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PESCA | 22-11-2017 09:06

Acción en el río San Juan

Un curso no muy conocido pero que figura entre los preferidos de los especialistas locales. Fuimos a probar el San Juan y nos regaló intensas jornadas de buen pique. Galería de imágenes.
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Buscando alternativas dentro de los pesqueros tradicionales de nuestro Paraná Medio, mediante llamados telefónicos y algún que otro mensaje nos interiorizamos para saber cómo estaba la pesca en el río San Juan, afluente ubicado aguas abajo del puerto entrerriano de La Paz. Se trata de un curso poco conocido que nace y muere en el mismísimo Paraná, luego de serpentear varios buenos lugares de pesca con desbordes, barrancas no muy altas y varias desembocaduras de ríos y arroyones tributarios que vuelcan sus aguas trayendo forrajeros y algunas especies mayores. El Paraná venía bajando mucho y ciertos pesqueros se veían cercados por la poca posibilidad de trasponer algunos arroyos debido a la escasa cantidad de agua para navegarlos, resultando así casi indispensable probar únicamente sobre los grandes ríos o algún arroyo profundo.

La primera comunicación con la zona fue con nuestro amigo y guía paceño Aníbal Bahler, quien nos actualizó las cuestiones naturales y también nos anticipó cómo estaba la pesca. Aníbal nos alentó para que viajáramos: nos aseguraba que no nos íbamos a arrepentir porque se estaba dando una buena pesca de dorados y que también intentaríamos con los surubíes y las tarariras.

Cuando las salidas son entre amigos y en estos paradisíacos lugares, es muy fácil lograr completar el grupo. Así, junto a Natalio Seggioli y Gabriel Salitre Capozzy rápidamente nos pusimos de acuerdo para ponernos en marcha hacia La Paz. En esta oportunidad elegimos viajar en ómnibus para evitar el cansancio de manejar luego de la jornada de pesca. Como no había mucho tiempo durante la semana, pensamos que era la manera más cómoda para todos. Un par de días antes de partir nos reunimos para decidir qué equipos íbamos a llevar y tratar de reducir al máximo nuestros bolsos de pesca para no incomodar el traslado.

Armado de la caja

La idea era pescar tanto con artificiales como con carnada natural. Para los señuelos llevamos sólo equipos de baitcasting armados con cañas de entre 14 y 17 libras de potencia máxima (1 libra: 453,592 gramos), reeles rotativos de bajo perfil cargados con hilo multifilamento de 40 libras y varias cajas de señuelos con modelos y colores que nos permitieran intentar la pesca de dorados en todas las profundidades. También agregamos algunos señuelos de látex con antienganche, porque la idea era probar con las tarariras en zanjones de la zona. Para la pesca con carnada, las cañas eran de entre 20 y 25 libras de potencia, con reeles rotativos cargados algunos con nylon 0,40 mm y otros con multifilamento de 50 libras. A estos equipos le sumamos anzuelos 7/0 al 8/0 atados con cable de acero de 50 libras y de unos 40 cm de largo, más algunos plomitos corredizos de entre 10 y 40 gramos.

Los días fueron pasando hasta que por fin llegó el ansiado momento de la partida. Así, desde la Terminal de Retiro salimos una noche con todas las ganas y la esperanza de poder hacer un buen relevamiento.

Despues de un viaje muy placentero llegamos a la casa de Aníbal bien de madrugada. Y eran tantas nuestras ganas que café mediante nos quedamos charlando y aventurando lo que podría pasar en la inminente jornada de pesca. Revisamos el estado del clima en la computadora y no resultaba muy alentador en cuanto al viento: nos tocaría en suerte un día bastante ventoso, que dificultaría nuestros planes iniciales.

Apenitas amaneció ya estábamos cargando nuestras cosas en la lancha y enseguida pusimos proa aguas abajo del puerto paceño en dirección al río San Juan. Hicimos una parada anterior en unos palos en el medio del Paraná, donde realmente parecía que estuviéramos viendo lo que nos marca el manual de pesca del dorado con señuelos. No nos daban las manos para armar las cañas. Aníbal acomodaba la embarcación y ya se sentían los casteos de mis compañeros en busca del pique. Pasamos de un lado y del otro, pero sólo tuvimos algunos enganches y nada más. No lo podíamos creer: en un gran lugar marcado por el guía, no tuvimos ni un solo pique.

Entramos al río San Juan y las condiciones eran otras. Estábamos mucho más resguardados del viento y se veían algunas cacerías de dorados en superficie. Nuevamente fuimos con todo al agua y comenzaron a darse los primeros piques, con portes variados que iban desde los 2 hasta los 5 kilos en el mejor de los casos. Muy divertida resultó la pesca en la primera pasada que hicimos, y la idea era seguir probando lugares.

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Más piques

Luego de una curva pronunciada asomaban unas barrancas donde corría muy fuerte el agua, condiciones ideales para golpear con nuestros señuelos y con morena como carnada natural. Yo sólo miraba y estaba atento a la cámara, pero mis compañeros obtenían piques continuos en un corto tramo de nuestro garete, que siempre era ayudado por el motor eléctrico de proa para no alejarnos del lugar. Entre los dorados también se mezclaban algunas palometas y diferentes tipos de especies de cuero.

Luego hicimos una parada en la isla para comernos un buen asado. Pero bien a mano teníamos una zanja que cruzaba de lado a lado, hacia donde Natalio y Gaby fueron en busca de las taruchas. En tono de broma les di cuatro minutos para sacar la primera. Sobraron tres.

Tremendo el pique de esta especie, que nos regaló emociones mientras esperábamos el almuerzo. Los portes iban desde 1 hasta 3 kilos. Realmente muy divertido y en abundante cantidad.

Culminado este momento del día, Aníbal nos propuso ir directamente hacia la desembocadura del San Juan, donde tendríamos la posibilidad de encontrarnos con los más grandes. Y no se equivocó. Obtuvimos menos cantidad de piques pero mejores portes de dorados, que hacían difícil la tarea de arrimarlos a la embarcación. Los señuelos de media agua marcaron la diferencia y los piques se sucedieron unos tras otros e inmediatamente después que los artificiales golpearan la superficie del agua. Los peces sacaban todo su cuerpo afuera para lograr su cometido. Una verdadera fiesta dentro de un pesquero no demasiado difundido, pero que los grandes conocedores de la zona tienen en su lista preferencial. Deleitémonos con la localidad entrerriana de La Paz y sus costumbres, termas, vida nocturna y casino. Pero también pidámosle a nuestros guías o amigos que en el momento de la pesca nos hagan disfrutar de esos lugares únicos que existen en sus alrededores.

Nota completa publicada en revista Weekend 542, noviembre 2017.

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Julio Pollero

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