Sunday 28 de April de 2024
PESCA | 25-11-2023 15:00

Río Juma, Brasil: alto, bajo y con grandes peces

El Amazonas registra su más bajo caudal desde hace medio siglo. Sin embargo, la pesca está siempre presente, en este caso, con espectaculares tucunarés.
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Llama la atención ver tan seco al río por el que cae al mar el 20 % de las aguas dulces de todo el mundo. Esta vez, se nos planteaba un nuevo desafío en mi primera visita al río Juma: pescar grandes tucunarés con un caudal bajísimo. El curso nace como un pequeño arroyo y viborea hacia el Norte para desembocar en varias lagunas y riachos, y terminar en el gran Amazonas, un poco aguas arriba del Madeira. Curiosamente, este último pone el freno hacia el Este al hábitat del tucunaré açú (“grande” en lengua nativa), es decir que en el río Juma habita la especie más potente del pez más encantador de la selva. Increíblemente, al oriente del Madeira no habita esta especie sino parientes más chicos.

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El viaje es una hermosa aventura: desde Manaos, una hora de combi nos deposita en puerto Ceasa, donde almorzamos pescado en un típico comedor. Luego, una lancha cruza el río Negro en su junta con el Solimoes, lo que da lugar a uno de los atractivos de la zona: la unión de aguas de dos colores bien definidos. Por el norte bajan las negras, transparentes, del primero; por el sur, las barrosas del brazo que llega de los Andes. 

Cueva de monstruos

En media hora estamos en el puerto de Careiro de Várzea, desde donde un micro, en una hora, nos deja en el Paraná del Mamorí para, luego de dos horas de lancha, llegar a la posada Toca do Açú. 
“Toca” significa “cueva” y el nombre está muy bien puesto porque, en esta región, “se acovacha” el tucunaré más buscado en el mundo por su gran tamaño, el Cichla temensis. Es un gran cazador al acecho que prefiere la protección de palos o esos vallecitos arenosos llamados drop off para, con furia descomunal, atrapar a sus víctimas. 

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Un grupo de siete argentinos pasamos cinco días en el alto Juma, acompañados por Rubinho, de Pescaventura, el máximo referente de la pesca en Amazonas con más de 30 años de experiencia en estas aguas. Pescamos mayormente en bait, con alguna excepción con mosca y spinning. Las lanchas para dos personas, con plataformas, son muy cómodas y cuentan con motores eléctricos para llegar con menos ruido a los mejores lugares. 
El río es muy curioso: corre encajonado entre altas barrancas de unos 60 grados, pero también forma extensos bañados donde sólo los guías saben, sin correntada, cuál es la forma de atravesarlos. Aunque está muy bajo, aún permanecen árboles y ramas semihundidos: son el lugar donde aguardan las bestias. 
Los jigs fueron, como casi siempre, los señuelos más eficaces, trabajándolos, en este caso, con cierta velocidad pareja, casi como un stripping de mosca. Engaños de subsuperficie y media agua también rindieron. Sin embargo, usamos muchas hélices y paseantes porque queríamos ver la explosión de este pez al atacar en superficie. Fueron menos acciones, pero espectaculares.

Los “argento”

Dos artificiales me darían las piezas más grandes: un Fatty de Gozio y un Spinner Bait de Alfer´s. El primero, en un lago grande, donde quería cubrir más superficie de agua, porque los troncos estaban muy separados unos de otros, y, por tanto, pesqué en spinning. Este crankbait hunde apenas unos centímetros, mueve mucha agua por su contextura y, cuando lo apurás recogiendo más rápido o con un leve golpe de caña, se desplaza un poco hacia los costados. Todo hay que hacerlo con excesiva prolijidad para que no salga fuera del agua. En una de esas recorridas, detrás de un árbol atacó el récord de mis 15 viajes a Amazonas y de esa semana en esa posada contando todos los pescadores: 84 centímetros, unos 8,5 kilos. 

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Con el Spinner Bait, en cambio, aproveché una zona de palos cruzados. Parado en la plataforma y, gracias a los flecos claros, podía ver cuando necesitaba acelerar la cuchara para que pasase por arriba de un obstáculo y cuando desaceleraba para que bajase tras este esquive. En una de estas profundizaciones, picó otro gran tucunaré que se lo engulló todo y, por tanto, nadó menos ahogado a gran velocidad. Midió casi 70 centímetros.

Otros invitados

La gran cantidad de palos hace necesaria una caña de 20 a 25 libras (1 lb = 0,453 kg) para poder dominar la pieza. Así y todo, muchas se escapan, especialmente, las aruanás, maestras en saltar y escupir el señuelo. Más confiados, los jacundá o cabeza amarga se mezclan entre los tucunarés y, si bien, no alcanzan tan buen tamaño ni pelea, tienen maravillosos colores. También pican, aunque rara vez, los buscados arapaimas o pirarucús.  

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Todos los días nos levantamos a las 5:30 para desayunar (muy variado y rico, como todas las comidas) y a las 6:00 bajar los 99 (sí, los conté) escalones para salir a pescar. A las 12:00 volvemos a almorzar y descansar una siesta. A eso de las 14:00 reanudamos actividades hasta las 18:00 en que oscurece. Solamente un día, el paréntesis del mediodía lo hicimos en la selva, comiendo un rico asado: es que habíamos navegado unas dos horas aguas arriba, donde el Juma se angosta, en busca de lugares menos trillados. La pesca, sin embargo, no fue mejor que más cerca de la posada. 
Todos lograron su tucunaré grande; todos quedaron admirados por el pique tan potente. Una vez que lo acercamos a la lancha, pega otra o varias corridas muy fuertes que obligan a estar muy atentos y con el freno del reel bien ajustado: si está muy libre, ganará un palo; si está muy justo, se romperá el triple, la línea, el snap o la caña. 
La pesca en el río Juma es increíble. Debido a que hay varias posadas, durante la jornada cruzamos muchas lanchas; sin embargo, el tamaño de los tucunarés que se obtienen es excelente. Además, otro punto a destacar es el costo, que puede llegar a ser la mitad que otros paquetes amazónicos. La posada es sencilla, pero ofrece todos los servicios que un pescador necesita, incluyendo un lujo para la zona, una hermosa piscina.

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Los guías son todos muy buenos. Vaya como prueba esta anécdota. Silvio clavó una bestia con una hélice. Nadó rápido hacia la lancha y se atrancó en un árbol hundido sobre el canal, calculo que a unos tres o cuatro metros. El guía se sumergió. Vino un guía de otra posada a ayudarlo. En una apnea increíble lograron desengancharlo del señuelo y trajeron al pez a la lancha, mientras Silvio recuperó la línea recogiendo. Sólo en Amazonas.   

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Néstor Saavedra

Néstor Saavedra

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