Islandia, que forma parte del reducido grupo de países que sigue cazando ballenas a pesar de la prohibición general, podría estar a punto de poner fin a esta práctica. Y no solo por la presión de una opinión pública internacional muy desfavorable, que ha provocado una gran disminución en el consumo de carne de ballena. Los costos de esta actividad, sumado a la situación de crisis sanitaria, han llevado al país a renunciar a la caza de ballenas por segundo año consecutivo, lo que se interpreta como el principio del fin definitivo de esta actividad.
Para matar las ballenas se le lanzan arpones con punta de granada que explotan en su interior; en la imagen, balleneros japoneses
Junto con Noruega y Japón, Islandia sigue desafiando la prohibición de la caza de ballenas establecida por la Comisión Internacional de Caza de Ballenas (CBI), que se aplica desde 1987. Sin embargo, el número de ballenas cazadas en Islandia ya estaba muy por detrás de los demás países. Desde que reanudó la caza de ballenas en 2003 después de una pausa de 14 años, la nación isleña ha matado a 1.505 ballenas, cuya carne se ha vendido principalmente a Japón. A pesar de esto, el año pasado, el gobierno islandés optó por seguir desafiando la prohibición internacional y permitir la caza de ballenas hasta 2023.
Video que muestra cómo es la faena de la ballena una vez capturada por el barco pesquero.
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Pero algo está pasando en la isla. El pasado mes de abril, el gerente de la compañía de caza de ballenas minke IP-Utgerd, Gunnar Bergmann, aseguró en declaraciones a la AFP que “nunca más voy a cazar ballenas, me detendré para siempre”. También Kristján Loftsson, CEO de la principal compañía ballenera en Islàndia, Hvalur, aseguró en el periódico islandés Morgunbladid que sus barcos no se embarcarían este verano.
Las razones alegadas tienen que ver con las restricciones de distanciamiento social impuestas por la pandemia de Covid-19, que dificultan en trabajo de la tripulación y el procesamiento de ballenas. Pero lo cierto es que el año anterior, los barcos de Hvalur tampoco salieron a la caza, debido en gran parte a las dificultades con su principal mercado, el japonés.
En 2019, Japón puso fin a 80 años de caza de ballenas en la Antártida, se retiró de la Comisión Ballenera Internacional y se centró en la caza de ballenas en sus propias aguas costeras y su zona marina. Los nipones se adaptaban así a los cambios de mentalidad, que han provocado la disminución del consumo de carne de ballena en los últimos años. Actualmente, los japoneses consumen unos 30 gramos de esta carne por persona al año. Ante estas cifras, se acumulan en los almacenes cerca de 4.000 toneladas de carne de ballena sin vender.
Como en Japón, también en Islandia se ha producido un cambio en la opinión pública. Árni Finnsson, presidente de la Asociación de Conservación de la Naturaleza de Islandia, explica en declaraciones a National Geographic que “lo que ha cambiado es que la industria pesquera ya no está dispuesta a apoyarlo. Sienten que Islandia necesita poder exportar pescado al mercado estadounidense, y no quieren continuar defendiendo la caza de ballenas. Creo que ha terminado”.
El avistaje de ballenas en Islandia es una actividad que va ganado terreno turístico, en detrimento de la caza.
Por otra parte, en número de personas interesadas en la observación de ballenas ha crecido en Islandia entre un 15 y un 34 % anual desde 2012. El aumento anual de observadores de ballenas es ahora mayor que el número de personas que fueron a observar cetáceos en 2000. Esto ha provocado que se amplíe el espacio de la Bahía Faxaflói reservada desde 2007 como santuario de ballenas, eliminando así los terrenos de caza de los balleneros.
Fuente: La Vanguardia
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