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BUCEO | 27-02-2020 17:58

En busca de cápsulas del tiempo en Puerto Madryn

Sumergirse en busca de barcos hundidos es una divertida variante que permite acercarse a pecios como si se entrara en un mundo atemporal. Solo apta para buceadores.
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Embarcaciones encajadas en el fondo del océano, suspendidas en el tiempo, tapizadas de algas marinas y envueltas en un silencio sepulcral. Bucear entre barcos hundidos dispara todo tipo de fantasías, sobre todo si se considera que existen más de tres millones de tesoros en el fondo del mar y una buena parte de esos botines permanece diseminado en las costas del continente americano. Las historias se remontan a la época de la colonia, cuando las carabelas viajaban hacia Europa cargadas de oro, plata y esmeraldas que extraían y se llevaban del suelo americano. 
“Como una cápsula del tiempo, los barcos hundidos despiertan el interés de investigadores y arqueólogos ávidos de indicios de otras épocas. Cada nueva embarcación descubierta es como un museo que permite echar un vistazo al pasado y le otorga una mayor espectacularidad al fondo del mar”, dice Jimena Ramírez, instructora de la Escuela de Buceo Muchas Burbujas que, desde hace dos décadas, se dedica a esta actividad con distintas certificaciones a nivel nacional e internacional. En los últimos años, la exploración en pecios –como se llama a los restos de naves hundidas– o naufragios se ha transformado en una alternativa cada vez más buscada por los aventureros, al punto de que se incluye en muchas excursiones submarinas. Es que dejó de ser una quimera para convertirse en una opción accesible ante el deportivo. 

Paisajes insospechados

Para intentarlo, se requiere de cierta pericia y capacitación, además de haber completado el curso Open Water Diver (buceador de aguas abiertas) y uno avanzado que habilita para incursionar en la actividad que estamos analizando. Una ventana al mundo submarino que, siempre bajo la supervisión de expertos, permite asomarse a paisajes insospechados, colmados de historias asombrosas. Como la ciudad de Puerto Madryn, reconocida internacionalmente como la capital del buceo argentino. 

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Se sabe, los océanos permanecen como un misterio mayormente desconocido, con miles de montañas y accidentes geográficos submarinos inexplorados. En Las Grutas, navegando a 5,5 kilómetros de la costa, preparan el equipo para sumergirse para bucear a 23 metros de profundidad alrededor del Don Félix, un barco con un arrecife artificial creado a partir de su hundimiento. 
Entre cardúmenes de peces y borbotones de aire comprimido que se elevan hacia la superficie, nos asomamos al interior de uno de los principales atractivos de esta localidad. El silencio reina en el fondo del mar y, mientras se desplazan con movimientos suaves, muy lentamente los sorprende la vegetación abundante y la enorme variedad de peces que circulan a su alrededor. La embarcación encallada por años se ha convertido en un arrecife artificial que atrae la vida subacuática y aporta nuevos hábitats donde crecer y guarecerse. Una práctica para disfrutar del silencio y la calma en las profundidades oceánicas.
“No existe un registro oficial de los naufragios acontecidos frente a estas costas pero la lista es extensa y alentadora. La mayor parte de las embarcaciones se hundieron en forma accidental pero otras fueron hundidas deliberadamente”, explica Hugo Sorbille, instructor de la Escuela de Actividades Subacuáticas Argentinas. Como el buque Albatros, un pesquero de arrastre de 30 metros de eslora, hundido intencionalmente en septiembre de 1998 en Puerto Madryn, a una profundidad de 27 metros con marea alta. Una marca para buzos avanzados.

Más hundimientos

El Folias, encallado en la playa unos 20 años atrás, luego de sufrir un incendio a bordo. El pesquero de bandera argentina fue construido en 1967 por la empresa Astilleros y Construcciones S.A. de Vigo, España, y permanece de costado sobre un fondo de arena. Si bien es considerado uno de los más atractivos, está bastante deteriorado por las marejadas y los temporales. 
Siempre frente a Madryn, la goleta de madera Río de Oro se hundió hace aproximadamente 65 años, a unos 400 metros del Muelle Piedrabuena pero, después de tantos años, está prácticamente destruida. Un poco más allá se encuentran los restos del naufragio Emma, una goleta vela-vapor de tres mástiles, de madera y metal, que se hundió el 20 de enero de 1947 frente estas costas. La nave formó parte de la flota de Ernest Henry Shackleton en la Expedición Imperial Transantártica (1914-1917). Sin embargo, la mala suerte le jugó en contra cuando el barco quedó atrapado en una banquisa de hielo que lo aplastó lentamente hasta provocar su hundimiento. 
De regreso a tierra firme, el próximo objetivo será el buque Antonio Miralles, un barco hundido en marzo de 2004 y en muy buenas condiciones para realizar ingresos a los compartimentos internos, con espacios de circulación amplios que permiten acceder al puente y hasta a la sala de máquinas. Pero esa ya es otra historia. 

Por Alejandro Rapetti

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