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PESCA | 09-01-2018 09:02

Tras las truchas salvajes del Chubut

Río Pico y Corcovado, vivimos jornadas plenas de piques y excelentes capturas de truchas marrones y arco iris. Tácticas, técnicas y equipos. Galería de imágenes.
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Lagos, los ojos del paisaje para algunos. Y si son lagos sureños, son ojos verde esmeralda o azul intenso, de increíble transparencia e inconmensurable belleza. Pescar siempre es grato, pero si lo hacemos en un escenario como el de la región de Río Pico, donde la mano del hombre no ha llegado a modificar demasiado las cosas y lo silvestre es tan parte del paisaje como de la genética indómita de sus grandes truchas salvajes, lo grato se eleva a un nivel de fascinante.

Llegamos al Lago Nº 3 en compañía de Hugo López, conocedor como pocos de los secretos de esa geografía de ambientes agrestes, cincelados por el viento patagónico a lo largo de milenios de paciente labor. Tomamos como base de operaciones el complejo de cabañas Los Toldos, de Mario García, quien también se sumó al equipo.

El Lago Nº 3 es un espejo somero, con una profundidad media de unos 5 a 6 metros y una máxima de 10 m, lo que lo convierte casi en una laguna y en un gran productor de alimento para las truchas. A diferencia de los grandes lagos, que en su parte media son improductivos debido a su hondura, aquí la luz penetra bien hasta el fondo y todo el espejo se vuelve fotosintético (no sólo sus orillas), con mucho fitoplancton y excelente producción de alimento. Esto se percibe en el porte y la fortaleza de sus peces, que se los nota bien vitales, sanos y bien comidos.

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Los equipos apropiados para este ámbito pueden ir del #6 al #7. Si bien hay grandes y poderosas truchas, no existe tanto enganche y la zona de pelea suele ser  bastante despejada. Se pueden cargar los reeles con líneas de flote para la franja de bañados y con líneas de hundimiento medio o rápido para los sectores más profundos. Los líderes: en el orden de los 5 o 6 pies, terminando en un tippet 0X a 1X. En cuanto a moscas, rinden muy bien los estrímeres de pluma marabou y los de pelo de conejo ya que tienen muy buena movilidad en el agua quieta. Dos colores sumamente efectivos en esta oportunidad fueron el negro y el naranja. Las moscas con cabezas muddler dieron también buenos piques y capturas. El agregado de patas de goma y alguna hebra de brillo en los estrímeres les otorga un plus de atractivo y vivacidad.

Los bañados de la costa occidental tienen por el momento una profundidad que no permite el vadeo, pero sí se puede actuar desde el bote, con la precaución de no dejar bajar demasiado la línea si es de hundimiento o no usar moscas muy lastradas. Es una zona donde el agua invade el campo en años como el que pasó, de tanta precipitación y nevadas récord en invierno. También en este sector se pueden emplear líneas de flote con estrímeres, donde lo interesante, una vez concretado un pique, es la pelea, ya que la trucha no puede buscar profundidad y compensará con vertiginosas corridas la falta de hondura.

Además, por esta parte pantanosa del espejo, en años de tanta agua el Lago Nº 3 se conecta con el río Pico, nutriéndose de peces y aportando al curso algunos de sus grandes trofeos. Por los canales de los bajos mallinosos del oeste llegaron alguna vez las truchas marrones desde Chile, ya que la provincia no registra siembras de la especie en esta cuenca y sin embargo las hay y muy buenas, baste con contemplar algunos de los ejemplares que ilustran esta nota.

En los cursos de agua la comida viaja y una trucha puede estar apostada esperando por el forraje que está regido por el moverse del agua. En cambio, en los lagos la conducta es muy diferente, la comida no llega, hay que ir a buscarla. Las zonas más productivas son las franjas costeras y las orillas propiamente dichas. La mayoría de los organismos que son potenciales alimentos de las truchas, buscan cobijo y comida entre juncales, vegetación sumergida, recovecos de las piedras y algas. Por esta razón, en los lagos los peces adoptan una actitud más errante, desplazándose permanentemente por la franja costera buscando bocados como diminutos crustáceos, insectos, peces forrajeros desprevenidos o desprotegidos e incluso pequeños reptiles como lagartijas, anfibios (ranas y sapos) y hasta roedores (ratones).

No es casual que se muevan por las orillas hurgando entre los accidentes del fondo o entre la vegetación costera o esperando que algún bichito caiga o salte al agua. Por eso, la mejor estrategia de pesca es posicionarse con el bote a distancia de tiro de la orilla e ir lanzando hacia la costa tratando que la mosca caiga a escasos centímetros del borde y comience a actuar allí mismo.

