Jorge Eduardo Villarino nació el 19 de junio de 1931, en el barrio de San Telmo. Fue un niño proveniente de una familia trabajadora y de bien, pero al que le terminó gustando la plata fácil. Su padre, Jesús Villarino, de profesión boletero de tranvía, le regalo a temprana edad un camión para que trabaje realizando fletes de mercaderías al puerto, pero un buen día, con apenas 17 años, en esas idas y vueltas al puerto comenzó a contrabandear whisky y cigarrillos.
Tiempo después fue por más y comenzó a realizar asaltos a mano armada. El 1 de abril de 1950 fue condenado por primera vez a dos meses de prisión condicional; pero a pesar de ello, continuó desempeñándose como bandolero y enfrentándose periódicamente a procesos judiciales.
El golpe
Pocos conocían a Villarino en esa época. Para muchos era un completo desconocido, hasta que logró consumar el asalto más importante ocurrido en el país hasta ese entonces.
El 28 de agosto de 1957, cuando los relojes señalaban las 19:10, Jorge Eduardo Villarino y cinco asaltantes más consiguieron perpetrar la puerta principal de las Oficinas de la Dirección de la Administración de la Salud Publica que se encontraba ubicada en Paseo Colon 329 de la Capital Federal, logrando reducir a los empleados y escapando en cuestión de minutos con un botín que ascendía a $ 2.500.000, sin dejar rastros.
Luego del hecho se abrió una investigación de la mano del comisario Evaristo Meneses, quien dos meses después recabó la información de que el “rey del boleto” había huido a Montevideo y que se encontraba viviendo en su casa de la calle Miguel Barreiro 3126, Barrio de Positos, por lo que decidió emprender un operativo junto con la policía uruguaya, que dio como resultado la aprehensión y la posterior deportación de Villarino a la Argentina, donde paso a cumplir su condena en la cárcel de Encausados, situada en Caseros y Pichincha, Capital Federal.
Las fugas
En la madrugada del 18 de mayo de 1960, Villarino perpetró una fuga espectacular. Logró realizar un boquete en la pared del pabellón donde se encontraba, llegó al patio y de allí por medio de una escalera alcanzó el techo y finalmente con varias sábanas anudadas se descolgó a la calle. El hecho fue enseguida informado al comisario Evaristo Meneses, quien emprendió nuevamente la búsqueda; mientras que Villarino ya se había puesto manos a la obra y había sumado siete asaltos a su haber.
Tres días después de la efectiva huida, y tras varias averiguaciones, lograron dar con el paradero de Villarino, quien había quedado con un conocido en la calle Brasil y Salta para buscar “matraca” (ametralladora) a cambio de 11 mil pesos, por lo que el comisario armó un operativo que permitió apresarlo nuevamente.
Varios meses después transcurrieron desde que Villarino había sido detenido y alojado en la Penitenciaria de la Avenida Las Heras, la vieja cárcel como la llamaban algunos. Hasta ese momento Villarino y sus “apretadas” ya eran solo un mal recuerdo, hasta que el 27 de septiembre de 1960, a las 7 de la mañana, Villarino que se encontraba recluido en la celda 531 del primer piso en un pabellón de dependencias individuales, pidió permiso para ir al baño. El guardia que vigilaba el pasillo lo vio entrar y continúo su habitual recorrida.
Villarino, al salir del baño, logro romper un eslabón de la cadena que aseguraba una de las puertas del pasillo, consiguiendo así, subir al techo del pabellón desde el cual se lanzó a la terraza del taller mecánico de la penitenciaria. Desde allí, utilizando los postes telegráficos como un acróbata se deslizo al jardín. Oculto entre las plantas llegó hasta las rejas que circundaban el penal, las escalo a la altura de la calle Paunero y logro desapareció antes de que sonara la alarma.
Enseguida volvieron las investigaciones de la mano del comisario Meneses, quien logró descubrir el 29 de mayo de 1961 que Villarino se encontraba rumbo a Uruguay, con el objetivo de tomar un vuelo que lo llevaría a San Pablo. Ante este dato, el comisario logro triangular un operativo entre la policía de San Pablo y la de Montevideo, que dio como resultado el 30 de mayo de 1961 la aprensión de Villarino. Una vez en suelo argentino, lo condenaron a 20 años por los delitos de robo calificado en banda, privación de la libertad y lesiones graves en forma reiteradas.
Sus últimos años
Finalmente, el famoso villano logró ser liberado el 10 de noviembre de 1976, y partió rumbo a Francia donde comenzó a dedicarse al tráfico de drogas y de armas de la mano de su padrino Francius Chiappe, miembro de la mafia de Marsella.
Años más tardes, en 1986, bajo el nombre de Jorge Eduardo Leguizamón Vidal, de nacionalidad paraguaya, fue condenado a 26 años de prisión en España por haber asesinado a un policía en un intento de asalto a una joyería. Logró que lo dejaran libre el 28 de marzo de 1997, pero pocos meses después intento asaltar el Instituto Bancario Cariplo de Milán, pero fue sorprendido por la policía y trasladado a la cárcel de Vigevano, Italia
Su vida se apagó apenas dos años después, el 2 de diciembre de 1999 a causa de un paro cardiaco, cerrándose así un ciclo de delincuencia. Su vida, en los comienzos humildes y desarrollados en un hogar honesto, rodeado de padres y hermanos honorables, quién sabe por qué fenómeno de la naturaleza se desvió hasta convertirse en bandolero. Actualmente su cuerpo descansa en el Cementerio Mayor de Milán bajo el nombre de Leguizamón Vidal.
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