Sin lugar a dudas, la espectacularidad y combatividad de la boga ocupan un lugar de privilegio para los pescadores de aguas dulces.
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Su pique sutil, la forma de roer la carnada, la tozudez por desprenderse del anzuelo, la debilidad en la boca, la elección de su zona de acecho, el estado de siempre alerta ante un peligro inminente, la desconfianza y varias otras particularidades suman para que muchos aficionados se congreguen temporada tras temporada en su búsqueda.
El pique de la boga es muy característico. Va mordiendo por pedacitos la carnada y tiene un momento “justo” para intentar clavarla. Ese momento debe decidirlo el pescador, cuando sienta que es el instante indicado para hincarle el anzuelo. La experiencia vale mucho. Y, sin duda, esuna especie que hace docencia, ya que van a ser más los piques errados que los concretados. Obviamente, con la acumulación de horas de pesca vamos a tener mayor confianza para ese momento crucial de tomar la decisión de concretar el pique.
Pelea y ámbitos
Una vez clavada, la boga comienza con un zig-zag y lo mantiene con una fuerza que muchas veces prevalece sobre las posibilidades de los equipos. Y allí es cuando debemos emplear nuestros conocimientos, astucia e intuición para doblegarlas.
El lugar donde podemos encontrarlas es muy amplio, pero todo el estuario del Río de la Plata y las cuencas de los ríos Paraná y Uruguay son sin duda los más destacados. En esta oportunidad hemos elegido las cercanías de la represa de Salto Grande, en Concordia. Habíamos recibido comentarios sobre las grandes bogas que estaban saliendo allí, realmente un lugar privilegiado en cuanto a tamaños y cantidad.
Sin dudar un instante armamos el grupo, tomamos las precauciones en cuanto a los equipos a utilizar debido a los tamaños que se estaban obteniendo y la fuerza de la correntada en ese sector del río, y raudamente llegamos a destino.
Cargamos en nuestros vehículos cañas largas, potentes y con mucha acción de punta, plomos corredizos de 10 a 125 gramos, esmerillones chicos y medianos con buena resistencia, y brazoladas armadas con nailon de 0,40 mm para atar anzuelos cortos, fuertes y de un tamaño N° 12 al 16, del estilo Maruseigo.
Aquí las líneas fijas o corredizas de dos anzuelos no funcionan por el modo que necesitamos hacerlas trabajar, por lo que solo las llevaríamos a modo de prueba.
Algunos reeles fueron cargados con multifilamento de 0,18 a 0,20 mm, y otros con nailon hasta 0,35 mm. En su mayoría fueron reeles rotativos o de bajo perfil.
Según los aficionados de la zona, la modalidad de pesca a emplear se denomina “a la carrera”. Consiste en hacer picar el plomo contra las piedras, soltándole metros de nailon a medida que avanza la línea. Ese trabajo lo vamos haciendo siempre con el reel abierto, apretando el tambor con nuestro pulgar y liberándolo cada vez que queremos alejar el aparejo, haciendo un leve movimiento con la punta de la caña.
De cualquier manera, la boga puede tomar la carnada estando quieta en el fondo, o bien cuando le imprimimos el movimiento descripto. El engaño principal es el maíz remojado, pero muchas veces la lombriz blanca y la masa pueden funcionar con igual efectividad.
La salida
En Concordia nos estaban esperando nuestros guías con los truckers preparados y con muchas ganas de convertir en realidad sus anticipos en cuanto al tamaño de las bogas: auguraban que muchas veces superan los 4 kilos de peso. Y como ejemplo podemos citar la medida mínima para el tradicional concurso de la especie que se realiza en esas aguas: debe superar los 65 cm de longitud.
Saliendo desde el arroyo que bordea el camping La Tortuga Alegre, las distancias a recorrer son muy cortas, por lo tanto, enseguida vamos a estar pescando. En esta oportunidad, el primer lugar relevado fue aguas arriba, tomando como referencia los famosos carteles que limitan la entrada a la zona de la represa. Arrojamos el ancla y, una vez fondeados, tiramos a modo de ceba varios cientos de granos de maíz. Mientras tanto, fuimos armando los equipos, todos iguales y con aparejos de un solo anzuelo encarnado muchas veces con un único maíz.
En Salto Grande la boga es muy rápida para comer, y si no estamos atentos seguro que la perderemos. Al principio, quizás, cueste tomarle la mano al pique, pero es como todo: solo hay que prestarle la máxima atención o seguir las indicaciones de los que más saben.
Con todo armado, empezamos arrojar nuestras líneas. A algunas las dejamos caer cerca de la embarcación hasta tocar fondo, para allí comenzar a “picarlas”. A otras las arrojamos a unos 10 metros hacia el costado, o bien en dirección de la correntada. En todos los casos, los piques fueron casi instantáneos, algunos perdidos y otros concretados, como es una norma inevitable con esta especie. Si cuando sentimos el pique no logramos efectuar la clavada, es conveniente recoger porque seguramente ya no tendremos carnada.
La regulación del equipo es otro sostén muy importante, porque muchas veces conviene ajustar bien la estrella al momento de la clavada, pero inmediatamente debemos corregirla para comenzar con la pelea.
Colosal porte
Así, una tras otra, las bogas fueron demostrando por qué son tan codiciadas en el lugar. Una vez relevada la zona de los carteles, levantamos el ancla y derivamos unos 500 metros hasta llegar frente a una playa de arena. Cebamos nuevamente con maíz, y líneas al agua.
Bogas entre 2 y 3,5 kilos fueron la constante. Hasta que una violenta llevada cortó el aire sobre la embarcación. Era un tira y afloje desde los dos lados: sobre la lancha para dominar al pescado, y desde el río para ganar su libertad. Hasta que detrás del motor emergió un enorme bogón. Ante el asombro de todos se escuchó: “!Qué animal!”. Era la exclamación el pescador, que nunca había visto un tamaño así. El increíble bogón rondaba los 5 kilos.
Con esa captura dimos por finalizada nuestra jornada, dando por corroborada la fabulosa pesca que podemos encontrar en esa porción privilegiada del río Uruguay.
La pesca de la boga es un desafío que ningún pescador deportivo debería dejar de experimentar. Una especie que no se debe subestimar, pues requiere de técnica, mucha atención y gran concentración para no desaprovechar ninguna posibilidad ante un pique tan selectivo. Aunque se pesquen muchas, el reto que debemos tomar como objetivo es lograr reducir los intentos fallidos. Además de la satisfacción personal por las buenas capturas, las bogas seguramente nos aportarán un bagaje de conocimientos sumamente importante, y una experiencia que podremos refinar cada vez que volvamos por ella.
Nota publicada en la edición 473 de Weekend, febrero de 2012. Si querés adquirir el ejemplar, llamá al Tel.: (011) 4341-8900. Para suscribirte a la revista y recibirla sin cargo en tu domicilio, clickeá aquí.
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