Tuesday 19 de March de 2024
BIKE | 12-03-2019 16:53

Descenso a todo bike en el Batea Mahuida

Padres e hijos subieron al volcán para, después, bajar a las chapas. Una salida de enduro a puro vértigo.
Ver galería de imágenes

El Batea Mahuida es un volcán inactivo ubicado a 1.948 metros de altura en las cercanías de Villa Pehuenia –Neuquén–, casi en el límite con Chile, y posee un centro de esquí con nieve durante siete meses. Allí, algunos integrantes de La Mafia del Pedal, el grupo de enduro de San Martín de los Andes, decidieron subir a la cima de esta montaña y bajar “a los chapazos”. Todos endurean en las cercanías de la localidad y también participan de competencias en Chile, donde esta actividad está más desarrollada. Ahora bien, ¿qué diferencia tenemos entre una MTB tradicional y una de enduro? Básicamente más robustez y recorrido de suspensión, siempre doble, con cubiertas de tacos y ancho superior (2,35).

Los ideólogos de esta aventura fueron Andrés Pita (50) y Héctor Balconi (55), acompañados por sus hijos Martiniano (13) y Fermín (14), respectivamente. En una Ford Ranger con camper se dirigieron hacia Villa Pehuenia, acamparon a la orilla del lago Aluminé y dejaron todo preparado para atacar la cumbre del volcán a la mañana siguiente. La jornada se presentó perfecta, sin viento y con el cielo despejado. Luego del desayuno partieron, no sin antes comprar unas empanadas que se sumarían a las barritas de cereal y los frutos secos que llevaban en sus mochilas. Luego de seis kilómetros llegaron al cruce con el camino que los llevaría a la base del cerro, allí abonaron una entrada económica a la comunidad mapuche que lo administra y empezaron a trepar por el camino de ripio.

0312_batea_mahuida

El calor se hizo sentir, les llevó dos horas llegar hasta un bosque de araucarias donde pararon a almorzar bajo la sombra. El suelo alternaba ripio con arena volcánica que les comía las piernas. También sintieron el alto peso de las bicis de enduro, sobre todo cuando el grado de inclinación se acentuó. Un tema a destacar es el equipamiento de seguridad que utilizan: coderas, rodilleras y casco integral suman peso e incomodidad, sobre todo cuando tienen que caminar y empujar la bici. Pero el entorno lo justificaba todo: el cielo diáfano permitía apreciar no solo el lago Aluminé y parte del volcán Lanín, sino también el lago Moquehue y el volcán Villarrica, de Chile. Tras varias paradas para descansar, llegaron al límite internacional.

A partir de allí la pendiente hizo impracticable el pedalear, el último kilómetro hasta la cumbre les llevó una hora empujando la bici. La recompensa fue ver la laguna azul que cubre el antiguo cráter y comprender su nombre autóctono: Batea Mahuida significa montaña en forma de batea. Sin duda, una de las palanganas más lindas que hayan visto; sin olvidarnos de los volcanes nevados, los lagos azules y los verdes bosques patagónicos.

0312_batea_mahuida

El grupo no aguantaba las ganas de tirarse, pero para ganar un poco más de altura, siguieron otros mil metros –aquí ya se podía pedalear nuevamente–, hasta unas grandes piedras planas donde pararon a descansar y comer para recuperar energías. Desde allí arriba estudiaron las líneas para bajar. Primero se prepararon, desbloquearon las suspensiones de las bicis y se ajustaron las coderas, las rodilleras y las antiparras del casco integral. En orden se fueron tirando, los padres primero y los hijos tras su estela de polvo. 

Una característica de estas bajadas es que por más frenos que tengamos, es casi imposible frenar a cero por la inclinación de terreno, por lo cual se utiliza mucho el derrape de la rueda trasera para timonearla. Aunque parezca exagerado, la misma velocidad brinda seguridad: en determinados tramos, si la bici fuera despacio, se trabaría sobre las piedras; en cambio, al pasar en velocidad, literalmente vuela sobre ellas. Debido a esto utilizan protecciones en codos y rodillas, además del casco, similar al de motocross, y las antiparras que pueden resistir hasta el impacto de una piedra.

0312_batea_mahuida

Y allá fueron. Desde la cumbre del volcán se veían bajar cuatro polvaredas que zigzagueaban a gran velocidad y aprovechaban las grandes piedras planas como rampas para saltar. Luego, un campo de piedra suelta los zarandeó otro poco más hasta dejarlos en un sendero bastante tranquilo que bordeaba una laguna. Tras rodearla buscaron la línea para seguir el descenso. En las cámaras que llevaban en los cascos quedaron reflejados esos treinta y cinco minutos non stop de increíbles bajadas, siempre acompañadas por aullidos de alegría.

Galería de imágenes

Aldo Rivero

Aldo Rivero

Comentarios

También te puede interesar

Más en
Mirá todos los autores de Weekend