A pesar de las dificultades y el exigente entrenamiento, los cruces de la Cordillera de los Andes en bike son realizables, ya sea por los pasos bajos (unos 3.000 msnm) como por Las Cuevas o Pehuenches. Pero intentarlo por un paso virgen para las bicis, con alturas superiores a los 4.100 m y sin apoyo externo, ya es un proyecto extremo.

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Ese fue el desafío del grupo Los Reynolds, que ya había realizado recorridos como el Camino de la Muerte, en Bolivia, y también pedaleó en Venezuela, Surinam y parte de Brasil. La planificación previa, cartografía y permisos de ambos países (cruzaron en un lugar donde no había aduana) les llevó muchos meses. También tenían el factor climático muy ajustado: lo ideal era a principios de enero con una duración estimada de 5 a 8 días. De la partida fueron: Gabriel Vacas (29), coreuta del Teatro Colón; Néstor López (31), contador; y Ricardo Apaolaza, geógrafo investigador de la Universidad de Buenos Aires. Lamentablemente, a último momento el médico del grupo, Francisco Canale, no pudo sumarse a la travesía.
Tomando como base la ciudad de Barreal, en San Juan, Los Reynolds partieron hacia Calingasta, último vínculo con la civilización, y pusieron rumbo oeste, hacia la cordillera. Por el trabajo previo sabían que la altimetría sería uno de los factores clave: sólo ese día treparon desde los 1.421 m a los 3.195 m, y un viento seco en contra con temperaturas de 42 °C los obligó a bajar de las bicis y subir a pie un largo repecho. Luego de 43 km, en la tercera jornada llegaron a la base de la Cuesta de La Zeta.

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La proyección para la cuarta jornada era... ¡seguir subiendo! A las nueve de la mañana ya se encontraban pedaleando por el camino de ripio, con una fría novedad: algunos arroyos de deshielo estaban desbordados y tapaban la ruta, por lo que tenían que cruzarlos levantando las bicis (por la resistencia de la corriente contra las alforjas era imposible pasarlos pedaleando). Asimismo, por el peso de la bici cargada lo ideal era que la levantara un biker de cada lado. Resumiendo, tres bicis, tres cruces con dos ciclistas de cada lado: seis veces helados.
En bici pero a pie
Las zetas que ascendían los obligaron en varias ocasiones a desmontar y subir empujando la bici. Lento pero implacable, el camino empezó a subir hasta los 4.175 m en el Paso de la Totora, desde donde descendió hasta los 3.957 en el Portal del Cobre, y a 3.590 para el pequeño valle que antecedía a la altura máxima del trayecto: 4.335 m en el Portal Cabeza de León.
Las compus de las bicis marcaban 7 km/h en la subida, y segundos después se disparaban a más de 35 km/h cuando empezaba la bajada. A pesar de la emoción era indispensable tener la cabeza fría por las dificultades para mantener estable la bici por su peso, maniobrabilidad y la consistencia del piso. Un accidente en esa zona podía tener consecuencias trágicas.
Nota publicada en la edición 499 de Weekend, abril de 2014. Si querés adquirir el ejemplar, llamá al Tel.: (011) 4341-8900. Para suscribirte a la revista y recibirla sin cargo en tu domicilio, clickeá aquí.
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