El Dr. Juan José Neiff, investigador del Centro de Ecología Aplicada del Litoral (CONICET-UNNE) señaló que el río Paraná lleva cinco años en aguas bajas a muy bajas y que los periodos prolongados de sequía pueden generar impactos en los ecosistemas. “Las sequías pueden compararse con las enfermedades crónicas, porque ocurren en forma gradual y se las percibe cuando alcanzan mayor intensidad”, explicó el Dr. Neiff al ser consultado por el área de Prensa de la UNNE sobre la actual bajante del río Paraná con niveles de agua por debajo de registros mínimos de los últimos cincuenta años, entrevista que replicó el portal El Litoral.
Frente a esta bajante del río Paraná, indicó que si bien no causa impactos directos en la población, como las inundaciones que obligan a relocalizar personas y afectan las edificaciones, “las sequías al ser prolongadas tienen también sus efectos socio-económicos y especialmente tienen fuertes impactos en los ecosistemas”. Y al ser la actual bajante producida por falta de lluvias en toda la cuenca de aporte, es complejo prever hasta cuándo se extenderá, pero al menos seguiría hasta finales del próximo verano.
¿Por qué se dice que estamos en una bajante extraordinaria del río Paraná?
Por tres motivos: a) no ocurre un estiaje prolongado desde hace 51 años; b) el río alcanzó niveles muy bajos (el 21 de abril el río tenía el nivel de 0,96 m en Corrientes y se mantiene bajo); c) por la duración del evento de bajante: el río lleva ya cinco años en aguas bajas a muy bajas.
¿A qué se considera “aguas bajas” y “aguas altas”?
Los ríos, como el Paraná tienen un régimen de pulsos. Cada pulso tiene una fase de aguas altas y otra de aguas bajas. La de aguas altas corresponde al período en el cual el río desborda de su cauce y se derrama sobre la planicie inundable (lagunas y madrejones chaqueños, por ej.), generalmente durante verano-otoño. La fase de aguas bajas ocurre cuando el río corre encausado y comienza a descender. Esto puede ocurrir entre julio y noviembre. Sin embargo, cuando analizamos lo ocurrido en una serie centenaria de datos diarios nos damos cuenta que la estacionalidad con que ocurren las fases de aguas altas y de aguas bajas, es muy irregular y también la amplitud de estas fases. Entre 1901 y 1970, el río tuvo frecuentes bajantes extraordinarias. Desde 1970 a 2000 el río tenía más agua, la media de las alturas hidrométricas en ese período estaban un metro por encima de la media anual del período previo. A partir de 2000 y hasta hoy, el río tiene menos agua, y las bajantes extraordinarias son raras.
En las crecientes extraordinarias (mayores de 7 metros, que es el nivel de evacuación de personas, establecido por la Prefectura Naval Argentina), el río puede permanecer un año o más en la fase de aguas altas (1982-1983; 1997-1998). Del mismo modo ocurre con las bajantes, pues pueden durar entre 10 y 200 días, si consideramos como “bajantes pronunciadas” a los niveles que estén por debajo de 2 metros en el puerto de Corrientes. Cuando en un gráfico de una serie larga de tiempo como el expuesto colocamos una línea de tendencia, puede apreciarse que los pulsos de corto término quedan incluidos en ciclos plurianuales de variación, que podemos denominar “fases húmedas” y “fases secas”.
Entonces, ¿qué causa más impactos ambientales: la intensidad, la duración o la época en que ocurren?
Los tres atributos son muy importantes e influyen de distinta manera. Las inundaciones extraordinarias pueden compararse a las enfermedades agudas, sus efectos dependen mucho de su intensidad (la mayor, alcanzó a 9,03 metros en el hidrómetro de Corrientes, fue la de 1982-1983) y las de mayor intensidad son las de mayor duración. Son “espectaculares” por los impactos que tienen sobre el sistema social, obliga a relocalizaciones, el hombre no está adaptado a estos eventos (excepto, los isleños), los árboles sí. Las sequías pueden compararse con las enfermedades crónicas, porque ocurren en forma gradual y se las percibe cuando alcanzan mayor intensidad, con valores próximos a un metro en el puerto de Corrientes. Las bajantes pronunciadas tienen también impactos en el sistema socioeconómico, pero también tienen fuertes impactos en los ecosistemas.
¿Puede decirse que las bajantes prolongadas son más graves para los ecosistemas?
Efectivamente, porque hay menos agua. La diferencia en la superficie mojada durante la máxima creciente y la que tenemos en una bajante pronunciada es de 7 a diez veces. La humedad del suelo desciende por debajo del nivel de las raíces y la vegetación sufre estrés (caída de flores, de frutos, de hojas) y hasta la muerte de la vegetación herbácea. No se produce la germinación. Hay mayor riesgo de eventos de fuego. Los peces se concentran en los sitios que quedan con agua, y eso los hace vulnerables a los predadores (yacarés, aves, y –sobre todo- a los pescadores). Muchos peces mueren varados por no llegar a los cursos con agua y al ser menor la masa de agua la amplitud térmica es mayor y puede afectar a muchos organismos. Las bajantes también afectan al repoblamiento de peces, ya que los huevos de los peces no pueden ser dispersados en las lagunas de la planicie inundable, que son los sitios donde los pececillos pasan las primeras etapas de su vida. Son las áreas “de cría” de los peces. En las bajantes pronunciadas, como ésta, las aguas traen menor cantidad de sedimento y, entonces, el fósforo (que es el nutriente adherido a los sedimentos) está menos disponible, produciendo efectos sobre la productividad del Plancton.
