Saturday 5 de October de 2024
PESCA | 06-07-2024 10:00

Madariaga y sus gigantes de los laberintos

Súper pejerreyes que superan el kilo de peso en la Salada de Madariaga, un ámbito magnífico con buenos servicios. Equipos, carnadas y técnicas para dar con estos ejemplares que dejan una huella en nuestras retinas.
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Antes que se venga el frío, fuimos a probar suerte a la Salada Grande de Madariaga, una laguna que se vislumbra como vedette de la temporada. La realidad es que, para realizar este material, tuvimos que suspender el viaje varias veces a causa del mal clima, dato fundamental a chequear previo a emprender la marcha. Si llueve pocos días antes o el mismo en que decidimos viajar, más vale suspender, ya que romperemos un camino de tierra que está muy cuidado por el municipio a causa del alto tránsito del lugar por su atractivo turístico.

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Nuestro amigo y referente de Balcarce, Diego Taty Mancino, había estado relevando el ámbito desde una semana anterior y obtenido resultados más que sorprendentes. Y allí fuimos, entonces, en busca de estos súper pejerreyes de la mano de los guías locales Jonathan y Lucas Burgos, personajes no menores, ya que son de los expertos más calificados de este ámbito: salen con ocho embarcaciones completas y otros guías a la orden de ellos durante toda la temporada.
A las 8 de la mañana llegamos al pesquero y nos anunciamos en portería. La organización ya tenía el operativo en marcha para embarcar en el muelle con ambos guías (además de excelentes personas) y mi padre, todos ansiosos por la calidad de pejerreyes que capturaríamos según el pronóstico de los días anteriores.

En acción

El día se presentó con poco viento, sólo 5 km del sector Este. Jonny le indicó a su hermano Lucas por dónde transitar la laguna hasta llegar a los famosos laberintos, un lugar de complicado paso para las embarcaciones de gran porte y motorización, ya que tiene una franja de agua muy estrecha que obliga a mantener el rumbo para no romper los motores a causa de la poca profundidad y la abundancia de juncos, más alguna otra sorpresa sumergida. Llegar a este lugar maravilloso infectado de matungos no es para cualquiera: no todos arriesgan su embarcación ni conocen los recovecos al detalle, porque se llega apagando el motor y empujándose en silencio mediante largas cañas de bambú para no espantar a los cardúmenes, La clave es ir con cautela y sigilosamente buscando los claros.

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Una vez que llegamos, los hermanos estudiaron el sector mientras nosotros armábamos los equipos reforzados: cañas telescópicas de 4,30 a 4,50 m para hacer lanzamientos largos ya que no teníamos viento; y multifilamentos de 15 lb (1 lb = 0,453 kg) de buena calidad debido a las sorpresas que podían ir desde los 500 gramos hasta superar holgadamente los dos kilos. Como motivación teníamos presente el récord de Lucas en este lugar: un peje de 2,655 kg y 66 cm, que no es un tamaño esporádico, ya que en forma semanal vienen logrando piezas de entre uno y dos kilos. Completamos la línea de 3 brazoladas con boyas tamaño número 3 del tipo chupete chico, y anexamos al final un pilotín o alcahuete como bigotera para que este derive entre los juncos y la mojarra encarnada a él tentara a los matungos. Estábamos en el lugar exacto donde días anteriores se venían dando piezas superiores al kilogramo.

Búsqueda de matungos

El primer grande de la mañana no se hizo desear: Lucas sacó un ejemplar muy combativo que superó los 500 gramos e izamos con el copo. La mañana fue transcurriendo mientras probábamos diferentes colores de boyas para dar con la más efectiva de la jornada, al tiempo que cada cinco minutos pescábamos piezas siempre superiores al medio kilo. Cuando llegó el mediodía teníamos una heladera de 35 litros llena con piezas de calidad y nos encontrábamos devolviendo al agua pescados de más de 40 cm de longitud. Optamos entonces por movernos 10 m por cada 5 piezas capturadas, de esta forma no espantaríamos al cardumen con los lances. Fue en este momento que llegó el mensaje del guía: “Acá vamos a clavar algunas piezas de más de un kilo, así que estén atentos al pique muchachos”.

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Mientras tentábamos a la suerte, Lucas preparó filet de dientudo de la misma laguna, el que armó muy prolijo tipo banderita y le anexó una mojarra por anzuelo para tentar a los más grandes. No tardamos más de 10 minutos para que mi padre capturara su récord de 920 g tras una notable pelea que obligó a copearla para no perderla. Y si algo nos faltaba fue el broche de oro de Jonathan, quien unos minutos después pescó un ejemplar de 1,255 kg, piezas que los guías ven a diario, pero que nosotros que vamos de manera esporádica resultan una figurita difícil, más aún en otras lagunas bonaerenses a causa de las escasas precipitaciones veraniegas.

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Final de jornada

A las 5 de la tarde, y con más de 80 piezas seleccionadas superiores a los 500 gramos, más dos lingotes casi de un kilo, emprendimos el regreso. La clave, sin duda, estuvo en los guías, dos hermanos que tienen una visión diferente de la pesca, que conocen cada rincón de este ámbito y que saben transmitir ese conocimiento para enriquecernos. De hecho, había más embarcaciones en la laguna pero ninguna levantaba tantos pejerreyes como la nuestra. De más está decir que el espejo se encuentra en su mejor momento, tanto en pesca como en nivel de agua y servicios. El Club de Pesca y Náutica de Madariaga, del cual partimos, cuenta con un gran muelle que supera los 100 m, además de amplias comodidades.

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Despedida

  • Esta nota fue parte de la edición papel del mes de junio de revista Weekend, publicación que se engalanó con este relevamiento de Gustavo Frontoni y que contó con la guiada de Jonathan Burgos, uno de los conocedores del ámbito como pocos y que permitió que concretemos una excelente pesca para reflejar en nuestras páginas. Jonny venía sufriendo una larga enfermedad a la que le daba lucha a diario y, en la jornada del miércoles 4 de julio se produjo su fallecimiento, un triste desenlace para los aficionados que iban regularmente a pescar en esa zona. Burgos supo ganarse el respeto y la admiración entre clientes, colegas y el mundo periodístico, a los que atendió sin importar si era un medio destacado o una humilde consulta. Siempre pendiente del teléfono para asesorar al pescador, no dudó en suspender una salida si las condiciones no estaban dadas o si el pejerrey no quería comer. Algo que les pasaba a muchos, pero no tantas veces a Jonny quien, vaya a saber cómo, siempre se las arreglaba para encontrar el pique, con una atracción especial con los flecha de plata, lo que lo hacía de los más requeridos. Si a eso sumamos su calidez como persona, el combo era perfecto. Sencillo, campechano y espontáneo, Jonathan Burgos deja un hueco profundo y frío en el corazón de todos los que tuvieron el honor de disfrutar de su amistad. Un vacío muy grande en la pesca deportiva y en su laguna, la Salada, un ámbito que cada vez que surque una lancha por sus aguas estará presente. Vaya nuestro afecto a todos sus seres queridos y sea este texto, su último relevamiento con Weekend, un homenaje. 

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Gustavo Frontoni

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