mountain bike, safaris fotográficos de flora y fauna (por ejemplo en busca de imágenes del elusivo huemul) o seguir la geografía de alguna ruta histórica, como las estancias de los pioneros (Alfred Ramstrom, Percival Masters o Andreas Madsen, entre los principales).

La huella de la historia

La geografía es testimonio, memoria viva y homenaje a pioneros, exploradores o héroes de la tierra y el cielo como escaladores y aviadores. El viaje está lleno de lugares míticos que enriquecen aún más la experiencia. Veamos algunos ejemplos entre los muchos que vamos a encontrar en Huella de Glaciares. Podemos empezar por un punto histórico en los viajes del Perito Moreno, ese gran héroe indiscutido de la Patagonia. Entre el lago Argentino y el lago Viedma, la Ruta 40 sube hasta una meseta más elevada. En un momento aparece sobre el horizonte una silueta inconfundible: el cordón del Fitz Roy. Es la zona donde el Perito casi pierde la vida al ser atacado por un puma, aparentemente una hembra con cría que buscaba alimento. Tal vez el descuido de Moreno fue cubrirse para descansar con un quillango de guanaco, la principal presa del felino al cual aquí se lo llama generalmente león. En memoria de ese hecho, quedó bautizado el paraje como La Leona.

Hoy en día tenemos aquí el ya clásico parador Hotel La Leona, uno de los lugares donde puede comerse el mejor cordero asado de la Patagonia. Fue el propio Perito quien, en 1877, dio nombre al macizo del Fitz Roy.

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“Me permito llamarlo volcán Fitz Roy como muestra de la gratitud que los argentinos debemos a la memoria del sabio y enérgico almirante inglés”, decía Moreno en su libro Viaje a la Patagonia Austral. Aunque los tehuelches lo llamaban “montaña humeante que vomita humo y cenizas”, la confusión de llamarlo volcán se debió probablemente a que salvo en días totalmente despejados, la cumbre del Fitz Roy suele atraer unas nubes estiradas por los grandes vientos. Ellas parecen una columna de humo que se desplaza hacia el este.

El primero en llegar a la región, en 1782, fue el explorador español Antonio de Viedma. En su diario de viaje describió lo que veía en el horizonte andino al norte del gran lago que luego llevaría su nombre: “Hay dos piedras como torres, la una más alta que la otra, cuyas puntas muy agudas exceden a todas sierras vecinas. Y las llaman los indios Chaltel”, escribía el explorador.

Tierra de exploradores

El danés Andreas Madsen trabajó en la comisión de límites del Perito Moreno y se estableció definitivamente al noroeste del lago Viedma, al pie del Fitz Roy, en noviembre de 1919, donde fundó su legendaria estancia. Además de pionero patagónico, se destacó también como escritor y poeta, al escribir notables relatos como La Patagonia Vieja. Como parte del viaje, se puede rememorar su vida visitando la Estancia Cerro Fitz Roy- Andreas Madsen, cerca de El Chaltén.

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La aguja del Fitz Roy, con 3.405 metros de altura, se destaca sobre otras cumbres menores, como la Guillaumet y La Mermoz, hacia el norte y la Poincenot o la Saint-Exúpery hacia el sur. Esto también tiene su historia. Cuando una expedición francesa llegó a la Patagonia, la cumbre principal representaba el último desafío del alpinismo, superior a la Cara Norte del Eiger, en los Alpes. Finalmente, y luego de un gran esfuerzo, Lionel Terray y Guido Magnone alcanzaron la cumbre el 2 de febrero de 1952. La aguja contigua al Fitz recibió el nombre de Poincenot en homenaje a un miembro de la expedición que se ahogó tratando de vadear el río Fitz Roy. Esa es la historia oficial, aunque circula la leyenda de que en realidad lo mató un estanciero celoso, a cuya esposa el francés había seducido.

Historias fascinantes

Los franceses también bautizaron otras agujas vecinas en homenaje a tres aviadores de la legendaria compañía aérea Aeropostal: Jean Mermoz, Henri Guillaumet y Antoine de Saint-Exupéry. Los tres pilotos, que volaron mucho por los cielos patagónicos, se perdieron en el cielo. Saint-Exupéry partió el 31 de julio de 1944 en su última misión, durante la Segunda Guerra Mundial y nunca más se supo de él. No solo fue famoso como aviador de la era heroica, sino también como escritor, tanto que es el más difundido y traducido de Francia, con libros como Vuelo Nocturno, Tierra de Hombres o El Principito. Podemos llevar algunos de sus textos en la mochila para leerlos en El Chaltén o también la mejor biografía, escrita por Curtis Cate, que cuenta las aventuras de Saint-Ex (como lo llamaban) junto a sus dos amigos, perpetuados hoy en las catedrales de piedra que veremos al recorrer la fantástica Huella de Glaciares.

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Federico Svec

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