El 23 de marzo se celebra el Día Meteorológico Mundial por ser la fecha en la que en 1950 se creó la Organización Mundial de la Meteorología (OMM), cuya sede se encuentra en Ginebra, Suiza, y forma parte de las Naciones Unidas. El objetivo central del Día Meteorológico Mundial es buscar concientizar a la población mundial acerca de la gran importancia que reviste el cuidado del clima, a la vez de advertir sobre los graves efectos que provoca la contaminación del mismo.
El lema para la campaña de este año es “La relación de los océanos con el clima y con el tiempo”. Con esta elección se pone de manifiesto que, hoy más que nunca, tanto las observaciones como las investigaciones meteorológicas tienen una importancia vital para un sistema que si bien ocupa más del 70 % de la superficie terrestre, su vulnerabilidad sigue creciendo a pasos agigantados, lo que genera cada vez más peligros para el hombre y la Naturaleza en general.
Además, con la elección de este lema, la OMM también busca poner de relieve el inicio del Decenio de las Naciones Unidas de las Ciencias Oceánicas para el Desarrollo Sostenible (2021-2030), iniciativa que fue impulsada por la Comisión Oceanográfica Intergubernamental (UNESCO-COI).
La OMM está decidida a contribuir a la consecución de los objetivos del Decenio centrados principalmente en lograr un "océano seguro", un "océano predecible" y un "océano transparente".
Además de ser el gran termostato de la Tierra, el océano actúa como una suerte de cinta transportadora de calor ya que absorbe y transforma una parte muy importante de la radiación solar que incide en la superficie terrestre, al tiempo que también aporta calor y vapor de agua a la atmósfera.
La formación de enormes corrientes oceánicas tanto horizontales como verticales permite distribuir este calor por todo el planeta, a menudo a lo largo de miles de kilómetros, configurando, de esa manera, el tiempo y el clima de la Tierra tanto a escala local como a nivel mundial.
Los fenómenos como El Niño-Oscilación del Sur (ENOS) implican un acoplamiento entre atmósfera y océano a la vez que inciden notoriamente tanto en las temperaturas como en la distribución de las precipitaciones y de las tormentas en muchas partes del planeta.
Si bien este fenómeno climático suele producir un aumento de las temperaturas mundiales y el de La Niña ejerce el efecto contrario, el equilibrio natural entre océano y atmósfera se ve cada vez más afectado debido a los devastadores efectos de las actividades humanas.
El océano absorbe más del 90 % del exceso de calor atrapado en el sistema climático como consecuencia de los gases de efecto invernadero, protegiéndonos de esa manera de un incremento de temperatura mucho mayor aún debido al cambio climático.
Sin embargo, el precio que tanto los hombres como la Naturaleza en general deben pagar por esa protección es demasiado costoso debido a que el calentamiento de los océanos y los cambios en su química ya están trastocando los ecosistemas marinos y la vida de las personas que dependen en gran parte de ellos.
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