Aprovechando nuestro último viaje a Goya cubriendo las posibilidades de pesca del surubí, hablamos con el guía para hacernos un tiempo y practicar la pesca de dorados utilizando solamente señuelos o carnadas artificiales. Javier Enrique, quien finalmente nos guiaría, decía que nos íbamos a sorprender por la calidad y cantidad de dorados que obtendríamos, sabiendo de antemano que la pesca estaba muy buena debido, entre otras cosas, a la abundancia de cardúmenes de peces forrajeros que se movían en sus clásicos pesqueros.
Gualeguay disfrutó de una nueva Fiesta del Patí
La idea era intentar entre Goya y Esquina, en el circuito formado alrededor de los famosos y reconocidos esteros del Isoró, lugar que fue declarado como reserva, con restricciones y prohibiciones para pescar dentro de él. Toda esta zona cuenta habitualmente con aguas muy claras y un sinfín de riachos e hilos que se forman entre la densidad de camalotes que integran gran parte de los esteros. Obviamente, también podemos ver salidas de arroyos, lagunas y algunas zonas con pequeñas barranquitas que suelen estar tapadas por el agua. Distinto es observar el interior de los arroyos del área, con gran cantidad de árboles de diferentes denominaciones y costas tapiadas de vegetación, donde podemos probar con especies menores. Sin lugar a dudas, la cuenca del Isoró es un reservorio natural ideal para el ecoturismo y la conservación.
Este pesquero, uno de los íconos de la provincia de Corrientes, también es utilizado internacionalmente por los adoradores de la pesca con mosca o fly cast. Aficionados de todas partes del mundo vienen a recorrer su interior para pescar y divisar su excelente flora y fauna, que comprende carpinchos, ciervos de los pantanos, yacarés, monos y algún otro que se nos escapa.
En San Pedro, la vuelta de las tarariras
Los equipos
Para esta pesca de dorados con artificiales estuvimos divididos en dos grupos: los que querían probar con equipos de spinning y los que preferían hacerlo con los de baitcasting. Sin dudas, para estar cubiertos en todos los aspectos, deberíamos llevar cañas de entre 1,70 y 2,10 m de largo, de acción de punta y potencia media o, como se denomina en los tiempos modernos, medium heavy. Dentro de esta categoría vamos a encontrar cañas que van entre las 8-14 lb, 10 - 17 lb y 12 - 20 lb (1 lb = 453,592 gramos), tanto sea en bait como en spinning. Los reeles deberán ser medianos, con buen registro de freno y una capacidad mínima de carga de 100 m de multifilamento de 40 o 50 lb. En cuanto a los señuelos, sin dudas vamos a llevar todos los que nos parecen necesarios o bien, después de una charla con el guía, los que él nos pueda recomendar. Pero, si debemos elegir, la respuesta es: llevemos todos; una vez que estemos allá, veremos cuáles son los más eficaces. De lo contrario, podemos llegar a arrepentirnos de dejarlos colgados en la vitrina.
El complemento que no debe faltar para esta parte del equipo es: nylon fluorcarbono, leader de acero, snaps o mosquetones, gorra de visera y anteojos. Una vez finalizado el relevamiento del “toro del río”, como ya dijimos, enfocamos todos nuestros cañones a la otra pesca, la del “tigre del río”, que tantas problemáticas a resolver plantea en cada una de las excursiones que realizamos.
Nuestro guía nos venía comentando de la claridad del agua y del tema de los cardúmenes de forrajeros, por lo cual él consideraba que no sería tan inalcanzable la posibilidad de dar con buena cantidad de peces. Tras pernoctar en la isla, nos levantamos muy temprano para tomar un buen desayuno y disfrutar de la primera parte del día. Navegamos muy poquito hasta la boca de la laguna La Colacha y ya se veía claramente el cambio de agua con el Soto, otro de los arroyos importantes del lugar. La idea era arrojar bien adentro de la laguna y recoger no muy rápido señuelos de media agua.
