Friday 19 de April de 2024
PESCA | 12-02-2021 12:54

Gran prueba de señuelos con tarariras en Gualeguay

Por más que nos quedamos con ganas de sacar unos dorados, la jornada ofreció taruchas a raudales. Una oportunidad perfecta para pulir nuestras habilidades como pescadores y de paso conocer mejor nuestro equipo.
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Hacía mucho que no iba a pescar a Gualeguay, ciudad natal de toda mi familia, de grandes vivencias y pescas. En esta ocasión fui con Damian y Pablo en la lancha de Martín Andersen, joven guía local, muy profesional y con mucho conocimiento de toda la zona, ideal para buscar tarariras.

La idea original era hacer mediodía en busca de las tarariras y después ir por los dorados, todo en modalidad baitcasting, pero en el transcurso llovió no solo en la zona, sino mucho en el Chaco y Corrientes, por lo que las aguas bajaban sumamente turbias y era en vano perder tiempo tirándole señuelos a los dorados. Podríamos, si queríamos, hacerle unos tiros con carnada.

Fue así que decidimos empezar con las tarariras y solo probar con carnada anclados durante el almuerzo, después veríamos. A pesar que la lluvia solo sirvió para enturbiar el agua, todo seguía muy seco y al límite del desastre. Empezamos en un arroyo que nacía en el río Gualeguay, de unos 70 m de longitud que se cortaba por falta de agua y de 6 o 7 metros de ancho. Calculé que no tendría más de 50 cm de profundidad.

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Con que señuelo empezar

Con el agua así es muy difícil de superficie, así que decidí empezar con uno de sub-superfice. Abrí la caja y puse el Grebe, un Crank de muy poderoso rattling (sonido). Hice el lanzamiento y a los 50 cm de recorrido ya tuvo un ataque, pero fallido. Unas vueltas de manija, otro ataque y está vez con captura. Otro lanzamiento, otra captura. A la quinta tararira supe que el lugar estaba apestado de peces, ideal para probar señuelos y su rendimiento.

En estas circunstancias no hay mérito del pescador, pesca cualquiera. Lógicamente un pescador experimentado va a sacar muchas más piezas que otro sin tanta destreza, pero son números nada más. Si nos controlamos en cuanto a querer sacar y sacar es el mejor momento para aprender. Para eso hay que hacer las cosas al revés: poner señuelos que no andarían en estas condiciones y trabajarlos de distintas maneras. Poner un color y otro del mismo señuelo para ver qué diferencia hace con el color del agua, etc.

El señuelo Kraken

Así que saque ese crank y puse el nuevo de Payo: el Kraken, que también es de sub-superficie, pero es silent (sin sonido); iba a ser muy difícil de detectar con estas condiciones, pero mueve mucha agua y con la velocidad correcta de recuperación tendría que funcionar. Lógicamente no como el anterior, en teoría, pero a eso íbamos: a salir de las teorías e ir a la práctica.

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En el recorrido del primer tiro tuvo 3 ataques, aunque todos fallidos: mueve mucha agua. De los tres sentidos que usan las especies cazadoras para atacar un señuelo (lógicamente dejando el olfato de lado) tenían solo uno: la línea lateral que les advierte de vibraciones, no había efecto sonoro ni visual. En el segundo tiro regulé la velocidad de recogida y tuve mí captura, que me puso muy contento. Probé varios tiros más con buenos resultados. Es un crank que va a rendir mucho.

A la superficie

De ahí me fui a lo impensado: superficie. Empecé lógicamente con señuelos con mucho sonido, el ataque en superficie tiene que ser muy certero por parte de la tararira para concretar la captura.

Primero fue el Whooper Popper, que lógicamente anduvo. Después el Charca que también anduvo, hasta que por último pase a la prueba del Cobra: paseante de la nueva línea de señuelos en goma. Acá sí que estuvo difícil, no solo no hacen sonido, sino que tampoco lo veían. Fue al golpe. Lo arrojaba un poco más alto para que hiciera bastante ruido al caer y lo detecten, después lo movía en el lugar y solo así tuve premio.

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No los voy a aburrir más con mis pruebas. Después de haber sacado incontables tarariras y solo algunas de buen tamaño, aunque muy pálidas, le pedí a Martín si nos llevaba a otro lugar. Navegamos durante unos cuantos minutos y desembarcamos en otro arroyo un poco más ancho y más largo, no tan encajonado y con el agua un poco más clara.

Empecé a caminar el arroyo. Mis compañeros fueron a una laguna que había a unos metros. Puse de todo y nada funcionaba. En otra ocasión podría pensar que no había pescados, pero si el guía nos trajo eso era impensable. Con el agua baja y muy caliente buscarían refugio en la frescura del barro, estarían bien pegadas al fondo. Recurrí a los softbait y los trabajé de forma lento; ahí empezaron a atacar y fueron una tras otra.

Acá empecé con pruebas de colores de gomas, con cuchara, sin cuchara. Al escuchar los chapoteos los otros muchachos se acercaron, habían tenido muy poca actividad donde estuvieron. Se activó tanto la zona que aparecieron unos chanchos con crías a ver qué pasaba y de paso se metieron a bañarse. Ya era hora de comer algo y el ímpetu de explorador que tengo ya quería mover a otro lugar.

Decidimos comer arriba de la lancha mientras probamos con carnada para tentar algún dorado, pero lo cierto es que o comíamos o hacíamos mover el plomo de buena manera. Así que lo dejamos quieto y nos dedicamos a comer.

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En la espera salieron un par de patíes bastante lindos para no haberlos buscado de la manera adecuada y a pleno mediodía. Ya no quedaban muchas opciones a como estaban las condiciones del río, así que después de comer repetimos el escueto, pero lleno de tarus. Entre los tres, a la mañana, habíamos pinchado más de 100, pero increíblemente seguían saliendo.

Esto habla de lo importante que son los guías. Con las condiciones realmente adversas la verdad que estábamos teniendo una excelente pesca con lo que más nos gusta: los señuelos.

Quizás dedicándole más tiempo a la carnada hubiésemos tenido la oportunidad de dar con algún buen dorado, pero nos decidimos por lo otro. A la vuelta paramos en otro arroyo y levantamos algunas más. Así se iba terminando este excelente día que lo cerramos navegando en un atardecer soñado, enrojecido como pocos para dejarnos sellado a fuego el deseo de volver.

 

Gentileza de Walter Gastaldi para Sentí la Pesca.

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Daniel Rodríguez

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