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BIKE | 14-02-2020 13:22

15 emocionantes días de bike: de la llanura bonaerense al volcán Lanín

Un mix de bicicleta y montañismo para unir la provincia de Buenos Aires con Junín de los Andes, 1.600 km para terminar haciendo cumbre a 3.780 msnm.
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La idea era unir Buenos Aires con Junín de los Andes en bicicleta y, una vez llegados allí, intentar ascender –caminando por supuesto– el volcán Lanín. El desafío planteaba recorrer unos 1.600 km atravesando parte de las provincias de Buenos Aires, La Pampa, Río Negro y Neuquén. La ruta elegida sería la 205 que, según nuestras averiguaciones, era la que menos tránsito tenía y, en parte, la más directa. Para evitar problemas de tráfico decidimos no salir pedaleando de la ciudad, sino que mis padres nos llevaran en su camioneta hasta Saladillo. Así que finalmente un sábado estábamos armando las bicis en la estación de servicio del pueblo, dispuestos a pedalear durante algunos días por las pampas argentinas.

Para mi compañera Sol y para mí era un bautismo en esto de un viaje tan largo en bicicleta. Si bien yo ya había experimentado alguna que otra salida, ella era la que verdaderamente se llevaba la peor parte, ya que hasta ese momento nunca había pedaleado con carga y, mucho menos, por una ruta colmada de camiones y en la que es poco común ver cicloviajeros.

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Más fácil con ayuda

Aquellos primeros días no fueron del todo placenteros: que si la bici está bien cargada, que si el espejito o los cambios, que si aquel camión que venía atrás se abriría lo suficiente para sobrepasarnos... En Pirovano se nos cortó un rayo de la rueda trasera y, para nuestra sorpresa, los que teníamos de repuesto eran cortos. Mil horas renegando junto a la carpa para tener que caer en la bicicletería del pueblo y darnos cuenta de que lo mejor en esos casos es pedir ayuda, ya que a partir de ahí todo, pero absolutamente todo, resulta súmamente más fácil.

Unos kilómetros más adelante, por la zona de las lagunas encadenadas de Guaminí, la tensión y preocupación que sentíamos aquellos primeros días se fue transformando en una especie de sensación de libertad y alegría. Afortunadamente no había mucho viento y tampoco teníamos grandes subidas, así que podíamos pedalear entre 80 y 120 kilómetros por día sin demasiado sacrificio.

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Carhué y Epecuén

Despertábamos temprano, al mediodía unos mates y algo que comer en alguna arboleda junto a la ruta, y a pedalear otro rato. Aquellos camiones que al principio mirábamos por el espejo con desconfianza resultaron ser súmamente respetuosos y cautos y las bicis, a pesar de estar bastante cargadas, ya eran parte de nuestro cuerpo.

En Carhué nos tocó el cumple de Sol, así que nos fuimos a un hotel con pileta de agua termal y a dar una vuelta por Epecuén, un antiguo balneario que tuvo su apogeo allá por los años ‘70 y que luego se inundaría destruyendo completamente el pueblo. En la actualidad el agua bajó y se pueden ver las ruinas de aquel balneario petrificado por la sal, en donde los únicos residentes que quedaron fueron las palomas.

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Dejamos Carhué y a poco de andar también dejamos la provincia de Buenos Aires. Era nuestra primera gran meta: habíamos pedaleado una provincia y ahora La Pampa se nos abría hermosa y extensa, con una paleta de colores que no nos dejaba de sorprender en cada kilómetro; infinita y grandiosa, así nos recibía. Macachín, Doblas, General Acha: habíamos llegado a uno de los tramos menos poblados de la ruta 152 y de todo el viaje. Una extensión de unos 380 kilómetros donde solo existen tres puntos en los que se encuentra gente. Aquí se atraviesa el Parque Nacional Lihuel Calel, un pequeño pueblito llamado Puelches, que según dicen se encuentra en el centro geográfico del país, y finalmente se pasa por el majestuoso Embalse Casa de Piedra antes de llegar a General Roca.

Teníamos dos opciones para llegar desde la ciudad de Neuquén a Junín de los Andes pero, tras preguntar un poco, nos aconsejaron tomar la ruta 237 y no la 22 que conduce a Zapala. El motivo era simple, si bien la 22 era un poco más directa, la 237 iba acompañada por el río Limay y eso le daba un plus de belleza importante. Cosa que comprobaríamos tan solo al llegar al pequeño pueblo de Villa El Chocón, un hermosísimo lugar en el que pudimos descansar y reponernos para encarar los últimos tramos del viaje.

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Llegando a destino

Finalmente pasamos la intersección de la 237 y la Ruta Nacional 40 y, por lo tanto, solo nos quedaba transitar los últimos kilómetros entre curvas y un paisaje que, metro a metro, mejoraba y nos invitaba a seguir pedaleando. El último día llegamos al cartel que nos daba la bienvenida a Junín de los Andes en medio de una tormenta de aguanieve, viento y muchísimo frío, que no impidió que nos diéramos un fuerte abrazo e hiciéramos la foto de llegada al destino que tan solo unos 15 días atrás nos parecía un imposible.

Algún tiempo después, ese mismo abrazo se repitió a los 3.780 metros de altura para poner el cierre que tanto habíamos imaginado. Había sido nuestro primer viaje en bicicleta y, mientras bajábamos de la cima del volcán Lanín sin poder dejar de sonreír, entendimos con absoluta claridad que no iba a ser el último viaje. La bici y las montañas habían llegado a nuestras vidas para marcarlas definitivamente.

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at Javier Rasetti

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