Primeros lances y piques
Junto al guía éramos cuatro personas en total y todos tratamos de hacer algo diferente: algunos eligieron del tipo minnows y otros tipo sticks para cruzar la correntada de una manera diferente. Los primeros tiros fueron a modo de prueba pero sin resultados en ninguno de los casos. Hasta que en un Bomber Windcheater de color celeste tuvimos la primera respuesta, un dorado de aproximadamente 5 kg que nos regalaba con sus saltos un color azul y oro en superficie, digno de una filmación.
Así se fueron dando varios piques más en los que la vedette fue una bananita Voraz multicolor con una paleta Nº 1 que, después de dos manijazos, ya daba piques ahí nomás de nuestro campamento.
Mediante un método muy particular –un clásico silbido– nos dimos cuenta de que era la hora del almuerzo, por lo que debíamos dejar de pescar por un rato para disfrutar de un momento a la sombra junto a varios amigos que compartían la misma pasión pero en otras embarcaciones. Todo fue muy rápido y placentero, y cuando teníamos todo listo para volver al mismo lugar, el guía nos comunicó que íbamos a pescar en toda la zona conocida como Boca Nueva. Un ambiente diferente pero que reunía características parecidas a las del pesquero recién relevado.
Navegamos a marcha lenta y, unos 100 m antes de llegar, paramos la marcha para bajar el motor eléctrico de proa y acercarnos muy despacito, ya que se veían los cardúmenes cazando y revoleando –literalmente– mojarras y sabalitos por el aire. La locura pesqueril invadió la embarcación y, para no sufrir accidentes, acomodamos bien todas las cosas y nos ubicamos de manera tal de que todos pudiéramos pescar medianamente cómodos.
Más y más piques
Cayeron los señuelos al agua y enseguida tuvimos respuestas de dorados de todos los tamaños; ninguno era chico, todos superaban los 3 kg de peso, algo que llamó poderosamente nuestra atención. Fue tal el frenesí que reinaba, que decidimos buscar otros lugares para tener la posibilidad de que la pesca nos resultara más difícil, algo inusual en este deporte.
Con estos conceptos, la idea era buscar un lugar con menor cantidad de piques y la posibilidad de dar con algún dorado de los buenos, esos que arriman o superan las dos cifras. Tocamos un par de puntos y nada, resultados negativos hasta que Javier nos dijo: “ahora vamos a ir a una punta en la que sólo van a poder pescar dos personas, así que tiren la moneda a ver quién se queda afuera”. Zafé, esta vez pude pescar y con mucha suerte, ya que pinché un hermoso dorado de 7 u 8 kg, y corté uno bien grande que, luego de pasar bajo un tronco, me aflojó toda la línea.
Con una sensación de vacío pedí revancha para el otro día, ya que tendríamos unas horas más de pesca y otros lugares para recorrer. Con cientos de anécdotas disfrutamos de una buena cena y, muy tempranito, nos fuimos a dormir para aprovechar la mañana siguiente.
Las primeras luces del amanecer nos encontraron navegando hasta la confluencia de unos riachos con el río madre, donde podíamos ver claramente el corte del agua y, otra vez, la cacería de los dorados y algunos pico de pato que sacaban su boca chata fuera del agua para tomar varias mojarras a la vez.
Nuevamente arrojamos señuelos de colores flúo para producir un efecto distinto en el agua y tratar de lograr algunos piques. Sin duda, fue nuestro momento porque no parábamos de tener respuestas ante cada lanzamiento con pesos muy variados, ya que los dorados iban desde los tres hasta los seis kilos, con alguna excepción que llegó a los ocho.
En esta excursión pasamos realmente unos días geniales, con mucha pesca y de la buena, disfrutando nuevamente de los esteros del Isoró, un pesquero excepcional.
[gallery ids="65147,65149,65151,65153,65155,65157,65159,65161,65163"]
Nota completa en Revista Weekend del mes Mayo 2018 (edicion 549)
Comentarios