El 20 de junio de 1900 nacía en la ciudad de Lyon, Francia, Antoine de Saint-Exupéry, recordado por todos como el autor de El Principito. Su vida fue corta, vivió apenas 44 años, pero no por ello menos intensa. Además de escritor y periodista, este hombre fue un apasionado de la aviación, que recorrió el mundo desde el aire, trabajando ya sea como piloto comercial o militar. De las vivencias de su contacto con los aviones y el vuelo, surgieron algunos de sus libros más significativos.
Antoine de Saint-Exupéry empezó a volar en 1921, mientras realizaba el servicio militar. A partir de ahí nunca más se despegó de los aviones. Tras dejar atrás el Ejército, Exupéry se pasó a la aviación comercial, donde trabajó en la empresa Aeropostale, que transportaba cargas livianas desde la ciudad de Toulouse hacia Centroamérica y Argentina.
A fines de 1927, la empresa creó una filial en nuestro país, Aeroposta. El vuelo inaugural lo realizó el propio Saint-Exupéry, que despegó desde Bahía Blanca con destino a Comodoro Rivadavia. Unos meses más tarde, la ruta se extendería hasta Río Gallegos.
De sus días en Argentina surgió su libro Vuelo Nocturno, que narra la historia de un compañero suyo, que debió lidiar con una fuerte tormenta mientras volaba desde Chile hacia Paraguay.
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La crisis de la Bolsa de 1929 implicó la quiebra de Aeroposta, por lo que Antoine y su esposa Consuelo dejaron el país y se mudaron a París, donde contrajeron matrimonio. Aun así, la vida de Saint-Exupéry siguió atada al aire.
En 1935 vivió uno de los momentos más significativos de su carrera como piloto. Él y su mecánico, André Prevot, estaban volando en un monomotor de cuatro plazas sobre el desierto del Sahara, en Libia, cuando perdieron altura a causa de los vientos y se salvaron de estrellarse gracias a la pericia de Antoine, que improvisó un aterrizaje de emergencia.
Los dos hombres estuvieron cuatros días varados en el desierto, rodeados solamente de arena y con muy pocas provisiones. Finalmente fueron salvados por un hombre que pasaba por allí montado en camello. De este hecho traumático, tres años más tarde, ve la luz su libro Tierra de hombres, que estuvo dedicado a Henri Guillaumet, piloto de Aeroposta que tuvo una experiencia muy similar en la cordillera de los Andes.
Henri cubría diferentes rutas entre Chile y Paraguay, pero durante uno de sus vuelos, a la altura del volcán Maipo, los fuertes vientos lo obligaron a aterrizar de emergencia cerca de la laguna del Diamante, del lado argentino. Cuando se enteró de que no había llegado a destino, Saint-Exupéry despegó desde el sur de Argentina para ver si lo encontraba. Su intento no tuvo ningún resultado. Pero por suerte, dos días después de su aterrizaje, Henri salió del avión y se fue en busca de ayuda, eso sí, antes de partir escribió en el fuselaje de la aeronave: “Salí hacia el este, dirección Argentina. Adiós a todos”. Afortunadamente, Guillaumet logró sobrevivir.
Años más tarde, en 1940, Saint-Exupéry volvería a vivir experiencias traumáticas a bordo de un avión. La Segunda Guerra Mundial estalló y Francia trató de defenderse como pudo de la invasión de la imparable máquina bélica de Alemania. Tras la capitulación francesa, Antoine y su esposa se mudaron a Estados Unidos. Él estaba triste y desmejorado, por lo que su editor lo motivó a que se dedicara a la escritura. Así empezó lo que sería su obra cumbre, El Principito.
En 1942 Estados Unidos envió tropas a Europa, que se asentaron en Sicilia a través del norte de África. Con 43 años, Antoine de Saint-Exupéry volvió al Viejo Continente como piloto de combate. Aunque esta vez el viaje solo sería de ida.
El 31 de julio 1944 despejó desde la isla de Córcega un P-38 Lightning, al mando de un piloto francés que había dedicado toda su vida a la aviación y la escritura. Fue el último vuelo de Antoine Saint-Exupéry. Su avión se estrelló en el mar Mediterráneo, acribillado por las balas de un caza de la Luftwaffe, mientras su vida se extinguía entre los fragores de la guerra. Dos años más tarde, la primera edición de El Principito llegaba a la mano de los lectores, y la leyenda del escritor surcaba los cielos empezó a levantar vuelo.
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