Instaurado en el año 1999 la Ley 25.125, cada 20 de septiembre en la Argentina se celebra el Día Nacional del Caballo, con el objetivo de destacar la gran relevancia que tuvo este animal a lo largo de la organización histórica, económica y deportiva del país.
Relatos a cielo abierto: Juan de los caballos
La iniciativa fue propuesta por la Federación Ecuestre Argentina, que centra el festejo en homenaje al día en que el audaz escritor y profesor suizo- argentino Aimé Félix Tschiffely llegó a caballo a Nueva York, en un viaje que le permitió demostrarle al mundo entero la gran calidad y resistencia de los caballos criollos.
Actualmente, según datos de Cámara de la Industria Nacional Equina (CAMINE), en la Argentina hay cerca de 3.000.000 de caballos, de los cuales si bien muchos se siguen utilizando como medio de transporte en los rincones más recónditos del país, también son una herramienta de trabajo irremplazable para la ganadería, en tanto que su cría con fines deportivos genera un importante movimiento económico y arraigo en los pueblos del interior.
De hecho, se estima que, actualmente, hay más de 300.000 personas vinculadas directamente con la cría o el cuidado de caballos, entre domadores, petiseros, veterinarios, herreros, talabarteros y jinetes…
Además, el caballo argentino tiene una excelente reputación en el mundo, lo que lo convierte en una gran fuente de divisas y de atracción para los inversores extranjeras.
De Buenos Aires a New York, a caballo
La histórica travesía fue posible gracias a los caballos Gato (pelaje: overo) y Mancha, (pelaje: gateado), propiedad, ambos, de Emilio Solanet, uno de los fundadores de la Asociación de Criadores de Caballos Criollos de Argentina, quien se los había comprado al cacique tehuelche Liempichún, en Chubut.
Al momento de iniciar la dura travesía, que partió el 23 de abril de 1925 desde el local de la Sociedad Rural Argentina en Buenos Aires, Mancha y Gato tenían 15 y 16 años respectivamente, en tanto que su valiente jinete, tenía 29 años.
Guiados por Tschiffely, los dos equinos nacidos y crecidos en la Patagonia, recorrieron más de 21.000 desde la ciudad de Buenos Aires hasta Nueva York, logrando de esa manera inscribir sus nombres en la historia de la equitación mundial ya que no solo establecieron el récord mundial de distancia sino también de altura, al alcanzar los 5.900 metros, en el paso El Cóndor, entre Potosí y Challapata, Bolivia.
Durante el viaje, cruzaron varias veces la Cordillera de los Andes, y fue precisamente en esos cruces donde encontraron las mayores dificultades, ante los escabrosos caminos de las altas cumbres, y a las temperaturas que llegaron hasta a los -18 °C.
Tras dejar definitivamente atrás a los Andes, Tschiffely siguió, caminando, hacia Bolivia y, de allí, pasó a Potosí, hasta llegar a La Paz. Después de abandonar el lago Titicaca y llegar a su desembocadura, los tres amigos cruzaron el puente de ingreso a la República del Perú.
La región montañosa de Ecuador, fue la escala siguiente en el itinerario del aventurero suizo-argentino, quien, tras abandonar Quito, cruzó el Ecuador para llegar a Bogotá, Colombia, y luego a Cartagena desde donde, junto a sus cansados pero fieles amigos, cruzaron el canal de Panamá, a bordo del barco holandés “Crynsson”
El viaje continuó por El Salvador, Guatemala y México, desde donde, tras un par de semanas de merecido descanso, cruzaron el puente internacional de Laredo, encaminándose hacia su destino final: Nueva York.
Así, tras recorrer casi al trote las ciudades de Texas, Oklahoma, Saint Louis finalmente, llegaron New York donde fueron recibidos por el alcalde Jimmy Walker, quien le confirió la medalla de la Ciudad de Nueva York, en una ceremonia a la que asistió el por entonces embajador argentino, doctor Manuel E. Malbrán.
Según relató el valiente jinete tras su regreso triunfal a la Argentina el 20 de septiembre de 1928, el viaje lo desarrolló en 504 etapas, con un promedio de 46,2 kilómetros recorridos por día. Por su parte, Mancha y Gato fueron cuidados por el paisano Juan Dindart, en la estancia El Cardal, hasta que fallecieron en 1944 y 1947, a los 36 y 40 años, respectivamente.
En tanto que el 5 de enero de 1954, un cable trajo otra triste noticia desde Europa: “En una clínica londinense, víctima de una afección renal, murió Aimé Tschiffely”, rezaba el escrito.
Actualmente, Gato y Mancha se encuentran embalsamados y están exhibidos en el Museo de Transportes del Complejo Museográfico Provincial "Enrique Udaondo" de la localidad bonaerense de Luján. Mientras Gato conserva la montura de aquella memorable travesía y Mancha los arreos de carga, a ambos lados de la vitrina donde están exhibidos, puede leerse la siguiente frase: “Gato y Mancha – Estos famosos caballos criollos, realizaron en 1925 la memorable marcha Buenos Aires-Nueva York.”
Comentarios