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TURISMO | 27-04-2018 08:30

Córcega, otro mundo dentro de Francia

Un recorrido por los sabores y tradiciones de esta isla cuyas playas congregan a miles de turistas.
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Casi no hay lugares donde parar el coche en la angosta carretera, llena de curvas, que serpentea montaña arriba hacia Casamaccioli, en el norte de Córcega. El tramo por la Scala di Santa Regina, la “escalera de Santa Reina”, no está exento de peligro. Sin embargo, la quebrada es una de las más bonitas de la isla.

Casamaccioli está situada en la región de Niolu, una meseta en el interior de Córcega, rodeada de montañas. Unos 30 kilómetros separan Corte, la antigua capital de la isla, de este lugar. Casamaccioli es uno de los pueblos más altos y más aislados de la isla.

Sin embargo, quien viaje allí un 8 de septiembre no está solo en el camino. La fecha del nacimiento de la Virgen María atrae a este pueblo de montaña a miles de personas, porque aquí se celebra la fiesta mariana más famosa de Córcega: A Santa di u Niolu. La Virgen María es la patrona de Córcega, que desde 1768 pertenece a Francia. Los corsos veneran a la madre de Dios sobre todo por haberles protegido de la peste, que a menudo causaba estragos en la isla.

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La procesión no va por dentro

Cuando llegamos a Casamaccioli, ya hay una intensa actividad en la plaza frente a la iglesia pintada de amarillo. Arranca la procesión. El obispo va al frente seguido de la madonna de madera y detrás varias hermandades.

La procesión pasa junto a varios puestos con especialidades culinarias corsas, como el jamón prisutu, tan blando como la mantequilla; el lonzu, una salchicha secada al aire hecha de la carne de cerdos semisalvajes; y el calenzana, un queso de cabra lechoso que tiene un aroma picante.

No es posible imaginarse la cocina corsa sin el brocciu, un queso blando fresco de leche de cabra u oveja. Los campesinos y los comerciantes en Casamaccioli lo venden en todas sus formas y variantes. Y a los corsos les gusta condimentarlo abundantemente.

El Macchia, tal como se llama el matorral mediterráneo eternamente verde en Córcega, cubre la mitad de la superficie de la isla y esparce por el aire el aroma de tomillo, mejorana, romero, albahaca y mirto. Dicen que Napoleón Bonaparte, el emperador de Francia y probablemente el corso más famoso, aseguraba que con los ojos vendados podía reconocer la isla tan solo por el aroma.

Los migliacci, tortillas horneadas con queso fresco brocciu, son una auténtica exquisitez. Y la Pietra, cerveza fresca, ligeramente dulce, hecha de castañas, es excelente para quitar la sed. Los isleños utilizan la harina de castaña como base para numerosos platos y productos. Desde hace algunos años incluso se usa para elaborar whisky.

La fiesta A Santa di u Niolu es un curso rápido para conocer la cultura corsa. La isla está situada a solo 180 kilómetros de la Francia continental, pero muy lejos de la Madre Patria. En ningún otro lugar de Francia las tradiciones religiosas están tan vivas como aquí.

A última hora de la tarde es hora de abandonar Casamaccioli. El siguiente destino es Ghisonaccia, en la costa este, llamada Costa Serena. Allí nos esperan interminables playas de arena y un vaso de Patrimonio, considerado el vino más fino de la isla. El vino se elabora principalmente con uva de la variedad Nielluccio, que no crece en la Madre Patria. Córcega es un mundo diferente.

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Nota completa en Revista Weekend del mes Abril 2018 (edición 547)

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Marcelo Ferro

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