Siempre es importante hacer un balance de la temporada anterior. Sirve para juntar datos y acumular experiencia, pero también para tratar de entender qué está pasando.
Desde hace tres años el clima y los cupos juegan en contra de la caza menor. Parece una tendencia marcada, así que recurrí a archivos, notas y consulté a especialistas. En los últimos años las temperaturas subieron, el frío fue poco y muchas zonas quedaron
anegadas. Quizás 2014 es uno de los años más intensos en materia de lluvias, por lo que varios campos se llenaron de agua, los caminos resultaron intransitables y se
perdieron cosechas enteras.
Para colmo de males, las elevadas temperaturas y la humedad permitieron un desarrollo extraordinario de mosquitos, que entre mayo, junio y julio se tornaron insoportables. Incluso los repelentes más fuertes resultaron inútiles ante tal invasión.
Numerosas zonas eran barrizales, y aunque la población de liebres y perdices era elevada, muchas veces se complicaba llegar a cazarlas. Por eso, las buscamos en regiones más altas, donde generalmente se desplazan con las inundaciones.
No todas fueron malas
Por suerte tuvimos algunas buenas para la caza, ya que nuevas lagunas hicieron de hábitat para los patos y se convirtieron en zonas para cazarlos sin estar apostados. Muchas veces, el clima de los fines de semana permitía ir a hacer una barrida rápida, esperando que no volviera a llover. La población de la especie se dispersó por toda la provincia, llegando a verla incluso a los costados de la ruta, donde las fuertes lluvias formaron pequeñas lagunas.
Las botas fueron indispensables a lo largo de toda la temporada, incluso en aquellas salidas a luz del sol, ya que no alcanzaba para secar tanta agua.
Nota publicada en la edición 505 de Weekend, octubre de 2014. Si querés adquirir el ejemplar, llamá al tel.: (011) 4341-7820 / 0810-333-6720. Para suscribirte a la revista y recibirla sin cargo en tu domicilio, clickeá aquí.
06 de octubre de 2014
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