Thursday 25 de April de 2024
PESCA | 28-08-2022 10:00

Tras los pasos del Gran Paraná

En una migración inusualmente abundante hasta esa zona, los grandes pejerreyes llegaron en masa a la capital entrerriana. Los pescamos de orilla en un hermoso paseo público.
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Así como el humor consiste muchas veces en poner algo donde no va, el chiste de la pesca en ocasiones es hallar la gracia de pescar una especie allí donde no la esperamos. Esto es el resumen de lo vivido en Paraná, Entre Ríos, ciudad donde no es frecuente encontrar pejerreyes grandes conviviendo con los dorados y la fauna típica del Paraná Medio, en un remonte extraordinario de más de 500 km de la especie, que nunca había sido vista en tanta masividad en la zona.

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“No es que no hayan aparecido antes, porque de hecho solíamos pescar cornalitos y ocasionalmente se daba alguno bueno, pero este año hay tal cantidad que los pocos que contamos con equipos para pejerreyes en esta zona podemos ir un rato a la mañana y volvernos con 8 o 10 ejemplares muy buenos. Soy nacido acá y esto no lo habíamos vivido nunca”, señala Gabriel Ducasse, pescador concursero de Paraná, quien nos convocó a dar cuenta del fenómeno.

Viaje placentero

Allí fuimos aprovechando una excelente frecuencia de micros que nos permitían partir a medianoche desde Retiro para estar antes del alba en Paraná, pescar en todo el horario solar y regresar a la noche a Buenos Aires, viajando descansados. La primera impresión de Paraná, en el trayecto hacia la Bajada Grande, que sería nuestro destino de pesca, es que los habitantes de la capital entrerriana disfrutan de una ciudad con una envidiable y armónica relación con su río, con bulevares costeros, esculturas, ferias artesanales, limpieza y hermosos paseos públicos.

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Dicha sensación de lugar cuidado se multiplicó al llegar al sitio de pesca, porque Bajada Grande es una bajada de embarcaciones pública sita en un parque público con playa, zona parquizada con bancos, parrillas y frondosa arboleda, baños y hasta pileta para lavarse las manos. Una suerte de club de pesca sin cuota social, donde no falta ningún servicio y donde pasan vendedores ofreciendo chicharrón, pastelitos y otras delicatessens locales que harán más amena cualquier jornada de pesca costera.

Un bello entorno

Y aquí vamos al otro punto importante de este relevamiento: la pesca se hizo exclusivamente de orilla (en rigor desde un gran mirador elevado con pilotes), con posibilidad de pescar con el auto al lado en ese parque hermoso custodiado por la estatua de la virgen Nuestra Señora de las Aguas Dulces. El ámbito de pesca es una suerte de rectángulo peninsular que gana unos metros al río, haciendo que, aguas abajo, haya un hermoso remanso en el que haremos trabajar las boyas.
Armamos equipos clásicos con cañas de 4 a 4,50 m, reeles tipo 2500 con multifilamento 0,18 y aparejos de tres boyas con puntero impulsor pescador o remate en bigoteras. En mi caso también dejé a mano una caña armada en tres tramos, más reforzada que las clásicas de peje, para buscar meter un aparejo en el medio del río en caso de que la pesca se alejara de la orilla. Las brazoladas rendidoras van de 20 a 50 cm. Cabe destacar que se alargan un poco más de lo normal debido a que muchas veces pescamos retenidos, debido a que aguas abajo hay otros pescadores orilleros y no podemos dejar derivar indefinidamente el aparejo, por lo que cerramos el pick up, y esto hace que las brazoladas flameen en el agua y se eleven un poco. Un plomito en ellas ayudará a que no suban a superficie elevadas por la correntada o, con solo dejar la carnada unos centímetros debajo, ya estaremos en zona para los grandes pejes.

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Las emociones pueden darse en un rato cuando arriban los cardúmenes o con piques espaciados. Esta segunda opción fue la de nuestro día, en donde hubo que estar atentos para no perder ejemplares. La toma del pejerrey que llega a estos lares, migrador poderoso y necesitado de proteínas antes del desove (ver Carnadas), es brutal: un arrebato que quiere sacarte la caña de la mano, como si fueran doradillos. Nada de boyas suavemente desplazándose de lado, ni anticipos de pique con bulos debajo de la línea. No señores, aquí el Gran Paraná lleva con todo, al punto de terminar cortándome el dedo con el multifilamento cuando, en un arrebato, clavé con el índice puesto en este hilo entramado.
Lo que sigue son peleas maravillosas, de flechas de 35 a 50 cm, apoyadas en una correntada poderosa, por lo que la sugerencia, tras perder un par de capturas por intentar levantar al pejerrey directamente al mirador, es sacarlo hacia la costa, permitiendo así que si se suelta caiga a tierra y podamos ir a buscarlo.

