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PESCA | 27-12-2016 08:23

Pesca en el paraíso perdido

Las cristalinas aguas de Belice son un ambiente ideal para la pesca de grandes tarpones y una rica variada.
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Belice es un pequeño y tranquilo país centroamericano rodeado por Guatemala y México. Y es un antiguo escondite de piratas, que luego se convirtió en una colonia británica y posteriormente ganó su independencia. Sin embargo, el destino sigue siendo relativamente desconocido para el deleite de los “felices pocos” pescadores que conocen los majestuosos macizos de Belice (5 % de la superficie del país). En este paraíso es posible intentar lo que se conoce como un super grand slam (capturas de tarpon, bonefish, permit y snook en el mismo día) o un grand slam (3 de 4 especies mencionadas anteriormente).

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Arribamos al pequeño aeropuerto de la ciudad de Belice, donde nos recibió con una gran sonrisa Patty. Nos trasladamos en una espaciosa 4x4 que nos llevó hacia el río, y desde ese punto realizamos un corto viaje en barco hasta llegar finalmente al Belize River Lodge. Al día siguiente, después de una noche tranquila, nos encontramos con Jamal, nuestro primer guía, para determinar juntos qué tipo de pesca se ajustaba mejor a nuestras expectativas. Tuvimos la impresión de que sabía todo sobre el río y nos ayudó a seleccionar los señuelos. Mientras tanto y como temíamos, el hermoso cielo azul que disfrutamos el día anterior había desaparecido y una fuerte lluvia comenzó a caer. A pesar del clima nos dirigimos hacia la selva.

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En busca de los snooks

Al principio atravesamos un área de manatíes y luego llegamos a la costa de uno de los puntos más famosos de Belice para la pesca de snooks. Pero no tuvimos éxito, aunque sí pescamos una especie que localmente se conocen como policías: pequeños peces blancos y amarillos, muy agresivos y que tienen una espina dorsal llena de veneno.

Un poco decepcionados por el clima y por nuestra actuación, Jamal intentó algo más: pasamos por la ciudad de Belice y seguimos subiendo por las aguas turbias del río, serpenteando a través de un exuberante bosque. Una hora más tarde, en medio de una jungla húmeda, buscamos los snooks en el fondo del río, y finalmente agarramos el primer buen pescado del día, un trevally de unos 6 kilos.

En las últimas horas, gracias al descubrimiento de nuestro guía de una zona poco profunda llena de jóvenes snooks, capturamos los primeros ejemplares de esta especie legendaria, la que faltaba en nuestra lista de conquistas. Durante el resto del viaje pasamos tiempo tratando de conseguir más de esta especie y logramos varios de ellos. La pieza más grande (cerca de 3,5 kg) fue capturada en la modalidad baicast lanzando lo más cerca posible de la orillas, entre las ramas y los troncos.

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El guía filósofo

En la segunda mitad del viaje nos acompañó Pedro, al que llamamos el guía filósofo. Es un hombre pequeño con una sonrisa permanente y ligeramente burlona. Su carácter es sorprendentemente terco hasta el extremo, lo que es un activo valioso para una guía de pesca. Pero por encima de todo, le gusta conversar. A Pedro le encanta hablar de la vida y encontrar respuestas a muchas preguntas filosóficas. Pero pronto nos dimos cuenta de que era un tremendo guía de pesca. Nos llevó a una zona de rápidos con fondo rocoso donde se podían observar tarpones muy grandes emergiendo del agua. Utilizamos señuelos largos y en el tercer lanzamiento uno de nosotros hizo contacto con el pez de su vida, un tarpón de más de 60 kg que atacó violentamente el señuelo a 3 metros del barco. La pelea duró sólo unos minutos y la rotura de la línea se produjo después de la primera gran aceleración del pez. Una enorme desilusión para todos.

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Para cambiar el clima por la pérdida de este gigante, Pedro nos condujo a un lugar llamado Black Creek. Las aguas eran profundas, oscuras y pobladas por centenares de tarpones bebés. Pero a pesar de la abundancia de peces, teníamos pocos ataques. Pedro no mostró preocupación ya que según él era sólo cuestión de tiempo. Terminamos encontrando un área sobresaliente llena de tarpones agresivos. Nos las arreglamos para subir varios de ellos, a pesar de muchas roturas. Pescamos hasta que repentinamente se largó un fuerte diluvio por lo que tuvimos que interrumpir la pesca y volver al albergue.

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El turno de los bonefish

Belice se describe a menudo como el paraíso perdido debido a la belleza excepcional de los paisajes que ofrece, la riqueza de sus ecosistemas y la abundante biodiversidad. La llegada a la zona que se conoce como Los Pisos es de hecho un momento mágico.

Este es el dominio frágil de varias especies de peces que vienen a reproducirse y protegerse de depredadores. Los bosques de manglar tienen la capacidad de vivir en agua salada y proporcionar nutrientes de la descomposición de la materia orgánica. Así que es de la manera más natural que capturamos algunos snooks.

Luego llegamos a una zona abierta y Pedro nos pidió utilizar equipos más ligeros y lanzar lo más lejos posible de la embarcación. Y enseguida sentimos que nuestros señuelos estaban bajo un fuerte ataque.

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Contra todos los pronósticos capturamos muchos bonefish que reaccionaron bastante bien a nuestros señuelos. Descubrimos este pequeño pez lleno de tremenda energía, y que es capaz de vaciar nuestro reeles en poco tiempo. Una pesca explosiva y muy entretenida. En estas aguas turquesas calientes capturamos varias especies

como las grandes barracudas beliceñas, un asesino despiadado de los manglares.

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El grand slam

Ultimo día de pesca. El guía toma la iniciativa y dice: “Voy a intentar conseguir un grand slam”. Pedro corre a su mejor lugar para pescar los bonefish, pero se hacía imposible ya que las pequeñas barracudas estaban presentes. Cuando nos encontrábamos a punto de renunciar, Nicolás finalmente capturó un bonefish para darnos el alivio necesario.

Era la tarde y Pedro decidió llevarnos a un canal cerca del centro. Estaba en el corazón de un paisaje urbano, bajo las benévolas sonrisas de los lugareños, los ladridos de perros y los ojos perversos de cocodrilos. Cerca del anochecer, Nicolás logra izar un tarpon.

Luego regresamos al río principal. Empecé a levantar mi señuelo a punto de colgarlo como signo de renuncia, cuando Pedro me miró y me instó a continuar: “Es más probable que encuentres un pez si tu señuelo está en el agua que fuera de ella”, me dijo. Decido a seguir luchando y a lanzar cerca de la orilla y lo improbable sucede: un pequeño tarpon se prendió con violencia y me dio una pelea increíble. Lo logramos, acabábamos de realizar el añorado grand slam.

Nota completa publicada en revista Weekend 531, diciembre 2016.

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Marcelo Ferro

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