Hace muchos años me inicié en esta hermosa y sana actividad deportiva, pescando borriquetas en el muelle de Mar del Tuyú. Tenía en ese entonces 12 años y mientras esperaba el pique sutil de roncadoras y peritas, mi mirada muchas veces se perdía en el horizonte divisando esa parte del Atlántico bonaerense, pensando en que algún día tenía que dar con uno de los mayores depredadores de nuestros mares: el tiburón.
Apareció un tiburón en el río Paraná
El día llegó y forma parte de este relato. Nos contactamos con Fernando Pacheco, un experto en la materia que hace años practica esta pesca en el Faro Querandí, ubicado al sur de Villa Gesell.
Previo a ingresar a la zona de pesca elegida por nuestro guía, un poco más al sur del faro, tuvimos que desinflar un poco la presión de los neumáticos de los vehículos 4x4 para transitar por la arena.
Una vez en el sector donde íbamos a buscar los tiburones procedimos a armar el campamento con gazebos, grupo electrógeno y todo lo necesario para pasar la noche.
50 años reflejando la pesca en el mar
Este tipo de pesca no es sencilla, requiere de un despliegue enorme y equipos adecuados. Se clavaron varios posa cañas, bien profundos en la arena, para llegado el caso resistir el embate de algún pique. Luego se procedieron a meter las líneas en el mar, entre 200 y 300 metros; para esto empleamos kayaks y motos de agua.
Los aparejos empleados son de 1,50 metro de cable de acero, con un anzuelo Tartuna 12/0 y un grampín con un fusible (nylon fino) que se corta al tener el pique dejando la línea directa entre el pez y el pescador. Se agregan dos boyas esféricas cerca del anzuelo, para mantener la carnada elevada del fondo y evitar descarnes de especies menores.
Las cañas eran de 80 libras y los reeles Penn Senator 12/0 a 14/0 cargados con tanza de 0,80 milímetros.
La carnada que decidimos utilizar fue la mitad de una lisa mediana, que se ató firmemente con hilo dejando bien libre la punta del anzuelo.
Una vez desplegado el arsenal solo quedó esperar, mientras tanto se prendió el fuego para cocinar la cena. El resto es paciencia.
Casi a medianoche con el repunte de la marea, una caña se arqueó a tope y la chicharra del reel sonó fuertemente. ¿Había llegado el momento? Fue entonces que el pescador asignado a esa vara la tomó y comenzó a cañar para clavar el anzuelo. El animal que estaba del otro lado de la caña sintió la aguda punta clavarse en su boca, y salió disparado hacia el sur. ¡Si, el momento había llegado!
Tuve que pasar por encima de otras líneas para quedar liberado de enredos. La lucha se llevó a cabo durante 15 minutos, hasta que en una corrida se produjo el corte. Una bronca tremenda. Esa caña quedó inutilizada pues no se podía meter nuevamente de noche.
Otra vez a esperar, pero esta vez por un tiempo más corto. Parece que con la creciente los cazadores estaban rondando la zona en busca de alimento.
Y de repente, otra vara manifestó un pique tremendo, casi no podíamos sacarla del posa caña. Varias clavadas dando cañazos y a pelear; esta vez la lucha se libró durante dos horas. El pez daba muestras de ser ese trofeo que vinimos a buscar.
Los brazos extenuados del primer pescador dijeron basta, del segundo también, así que tres personas pudieron disfrutar de esta tremenda batalla coronada con una captura increíble: un bacota de 3,15 metros que produjo el delirio de todos los participantes de esta aventura indescriptible.
Luego de liberarle el anzuelo se produjo la devolución. Hay que destacar que esta pesca debe realizarse con devolución obligatoria.
El resto de la noche pasó sin novedades y con la creciente de la mañana se logró obtener dos cazones, otra especie que también habita estas aguas en esta época.
El sueño del pibe estaba cumplido. Espero que esta nota sirva para que otros puedan realizar el suyo.
Servicios. Fernando Pacheco (Punto Tiburón): tel. +54 9 2317 48-7844. Facebook: Punto Tiburón
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