La geografía isleña se desdibuja en una gran pampa líquida donde acaso alguna garza parada o una nutria en reposo nos dan la pauta de que allí hay aguas bajas. Matías Jalil demuestra su baquía pasando por lugares imposibles. Y al llegar a la laguna Verde se escucha: “Tiren acá que están”. Hablaba de las tarariras, especie normalmente activa desde primavera en adelante, pero que en un anticipo de temporada logramos pescar en condiciones adversas de clima y viento antes de finalizar el invierno.

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Para llegar a ese momento habíamos navegado dos horas desde San Nicolás de los Arroyos. Matías, el guía, nos venía anticipando que la pesca nicoleña estaba dura. Sin
embargo, nos tiró una punta: tentar taruchas, que ya estaban activas. Y allí nos encontrábamos, en un pasadizo acuático mínimo en donde la lancha tenía calado

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suficiente para navegar, mientras que a los lados el agua escurría en superficies irregulares con profundidades que iban de 10 a 50 cm, manchones de lentejuelas

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tapizando algunos sectores y camalotes. Un verdadero parque de diversiones taruchero.
Tanteos iniciales
Mientras armábamos nuestros equipos de bait de 6 pies con cañas de 10-17 libras (1 libra: 0,453 kilos) con reeles de perfil bajo con multifilamento de 40 libras, repasábamos lo vivido hasta llegar a ese momento en el que íbamos a hacer la pesca del día. Porque la suerte no había acompañado hasta entonces: los únicos tres piques de dorados fueron
concretados, pero el pez escapó al primer salto. Veníamos zapateros y buscábamos revancha.
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