¿Pero estas bajantes también traen problemas para la gente?
Si, así es. No estamos adaptados tampoco a las bajantes pronunciadas. Hay problemas con las tomas de agua para distintos usos (riego, consumo humano y del ganado, sistemas de enfriamiento, minería), para la navegación (y, con ello, el transporte de materiales, de combustibles, para sacar la producción a los centros de concentración). Las pérdidas por problemas de operación en el puerto de Rosario han sido estimadas hasta hoy en 243 millones de dólares estadounidenses debidas a esta bajante. Si las bajantes son muy prolongadas pueden ocurrir problemas de calidad de agua por desarrollo de algas (cianobacterias), que obliguen a buscar fuentes alternativas de agua (agua subterránea por ejemplo). Los efluentes domésticos de las ciudades se vuelcan en un caudal menor de agua, con lo cual el efecto de la contaminación podría aumentar.
¿Los grandes embalses agravan las bajantes del río?
Los embalses producen algunas alteraciones en el régimen del río. Las bajantes son menos pronunciadas después de la década del noventa, cuando tenemos 26 grandes embalses aguas arriba de Corrientes. Si disminuye demasiado el nivel del Paraná y los embalses no alcanzan el nivel operativo, dejan de producir energía porque podría producirse cavitación (vibración) que afecte a la estructura. He tomado conocimiento que el embalse de salto grande está operando con menos de la mitad de sus turbinas debido a esta bajante. En términos generales, estos embalses son “sistemas de paso”, en que el caudal de salida es semejante al caudal de entrada al embalse. Por lo expresado, los embalses no agravarían las bajantes del río. En esta bajante, el gobierno argentino ha logrado que los embalses brasileños eroguen un caudal mayor, lo que mitigaría la bajante durante un corto tiempo.
¿Qué influencia tiene el Cambio Climático Global en esta situación de bajante histórica del río?
Cambio climático ha habido siempre. Si se piensa en el cambio climático inducido por el hombre, hay que pensar que –al menos desde la Revolución Industrial–, alguna culpa tenemos en la modificación del clima. Sin embargo, no se puede decir con base científica que esta tendencia del río se explique por el Cambio Climático Global. Puede indicarse que el río tiene fases interanuales secas y húmedas que pueden durar varias décadas. El registro que tenemos es sólo de unos 119 años. Eso es un solo momento en la historia de la naturaleza. No se puede validar la causa de la variabilidad de un sistema pulsátil de régimen irregular con esa información.
¿Cuánto puede durar esta bajante del río Paraná?
Nadie puede pronosticar esto con certeza, porque esta bajante se produce por falta de lluvias en toda la cuenca de aporte, y las lluvias son fenómenos estocásticos, poco previsibles, como lo es el clima mismo. Sabemos que los caudales del río están influenciados por las lluvias, y estas, por la evaporación que se produce en el mar. Sabemos entonces, que los fenómenos El Niño nos traen períodos con muchas lluvias en la Cuenca y que fenómenos La Niña nos traen períodos con pocas lluvias. Ahora estamos en una fase neutral respecto de estos eventos y tenemos una seca que lleva varios años. Según informa el Servicio Meteorológico Nacional, estaríamos entrando en una fase La Niña, que se caracteriza por pocas precipitaciones. Tendremos un pequeño aumento de los niveles del río en las próximas semanas, pero la sequía podría durar hasta fines del próximo verano, con niveles semejantes a los actuales o aún menores.
¿Qué lección nos dejan estos eventos climático-hidrológicos para el manejo del río?
En tiempos de crisis, no es bueno preocuparse, hay que ocuparse. Hay que prever medidas para proteger a la gente y a los ecosistemas. También aquí, debería formarse un Comité de Crisis para pensar en asegurar la provisión de agua para distintos usos y en restricciones para aquellos usos no esenciales del agua. Restricciones para el vertido de aguas domésticas sin tratar, búsqueda de fuentes alternativas (subterráneas, por ej.; armado de sistemas colectores de lluvias, donde sea posible), y prever sistemas alternativos de transporte de combustibles al NEA y de otros productos esenciales. Además mantener la prohibición total y efectiva de la pesca en toda la cuenca, excepto para la subsistencia de los isleños, prohibir las quemas en la planicie inundable del Paraná, y gestionar formas de mejorar la navegación, incluyendo el dragado de emergencia en pasos críticos en caso posible. "Una bajante prolongada implica una crisis, y en estas situaciones debe primar el bien común, poner el ingenio y la creatividad para atenuar los impactos, acrecentando la cooperación de todos, resignando intereses que pongan en peligro la sostenibilidad del recurso.
Juan José Neiff, Doctor en Biología, ex director del Centro de Ecología Aplicada del Litoral (CECOAL, CONICET-UNNE) y ex docente-investigador de la Facultad de Ingeniería de la UNNE en la cátedra de Educación para el Desarrollo Sostenible, integró y dirigió proyectos científicos para conocer y entender la dinámica del río Paraná, desarrollando el aplicativo PULSO con Matías Neiff y publicando más de un centenar de contribuciones con integrantes del Núcleo de Manejo Ambiental de CECOAL.
Fuente: El Litoral
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