Desde estas notas abogamos siempre por la pesca con devolución. Creemos que es la única manera de sostener el stock de peces y, si bien sabemos que matar un ejemplar de una especie que abunda no le hace casi nada al ecosistema, encontramos en la restitución un gesto, un guiño, un emblema de la vida. Sin embargo, no siempre sabemos cuál es la forma correcta de tratar a un pez hasta retornarlo a su ambiente. Muchas veces se escribió que líneas finas implican una gran deportividad, ya que se le da al animal más posibilidades de que corte y se vaya. Hoy en día se sabe que una pelea de mucho tiempo lo estresará y su supervivencia se verá comprometida. Por lo tanto, conviene usar una línea adecuada: ni muy fina, que obligue a una larga lucha, ni muy gruesa, que se convierta en un aburrido malacate.
Una vez que el pez llega al pescador, hay que ser muy prolijo. Lo ideal es que casi no tome contacto con el aire, quede en el agua y sea liberado con la pinza, sacándole el anzuelo en el sentido inverso al que entró. Sin embargo, a veces no es posible porque el señuelo o anzuelo está escondido dentro de la boca o muy cerca de los dientes en boca de poderosas mandíbulas, como es el caso del dorado o el chafalote, y está la alternativa de que deseamos izarlo para tomarle una foto o grabarlo.
Esta última maniobra debe ser rápida. Resulta necesario reducir al máximo posible el tiempo de manipulación, ya que un pez es muy sensible al cambio de presión, temperatura y al contacto Según el biólogo Alec Krüse Zeinad, en el libro Peixes fluviales do Brasil, a los peces que viven en ambientes con correntada, “el pescador debe retirarlos solo por breves períodos, nunca pasando intervalos superiores a veinte o treinta segundos”.
La importancia del boga grip
Para esta operación, ¿sirve el boga grip? Conocí este tipo pinza en la gran feria de pesca de San Pablo, Brasil, a finales de la década del ‘90. Nació unos 10 años antes en los Estados Unidos. Su nombre no se debe a nuestro pez (boga) ni al verbo “bogar” (nadar), sino a la Eastaboga Tackle Manufacturing Company, Inc., que lo fabrica en la ciudad de Eastaboga, Alabama.
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Para entender el propósito de su uso hay que situarse en un contexto de expansión de la pesca con devolución, más allá de los inicios de la mano de los mosqueros y la necesidad de abandonar el bichero y la manipulación exagerada, que arrasa la capa protectora o mucus que tienen los peces para defenderse de hongos y otras causas de afecciones. Por lo tanto, lo primero que hay que señalar es que el boga grip (nombre comercial que se transformó en genérico) era de avanzada, pues la gran mayoría de los pescadores mataba a los peces o los devolvía en pésimo estado.
Fue diseñado también para evitar las mordeduras de especies con dientes filosos y clavarse los triples de los señuelos. En peces pequeños parece inútil o agresivo, pero cuando tenés un dorado grande o una cachorra del Amazonas resulta muy útil. Recuerdo que, cuando pesqué mis primeros trairones en Brasil, los guías usaban un modelo de mango largo. Pensé: “¡Qué exagerados!”. Cuando sacamos las primeras piezas de 10,12,15 kilos, totalmente resbaladizas como sus “hermanas” las tarariras, me di cuenta de por qué lo empleaban, máxime en un lugar alejadísimo de cualquier centro asistencial de salud. También el boga grip fue pensado para pesar los peces, operación que, sin la balanza integrada, demandaría dos pasos y enganchar a un pez grande de una romana es un incordio y un riesgo, además de manosearlo y demorar su vuelta al agua.
Mientras que sea posible, evitemos el uso del boga grip, pero siempre es más conveniente emplearlo que someternos a la guillotinada de la boca o ensartarnos un triple. Dentro de esas mismas posibilidades, no colguemos al pez sino apoyemos la palma de la mano debajo de su panza para mantenerlo en forma horizontal. También es muy útil la camilla, pero su uso no se ha generalizado. Otro invento que no prosperó es el tailer o lazo, que el periodista de Weekend Roberto Guglielmi quiso introducir sin éxito.
La aleta caudal de algunos peces permite que los aferremos con la mano y quede trabada en la inserción de la cola en el cuerpo. Guantes humedecidos ayudan a reducir la pérdida de mucus protector que, en algunos peces, como la lacha o el chafalote, se desprende muy fácilmente. De ninguna manera hay que meter la mano debajo de los opérculos (tapa ósea de las agallas) ni branquias. Ni tampoco romperle la dentadura a la palometa o piraña, ni quebrarles las púas dorsales y laterales a los bagres en general, ya que se les hace un daño innecesario.
Una vez fotografiado o grabado, se lo coloca rápidamente contra la corriente, sosteniéndolo para que se oxigene pero sin moverlo de atrás para adelante, hasta que se vaya por sus propios medios. Algunos peces que son sacados de aguas profundas sufren el fenómeno de descompresión por diferencia de presión y hay que pincharles la vejiga natatoria antes de devolverlos. Afortunadamente es algo que no sucede casi con ninguna especie en nuestro país, salvo algunos peces de roca como el falso salmón que nada en las aguas muy hondas del mar Argentino.
El caso de las rayas
Desde hace años, por temor a lastimarse, los aficionados suelen cortarle la cola a la raya aunque quizá la devuelvan. No tiene ningún sentido. Hablamos con un especialista en este tipo de peces de río, técnico del acuario del río Paraná, Francisco Alonso, que contaba algunas ayudas para poder tomarse una linda foto con una raya: “No le corten la cola a la raya porque no crece y, por lo tanto, se le produce un daño irreversible, es la eliminación de su arma de defensa. Para tomar la foto, si es una raya muy grande hay que vararla en alguna playa, enlazándole la cola y tomándola de la boca con un boga grip. No intenten subirla la lancha porque se la golpea mucho y es riesgoso para los pescadores.
“Si es un ejemplar que puede levantarse hasta la embarcación, se le envuelve la cola con un trapo, que se usa para agarrarla, o se le saca o quiebra la chuza con la pinza de puntas largas. Esa chuza es como si fuera la uña de un mamífero y le vuelve a crecer. En la cola tienen otros pinches, pero sin esas toxinas que causan tanto dolor cuando se clava en la carne humana. A veces en la cola hay dos chuzas, porque la van cambiando con el paso del tiempo y una suplanta a la otra. En esos casos le cortamos las dos.
“Agarrarle la cola con un trapo sin cortarle la chuza requiere de cierta habilidad. Para el pescador que no está acostumbrado es mejor quitársela o quebrársela. Luego se le puede poner una mano en la panza o el boga grip en la boca (no con las rayas más grandes, porque se le carga mucho peso en la boca) y con la otra asirle la cola”.
Por último, tres consejos del citado libro brasileño: 1) planear qué hará cada compañero cuando uno de ellos levante un buen pez (¿lo levantará el guía? ¿quién saca las fotos?), 2) tener preparados los elementos para subirlo, desanzuelarlo y sacar fotos o grabar, 3) volver el pez al agua ante cualquier demora.
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