Thursday 25 de April de 2024
TREKKING | 15-03-2019 17:15

El parque menos conocido de la Patagonia

Visitarlo implica caminar, contemplar, valerse por sí mismo y aprender de sus paisajes tan hermosos como agrestes.
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Las piedras del ripio saltan frente al avance de la camioneta. La localidad santacruceña de Gobernador Gregores quedó atrás hace rato. El viaje hacia el Parque Nacional Perito Moreno nos ha llevado toda la tarde. Mientras el ansia por llegar se hace evidente, alguien comenta al pasar que este parque es como un Rembrandt guardado en la baulera, un tesoro que pocos conocen. Todavía no estamos en condiciones de afirmar nada, pero por la ventana vemos un pequeño prólogo de lo que nos espera: el sol es un perfecto disco dorado sobre el horizonte, sus rayos se extienden como claras líneas rectas a través de nubes que se descomponen en una gama de colores que van desde el naranja ardiente hasta un azul tan profundo como el mar. Debajo, la estepa patagónica se extiende como un páramo rocoso, cruzado por ríos y lagos que nos devoran la vista.

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Llegamos pasada la noche y nos hospedamos en la estancia La Oriental, una hostería ubicada dentro del parque y que nos acoge con la calidez de una casa de familia. Mañana empezaremos la recorrida. El plan de acción es muy sencillo: vamos a caminar –y mucho– por la nueva red de senderos que recorren la reserva, de aproximadamente unos 50 kilómetros.

Una vez cargadas las mochilas al hombro, empezamos por la península Belgrano. Apenas damos los primeros pasos, de inmediato descubrimos el gran tesoro de este parque: el lago Belgrano nos deslumbra con sus aguas de un turquesa increíblemente intenso. Los sedimentos glaciares son el causante de esta tonalidad tan difícil de comparar y que nos cautivará a lo largo de toda la travesía. Durante buena parte del día avanzamos sin alejarnos de su costa, aún así los senderos autoguiados nos irán develando muchos más atractivos. Los caminos, para alguien habituado al trekking, son de una dificultad media y casi no superan el 8 % de pendiente. Pero su gran acierto se encuentra en cómo fueron trazados, ya que al avanzar los mejores paisajes aparecen delante de nuestros ojos de forma espontánea: bosques de lengas y pequeñas pampas son precedidas por terrenos más montañosos y agrestes; y en el horizonte se levanta un cerco de cerros nevados, con el San Lorenzo como figura principal, la segunda cima más alta de la Patagonia.

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Hacia lo salvaje

A las pocas horas el parque ya nos tiene encantados y a cada rato nos detenemos para sacar una nueva tanda de fotos. Nuestro guía es Adrián Falcone, intendente del P.N. Perito Moreno, un hombre de 61 años que se siente en su salsa a la hora de adentrarse en los dominios de la naturaleza y valerse por sí mismo. Cada vez que paramos para sacar una foto o contemplar más detenidamente el entorno, él, con la confianza y picardía del que juega de local, nos dice una frase que de inmediato se convirtió en el eslogan del viaje: “Perdón por el paisaje”.

Más allá de lo que vemos, también está presente lo que sentimos. El viento siempre acompaña y su intensidad varía según donde estemos. Es un clima extremo, y por más que la temperatura promedio en esta época ronde los 15 °C, la verdad es que en un mismo día tranquilamente se pueden vivir las cuatro estaciones del año. La vestimenta es fundamental, lo aconsejable es llevar ropa técnica y mucho abrigo, en lo posible por capas, para ir sacando o poniéndose según la necesidad.

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Al finalizar la tarde, el frío se hace sentir y todos cerramos las camperas hasta el cuello. Por suerte llegamos a Quetro, uno de los nuevos siete refugios de montaña del parque. Construidos en madera y con ventanas de doble vidrio, esta cabaña en miniatura sorprende por su comodidad. En su interior hay una estufa a leña y una litera en la que pueden dormir hasta ocho personas. Además, cuenta con una pequeña mesa y silla plegables, además de un par de banquitos. Como está prohibido hacer fuego, Adrián arma los calentadores y se dispone a preparar la cena. Mientras tanto, el resto bajamos al lago para aprovisionarnos de agua, la cual se puede tomar con total tranquilidad.

El viento gana en fuerza y una cortina de espesas nubes tapan las montañas al otro lado del lago, más de uno se pregunta si mañana no nos levantaremos tapados de nieve. La cena nos reúne dentro del refugio, con la salamandra al rojo vivo para combatir el frío del exterior. El cansancio es evidente en todos, así que no tardamos mucho en hacer la última visita a la letrina, desplegar las bolsas de dormir y desearnos un buen descanso. Afuera sólo se escucha el soplar del viento. Por la ventana lo único que se ve es un marmolado de sombras difusas y un cielo tan lleno de estrellas que parecen tocarse entre sí.

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Un aula a cielo abierto

La mañana nos despierta con un cielo despejado que rivaliza con el color del lago Belgrano. Desayunamos, armamos las mochilas y limpiamos el refugio, todo lo que vino con nosotros se va, no podemos dejar el más mínimo desecho. La vuelta la realizamos por una ruta diferente. La caminata final es un largo adiós en el que nos topamos con cóndores, choiques, flamencos e incluso un tímido guanaco. Hasta último momento albergamos la esperanza de cruzarnos con un huemul y por qué no con un puma, pero no se nos da. Volvemos al punto de partida y si no fuera por el cansancio y la necesidad de una ducha caliente, más de uno pegaría la vuelta y volvería a empezar.

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El Parque Nacional Perito Moreno es uno de los menos conocidos y visitados del país. Está lejos de cualquier centro urbano y no es de fácil acceso, pero ofrece la inigualable aventura de valerse por uno mismo y sumergirse en uno de los rincones más bellos y agrestes de la Patagonia. Para Adrián Falcone “los parques nacionales nos dan la posibilidad de explorar un ambiente natural donde podemos crecer y conocernos íntimamente. Eso es lo que quiero que los visitantes adquieran, ese conocimiento sobre sí mismos, además de nuevos valores sobre la naturaleza y la cultura. Esto no es algo que yo inventé, es algo que dijo el Perito Moreno. La naturaleza como una escuela de vida, una escuela de conocimiento, un aula abierta donde podés conocer y conocerte".

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La nota completa se encuentra en revista Weekend de marzo de 2019, edición Nº 588.

 

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Juan José Lanusse

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