Momentos “dorados”

Como se dijo, los piques fueron espaciados, acaso por un elemento imponderable que nos jugó una mala pasada: el fuerte viento de unos 30 km que hacía muy rápida la deriva de boyas. Teníamos ya una docenita de capturas de muy buen porte en las que noté cierta mutilación en las aletas caudales, haciéndome sospechar que este pejerrey no solo caza sino que es cazado, pese a su interesante tamaño. Pero esa sospecha se transformó en certeza cuando un hecho fortuito me permitió cambiar escamas de plata por oro.
Sucede que un matungo que pica a distancia me corta el puntero, una bigotera tipo palito… el pez se iba llevando el flotador y entonces tomo una caña de spinning ultraliviano que había armado para tentar lachas, sardinas o el propio pejerrey, y salí corriendo a tratar de pescarlo. Pero el puntero, con el pejerrey traccionando, se iba alejando de la costa y lo perdí. Con un dejo de frustración voy desandando el camino desde la playa al mirador cuando un aficionado local me dice: “Usted que tiene señuelo, tírele ahí (me dijo marcando una saliente del muro de contención de la playa), que cuando pasan mis boyas me las ataca un dorado…”. Ni lerdo ni perezozo hice el intento y al primer tiro, pegado a la orilla, un doradillo tomó mi pequeño jighead al que le había montado un grub acorde a su tamaño, exigiendo con hermosos saltos a mi equipito ultraliviano de caña de 2-6 libras, fluorocarbon 0,15 y leader de multifilamento de 10 cm rematado en un pequeño snap.

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Esperaba que me cortase en cualquier momento, pero regulando la estrella del microrreel y con la caña aguantando los embates, pude arrimarlo. Creo que de no haber usado un jig de un anzuelo simple grandecito, no hubiera podido clavarlo dado que los triples pequeños de los señuelos ultralivianos son doblados fácilmente por las mandíbulas de dorados así. La batalla culminó con éxito y pude sumar dorados a las imágenes del día.
No obstante, atento a que mi anfitrión Gabriel siguiera cuidando las cosas de pejerrey, decidí armar una cañita de fly Nº 3, para ver si ese dorado no estaba solo y lograba alguna captura en esa modalidad. Con un pequeño streammer de unos 7 cm, tras 15 minutos de casteo perpendicular a la costa o trabajando en 45 grados, tuve éxito con un pequeño ejemplar de doradillo, más chico que el anterior, pero que me regaló una hermosa sonrisa al haberme permitido cobrar dorados en esta modalidad tan deportiva.

Piques cerca de la orilla

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Luego de esas emociones volví a mi pesca de pejerreyes, objetivo central de este relevamiento, comprobando otro detalle importante: muchos piques se dieron cuando las líneas se iban recostando sobre las costas, que son de bajada bien pronunciada,  por lo que a un par de metros de la orilla estaremos en aguas que nos llegarían al pecho. Si el pejerrey no es corrido por los doradillos, allí se arriman buscando comida también.
Así nos despedimos de Paraná, satisfechos de habernos dado el gusto con una especie distinta allí donde no la suponíamos. “No sabemos si esto se debe a la gran bajante que enfrió el agua más de la cuenta o si se hará hábito que el pejerrey llegue hasta ésta zona en cantidad. Lo que te digo es que muchos paranaenses ya empezaron a comprarse equipos de pejerrey porque descubrieron el encanto de esta pesca. Entre ellos, yo mismo”, cierra Ducasse a quien le agradecimos el aviso de esta situación y con quien armarnos la logística local para este relevamiento.
Así las cosas, en el micro de regreso, acomodado en la butaca y mirando fotos antes de dormir, ya decidí que Paraná ingrese a mi lista de sitios pejerreyceros a visitar la temporada siguiente. Y no es chiste.

La carnada

  • En esta geografía donde no es frecuente pescar pejerreyes no hay venta de carnadas para esta especie, por lo que nuestro anfitrión –Gabriel Ducasse– utiliza una pequeña trampa para mojarras en la que, con un pan adentro y un rato de espera en un arroyo cercano, se va proveyendo del vital insumo.
  • Vital pero no exclusivo, puesto que los paranaenses han notado que este pejerrey que busca proteínas antes del desove y no desdeña ningún bocado al paso, le entra con ganas a una delicatesen local: el tongoril, es decir, la tripa de sábalo. Cortado en rodajitas y encarnado con una o dos pasadas, este particular cebo es atacado en igual medida que las mojarras, aunque una combinación de ambos cebos es fantástica.
  • En mi caso, haber llevado filet de pejerrey coloreado de rojo, usado para rematar encarnes, también sumó capturas. Como se suele decir, en la variedad está el gusto y es solo ir ajustando encarnes a la carnada que prefieran los pejerreyes ese día.

Mapa de la zona

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  • Cómo llegar: desde la Ciudad Autónoma de Buenos Aires hay 500 km, por RN 9 Rosario, luego RN 11 hasta Santa Fe y, finalmente, RN 168 hasta Paraná. En esta oportunidad viajamos en micros Flecha Bus, saliendo desde Buenos Aires a las 0:20 con arribo a las 7, y regresando a las 23:30 para llegar a Retiro a las 6:30. www.flechabus.com.ar o Instagram: @FlechaBusOficial
  • Referencia en pesca: Gabriel Ducasse puede orientar al visitante en todo lo relativo a pesca deportiva en la zona (lugares, dónde comprar carnadas, etc.); Tel.: +54 9 343 468 1823.

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Wilmar Merino

Wilmar Merino

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