Hay un viejo refrán que dice “tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe”, y parangonándolo con la pesca deportiva y comercial en la laguna La Picasa, pasó: se acabó, por no decir se rompió. Entre sequías y sobrepesca periódica, la captura del pejerrey se suspendió hasta nuevo aviso, en un comunicado emitido por el pesquero de Diego de Alvear.
Desde un principio nos hacía ruido que la pesca comercial tenga más trascendencia para el municipio local que la deportiva. Esto, deducido por la cantidad de días asignados y, por supuesto, por los pejerreyes que se extraen en una modalidad como la mallonera, comparando con la deportiva con caña y con cupo. ¿Se cumplían los mismos ?, probablemente la cuota cañófila en mayor medida.
La crisis de la mojarra
¿A quién perjudica más ?, seguramente a los guías de pesca que sacaban a los aficionados que se arrimaban de todo el país. O a los comerciales, que daban trabajo a una comunidad muy importante de lugareños. Realmente resulta complejo adentrarse en una afirmación rotunda. La cuestión es que los propios guías decidieron “su” medida de suspender las salidas en base al poco pejerrey que estaba saliendo en los últimos tiempos y que apenas orillaba la medida. ¿Debió reglamentarse de otra manera la explotación del ámbito?, seguramente que sí, ya que se sabía que el día en que la población íctica descendiera alarmantemente iba a llegar, tarde o temprano. El tiempo y la naturaleza van acomodando los tantos y estamos convencidos de que el pejerrey volverá a abundar. Mientras tanto, es un buen momento para que las autoridades competentes y de contralor vayan estudiando una estructura de explotación y de costo-beneficio para que esto no vuelva a ocurrir, que haya pejerreyes para todos y de manera continuada, cuidando el recurso, que por ésta vez y una más, se acabó.
Comentarios