Tuesday 19 de March de 2024
TURISMO | 30-04-2018 11:26

Las dos caras de La Haya

Centro de disputas entre pobres y ricos a lo largo de su historia, pegada a la costa y sede de la Corte Internacional, conquista al visitante con su falta de opulencia.
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Quien haya vivido un par de años en La Haya

probablemente ansíe volver. El encanto de esta ciudad

estriba en que está situada junto al mar, lo que tiene como

consecuencia, por ejemplo, que te despierte la sirena

del ferry que va a Inglaterra. En una mañana bonita de verano uno

tiene la sensación de poder oler en el aire salado la cercanía

tentadora de la playa.

Sin embargo, esto sólo vale para quien vive en la parte buena de la ciudad, en el oeste, que está construida sobre la arena de las dunas del mar del Norte. El este, la parte mala, está construido sobre un terreno pantanoso. Hay poca relación entre las dos mitades de esta ciudad de 500.000 habitantes.

Los dos grupos de habitantes tienen cada uno su propio monumento no

oficial. Los que viven en el este tienen el Haagse Harry, en la

plaza mayor de la zona comercial. La escultura, inaugurada en 2016,

representa a una figura de cómic conocida en toda Holanda. El

personaje, creado por el dibujante Marnix Rueb fallecido en 2014,

siempre anda vestido con un jogging, tiene pelo bastante largo en el

cuello y habla el dialecto popular de La Haya. La otra estatua está

hecha de bronce, se encuentra en la elegante avenida Lange Voorhout y

representa al escritor Louis Couperus (1863-1923), quien fue una

specie de Oscar Wilde de los Países Bajos.

La casa de Couperus en la calle Javastraat es hoy un pequeño museo

que todavía transmite el ambiente muy especial de La

Haya a fines del siglo XIX. Couperus evitó durante toda su vida los

barrios malos. A menudo visitaba el cercano balneario de

Scheveningen que, en su época, tenía un carácter muy diferente,

elegante. El antiguo casino es el único testigo que queda del pasado

esplendor. El resto del balneario tiene una dudosa reputación. Los

habitantes de La Haya prefieren los de Wassenaar y Noordwijk,

situados un poco más al norte.

A lo largo de la historia de La Haya hubo, a veces, enfrentamientos

sangrientos entre los dos sectores de la población. En la plaza

Groene Zoodje, en el centro de la ciudad, hay una estatua del

estadista Johan de Witt (1625-1672) quien, en la Edad de Oro

neerlandesa, fue durante casi 20 años jefe de Gobierno de los Países

Bajos. Sin embargo, en 1672, cuando estalló una guerra, fue linchado

junto con su hermano por una muchedumbre enardecida. Los trozos de

los cadáveres se vendieron como souvenirs. En el Museo Histórico de

La Haya están expuestos una lengua y un dedo.

La mayoría de los turistas sólo visitan la parte de la ciudad

construida sobre arena. Sin embargo, merece la pena ir también a la

otra parte, la que está construida sobre terreno pantanoso. Allí se

encuentra, por ejemplo, el Haagse Markt, el mercado cubierto más

grande de Europa, en el barrio multicultural de Schilderswijk.

Para experimentar la otra parte de la “ciudad bonita detrás de las

dunas” lo mejor es alquilar una bicicleta e ir en dirección a la

playa, por ejemplo por la calle Denneweg con sus numerosas tiendas y

bares en el barrio de Archipelbuurt o el de Indische Buurt.

En el Archipelbuurt, en el barrio de Statenkwartier y en el centro de

la ciudad, La Haya muestra su discreta belleza. En muchas calles se

respira el ambiente de la Belle Époque. Para tomar el té de la tarde

se recomienda ir al Hotel des Indes, donde estuvo alguna vez la

famosa bailarina y espía holandesa Mata Hari. A tiro de piedra del

hotel se encuentra la sede del Gobierno y el Parlamento de Holanda,

el Binnenhof, un complejo de edificios históricos sin vallas de

seguridad ni soldados de guardia.

La Ridderzaal (Sala de Caballeros) es el núcleo del Binnenhof y el

germen de toda la ciudad. En holandés, La Haya se llama Den Haag, que

significa “El Seto”, que fue el nombre original de la sede de los

condes de Holanda y el coto de caza adyacente.

Pese a su modestia, el Binnenhof, con sus edificios intercalados, tiene

su encanto, sobre todo cuando en el cielo se acumulan las nubes de un

típico cielo holandés. Entonces, el complejo con sus tejados afilados

y muros de ladrillo se parece desde el lago Hofvijver, situado

enfrente, al cuadro Vista de Delft, del pintor Johannes Vermeer,

que se puede ver en el vecino museo Mauritshuis.

En la periferia del Binnenhof se encuentra la residencia del primer

ministro holandés, Mark Rutte, que se llama “Het torentje” ( la

torrecita), que no llama la atención de los turistas que pasan junto

a ella. En Holanda, la exhibición pública de poder y riqueza está mal

vista.

Fotos: dpa.

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Andy Meek

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