De esa manera conseguimos las mejores arco iris de este relevamiento, lanzando hacia los juncales costeros. Y para seducir a las buenas marrones, lo hicimos en el sector del promontorio rocoso del Este, con orillas de piedra con caída a pique y de buena profundidad, donde pegaba el oleaje. Lanzamos desde el bote hacia las rocas y que la mosca prácticamente pegara en la pared rocosa y cayera al agua. En ambos casos el ritmo de recogida fue rápido y con estripeadas largas, lo que desencadenó los mejores ataques y las truchas más grandes.

Río Corcovado

Si los lagos son los ojos, los ríos son las venas del paisaje. Venas por donde circula y fluye la vida. Y si hablamos de cursos interesantes para la pesca, el Corcovado se erige como uno de los grandes del Chubut. Para pescar este notable río nos trasladamos desde Río Pico hacia el norte por una ruta más que pintoresca, que atraviesa zonas boscosas, bordea el lago Vintter, cruza por el puente donde nace el río Corcovado y su célebre boca, y va pasando por los accesos a todos los lagos de la zona, como el Engaño, el Falso Engaño, el Berta y el Guacho.

Luego continúa bordeando la margen izquierda del río Corcovado, recorriendo el valle de sur a norte hasta llegar a la localidad de Corcovado, donde contamos con el apoyo de Omar Cevallos y su equipo. Conspicuos conocedores del río que además de la pesca operan el rafting. El tramo a prospectar sería el del Corcovado medio, un sector que por esta época se presenta como de aguas blancas, turbulentas y veloces. Con rápidos espectaculares, debido a lo accidentado del relieve. El río corre por momentos por encajonados cañadones, chocando corrientes de costa a costa en un paisaje imponente que va bajando entre rápidos y sectores de aguas mansas, alternando correderas escalonadas de casi un metro de altura y posteriormente piletones o pozones profundos, cercado por momentos por paredones de piedra con bosques de cipreses en lo alto de los acantilados y que va cambiando a tramos con lengas en las riberas y sectores de vegetación achaparrada, apareciendo algunas orillas bajas con sauzales. Un río truchero con todos los condimentos para encontrar infinidad de mini pesqueros donde poner una mosca. Con el beneficio adicional que, por su estructura intrincada, deja poco margen para la sobrepesca de orilla y la depredación, lo que hace que tenga truchas en buena cantidad y calidad para la pesca desde embarcaciones.

Con Matías Cevallos y Henry Thomas flotamos más de 10 km del Corcovado medio con la seguridad que da ir con acabados conocedores de cada rápido y cada piedra. Lanzando con equipos de potencia #5 a #6 y líneas de hundimiento hacia las orillas, donde el agua corre más lenta y da refugio de las corrientes más fuertes y turbulentas, y brinda mayores chances de comida a las truchas. También poner una mosca cerca de los paredones a pique es una buena estrategia, como lo es hacerlo bajo las ramas de un sauce o tras una piedra emergente, donde se forman contracorrientes y remolinos.

Tensas exigencias

Siempre se lanzará al límite, con ráfagas de viento arrachado que juegan a voluntad con las líneas, aumentando mucho las posibilidades de colgar una mosca en algún arbusto orillero, de enlazarla en un palo o de engancharla entre dos piedras, máxime cuando se actúa desde un bote en movimiento sometido a la fuerza de la corriente y que casi nunca puede volver atrás a desengancharla, pero las recompensas valen el riesgo de jugársela en cada lance y justifican sobradamente la merma en la caja de moscas.

Durante el transcurso de la flotada pescamos unas cuantas truchas arco iris y marrones, muy potentes, vitales y enérgicas, por vivir en un ámbito de aguas veloces que les exigen un entrenamiento y una gimnasia constantes.

Además de la pesca con estrímeres, intentamos con líneas de flote y ninfas con indicador de pique (strike indicator). En este caso hay que utilizar líneas de flote. La idea es dejar derivar libremente en la corriente una ninfa lastrada atada a un tippet fino que puede ser un 4 X, suspendida desde arriba por un pequeño flotador a manera de boyita. Cualquier cambio de velocidad, frenada, pausa, movimiento antinatural o hundimiento del indicador debe ser interpretado como pique y exige clavar. Es corto el tiempo que la trucha mantiene la ninfa en la boca antes de darse cuenta del engaño y expulsarla. Un emocionante juego de concentración y justeza en la clavada. Tan apasionante como lo es actuar en estos pesqueros del Chubut, de ríos como venas y lagos como ojos, con truchas indómitas y silvestres, que nos dejan el propio sistema circulatorio pulsando más adrenalina que sangre y los ojos bien abiertos.

Nota completa publicada en revista Weekend 544, enero 2018.

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Alejandro Inzaurraga

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