Ubicado en el desierto de Karakum, a unos 300 kilómetros de Adjaba, la capital de Turkmenistán, si bien su nombre real es Pozo de Darvaza, ya que es así como se llama la localidad más cercana que está conformada por un reducido grupo de pastores, el cráter Darvaza es un enorme pozo realizado por el hombre que ha estado quemando gas metano durante casi cinco décadas.
Si bien hay quienes siguen afirmando que el cráter fue incendiado intencionalmente por las autoridades soviéticas con la idea que se quemara por completo en cuestión de unas pocas semanas, sin embargo hoy su verdadero origen siendo una gran incógnita para los científicos e investigadores del mundo entero.
Su casual descubrimiento tuvo lugar en 1971 cuando, mientras un equipo de geólogos soviéticos se encontraba trabajando en el lugar con el objetivo de encontrar gas natural bajo las arenosas tierras del mencionado desierto, se produjo un fuerte temblor y la tierra se derrumbó bajo ellos, como por obra de una fuerza extraña. Si bien tras el inesperado fenómeno varios integrantes del equipo perdieron la vida, los supervivientes lograron descubrir un gigantesco pozo de gas.
Totalmente sorprendidos ante ese valioso hallazgo, y para evitar que el gas se fugara a través de los poros de la tierra y envenenase el aire de las poblaciones cercanas, los investigadores rusos decidieron poner en práctica una solución muy efectiva y económica: quemar el gas, con un fósforo hasta que se extinguiera por completo. Así, tras echar a la suerte quién sería el encargado de hacerlo, finalmente le dieron una cajita de fósforos al que había elegido el más corto y, rápidamente, se escondieron detrás de las dunas para proteger sus vidas.
Aunque la idea tomada por los geólogos, de los cuales no se conoce su actual paredero, fue muy inteligente, sorpresivamente aún hoy, cuarenta y nueve años más tarde, “la puerta del infierno”, tal como se conoce popularmente, sigue en llamas y es una de las principales atracciones turísticas del país situado en Asia Central que limita al noroeste con Kazajistán, al norte y noreste con Uzbekistán, al suroeste con Irán, al sureste con Afganistán y al oeste con el mar Caspio.
El calor que emana del cráter es tal que solo permite aproximarse a sus bordes durante unos pocos minutos, hasta que la temperatura se vuelve realmente insoportable. De hecho, en mayo de 2015, el explorador canadiense George Kourounis se convirtió en la primera persona en descender al fondo del pozo. Utilizando un traje térmico y gracias a unas muestras del suelo que obtuvo, logró comprobar que existen organismos viviendo a más de 400 grados.
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