Thursday 18 de April de 2024
PESCA | 14-08-2018 08:45

Pesca en kayak entre las islas del río Paraná

Una jornada épica con dorados y una rica variada de cuero a la altura de Bella Vista, Corrientes.
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Luego de recorrer en bicicleta Bella Vista junto a Aldo Rivero, quedé enamorado de este paraje correntino y sus infinitas posibles aventuras. Remar en kayak por el Paraná y circunnavegar entre las islas no paraba de darme vueltas en la cabeza, pero para poder concretarlo necesitaba de la asistencia de un guía y su lancha, ya que las fuertes corrientes pueden resultar innavegables al momento de querer remontarlas remando. Fue así como Freddy Feyen, director de turismo de Bella Vista, me presentó a Leonardo Cantalupi. Fue una grata sorpresa, es el primer guía que conozco que presta sus servicios para nosotros, los kayakistas, y además ¡cuenta con los kayaks! No hizo falta organizar muchos detalles, Leonardo se ocupó de todos los pormenores.

Con el trucker sobre el agua y cargado con todo lo necesario, me esperaban Leo, Freddy y Carlitos, alumno del taller municipal de pesca. Comenzamos remontando el Paraná con rumbo norte. En el camino armé mi equipo: una caña de bait de 12-25 lb (1 lb = 453,592 gramos) y un reel de perfil bajo cargado con multifilamento de 50 lb. Un equipo algo sobredimensionado para aguantar los maltratos que puede recibir sobre el kayak y, de ser necesario, prepotear al pez fuera de palos u obstáculos que pudiera encontrar.

Tras el primer dorado

El día permaneció nublado en todo momento, con viento sur de 16 km/h, soportable para pescar desde la embarcación. El agua estaba muy fría, el ecosonda marcaba 14 ºC. Por sugerencia de Leo encaramos la pesca con carnada, y utilizamos morenas vivas encarnadas en el anzuelo desde la cola hacia la cabeza. Mientras descargaba el kayak de la lancha, Leo me indicó dónde estaban los veriles, qué sectores rendían para pescar al golpe y por dónde debía dejar caer y derivar la carnada.  Subí al kayak con mi equipo, el chaleco, el boga grip y una pinza para sacar anzuelos. No necesitaba cargar más ya que él me venía siguiendo en la lancha.

Comencé probando al golpe contra la costa de un islote, mientras la corriente me derivaba río abajo. Con el remo a mano y cruzado sobre las piernas, cada tanto acomodaba el kayak para alinearlo a favor de la corriente. La isla Yuruatá que termina en punta fina, de donde emergían las ramas de un árbol seco y la correntada aceleraba, parecía el lugar ideal.

Lancé el engaño esperando el pique instantáneo, pero no sucedió. Sorpresivamente, la corriente me giró el kayak 180º y me alejó del islote, haciéndome bordear el veril formado por el arroyo Correntoso. Tuve tiempo de volver a lanzar al mismo point que había quedado frente a mí, río arriba. Dejé que la morena bajara mientras ambos derivábamos con la corriente. El kayak perdía velocidad en una turbulencia y la línea se tensionaba fuertemente. Bajó la punta de la caña y esperé por unos segundos tortuosos conteniendo la ansiedad, hasta que algo clavó enérgicamente. De inmediato veo el salto del dorado a muy pocos metros. Tenía la fortaleza necesaria para arrastrar el kayak a su antojo. Pero de a poco fue perdiendo fuerzas hasta que pude levantarlo para sacarle una foto e inmediatamente devolverlo al agua. Al mismo tiempo escucho el jolgorio en la lancha. Carlitos había pescado por sus propios medios su primer dorado y Leo un pequeño surubí.

El río no es como el mar

Tras estos piques se acercaron con la lancha y Leo me repuso la carnada, después me remontó para que vuelva a hacer nuevamente el mismo tramo. Pude pescar uno más en la segunda pierna, aunque de menor tamaño. De ahí nos dejamos caer hasta unos bancos de arena.

Se sentía intensamente el olor a sábalos y los podía ver lomeando en la orilla de arena clara. Cada tanto, la presión del agua abría su paso entre los bancos de arena, formando unas correderas hermosas. Me acerqué con el kayak y lancé la carnada sobre ellas, la dejé derivar y no tardé mucho en concretar varias capturas más.

El segundo día no cumplió con lo pronosticado, el intenso viento sur imposibilitaba la pesca sobre el Paraná. Por suerte, Leo me tranquilizó: “El río no es como el mar, acá siempre podemos encontrar un lugar calmo”.

Encaramos hacia el sur, con un cambio bien diferenciado de paisaje. El norte de Bella Vista es de tipo delta, mientras que al sur encontramos las grandes barrancas ocres y rojizas cercanas al Toropi. Hicimos una pesca de variada muy entretenida. Con cubos de sábalo y masa pescamos bogas, manduré, bagres amarillos, moncholos, patí y hasta pacú reloj.

Finalizando la tarde, asomó por primera vez el sol. Leo me dijo: “Sujetate del trucker que te llevo hasta unos palos”. Mi sorpresa fue grande al ver que “los palos” eran la punta de un árbol seco que apenas emergía. “¿Te podes atar de ahí?”, me preguntó. Si bien parecía una maniobra peligrosa, pude resolverla rápidamente; siempre estuve tranquilo ya que él estaba cerca mío pescando en otro palo. Dejando derivar la línea más de 200 m, encontré los piques mientras recogía lentamente. Apenas los veía saltar de lejos que ya tomaban la morena. Fue una hermosa seguidilla de cinco doradillos, hasta que el sol dio por terminada la jornada al ocultarse en el horizonte.

Nota completa en Revista Weekend del mes agosto 2018 (edicion 551)

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