Saturday 7 de December de 2024
AVENTURA | 22-01-2023 15:00

Aventura en San Clemente: nos convertimos en cazadores de naturaleza

Pampas de Anguyá Tutú es un nuevo emprendimiento próximo al P.N. Campos del Tuyú. Ideal para caminar y practicar kayak mientras se observa fauna protegida. Encuentro con un venado de las pampas.
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Por algo los guaraníes llamaban a esta zona Tuyú, que significa “lodo” o “pisar blando”, la mejor descripción para ese barro arcilloso de los cangrejales. Pero eso no era todo, infinitos bosques de talas, incontable cantidad de aves y el emblema de la zona: el venado de las pampas. Ellos lo respetaron, pero el avance de la civilización fue terrible con esta especie, al punto de dejarla casi extinguida.
Por suerte los vientos cambian, y desde la década del ‘80 se realizaron acciones para protegerla. Actualmente, el Parque Nacional Campos del Tuyú cuenta con unos 200 ejemplares. Y en el establecimiento lindero Erandio destinaron parte de los campos para un emprendimiento denominado Pampas de Anguyá Tutú. En él se pueden se desarrollar actividades de observación de fauna, senderismo, canotaje y también pesca de la corvina negra.
Más allá de que la temporada de las negras aún no comenzaba cuando realizamos esta nota, siempre es bueno un reconocimiento del terreno previo para tenerlo en cuenta cuando se presente la ocasión. Así que visitamos Pampas de Anguyá Tutú junto a mis amigos Daniel Pattoglio y el especialista de pesca en kayak, Rodrigo García Cobas. 

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La entrada al establecimiento es por San Clemente del Tuyú. Luego de 8 km de camino rural (apto para cualquier vehículo) llegamos a la zona de acampe. Absolutamente perfecta. Bosque de talas bien cerrado con mucha sombra, el arroyo Las Tijeras enfrente, baño seco y un mirador de 5 m de altura. Para mejor panorama, nuestra costa era alta, al contrario de la otra margen, baja y llena de cangrejales. Dejamos los vehículos a la sombra y junto con Soledad, de Pampas de Anguyá Tutú, nos dirigimos al mirador, no sin ver antes unos pequeños montículos y cuevitas al pie de algunos árboles. “Son las cuevas de los tucu-tucu (Anguyá tutú), una subespecie de roedor endémica de nuestra zona”, comentó.

Desde los cinco metros de altura del robusto mirador, Soledad nos mostró el tortuoso recorrido del arroyo Las Tijeras que hace de límite natural con el Parque Nacional Campos del Tuyú. Tal como dijimos, nuestra orilla era más alta y de allí proviene el nombre del paraje Barranca Alta, una verdadera rareza en una zona plana en lo absoluto. También se apreciaba la silueta del faro San Antonio a dos kilómetros, y las aguas de la Bahía Samborombón un poco más cerca. ¿El resto del terreno? Cerrado por montes de tala y pastizales infinitos de cortadera y espartillo bordeando los cangrejales.

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Claro que los límites de esos cangrejales no son obstáculo para las especies de la zona adaptadas al medio: venados de las pampas, carpinchos y jabalíes los cruzan a nado o caminando, detalle que íbamos a tener en cuenta en nuestras observaciones de fauna, ya que por lo general utilizan los mismos pasajes.
Fue para buscar esos sitios de paso que nos dispusimos a caminar: zapatillas o borceguíes, pantalón largo –la yarará es otra de las especies presentes–, camisa o remera de manga larga para evitar espinas y picaduras de mosquitos, mochila con botella de agua, binoculares, máquina fotográfica y nos encolumnamos detrás de Soledad. Del camino vehicular se desprenden algunos senderos que van uniendo los montes de tala, coronillo y molle. Casi todos ellos espinosos y que forman una sombra cerrada, pero que permiten caminar a través. La cantidad de pájaros que en ellos había era asombrosa y como marchábamos en silencio pudimos verlos y disfrutarlos muy de cerca. La vista desde estos montes hacia el campo raso es excelente: permanecíamos ocultos en la sombra y podíamos avistar cualquier especie que estuviera pastando o pasara por allí. Dentro del monte mismo se veían cuevas de zorrino, mulitas, zorros… especies que avistaríamos a la noche seguramente.

Almuerzo reparador

Volvimos a nuestro campamento para “tirar algo al disco” y descansar a la sombra esperando a que subiera la marea, porque tendríamos actividad acuática con Limosa Kayak, emprendimiento que desde hace años recorre a pala toda esa zona de la bahía. Conocer las mareas es imprescindible porque estas pueden tener hasta casi dos metros y es la diferencia entre remar… o clavarse en el barro. Apenas llegados Martín y Alexis, bajamos las embarcaciones, kayaks de travesía de mínimo calado que nos permitirían circular en aguas poco profundas. Y nos embarcamos. 
Lo que siguió fue una delicia. Los esquifes se deslizaban en el agua con mínimo esfuerzo, en silencio absoluto y rumbo a la desembocadura del arroyo Las Tijeras. Como consecuencia del terreno llano, el cauce tiene un recorrido sinuoso que bordea juncales y cangrejales donde gran cantidad de pájaros anidan y se alimentan. No es casualidad toda esa zona sea un Sitio Ramsar (humedal de importancia internacional) por su aporte en la reproducción de aves migratorias como el churrinche, que vuela desde los llanos venezolanos, y la tijereta, que recorre miles de kilómetros desde Centroamérica todos los años. Luego de avistar flamencos, rayadores y otras especies, retornamos charlando con Martín y Alexis, quienes realizan estas remadas de unas tres horas de duración, proveyendo todos los elementos. 

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Cuando casi llegábamos, a lo lejos avistamos varios ejemplares de venados de las pampas. Desembarcar y salir corriendo para camuflarnos y tomar las cámaras fotográficas fue instantáneo. Siguiendo los senderos de la mañana, nos internamos en uno de los montes de tala. Los venados habían cruzado el cangrejal y un macho vigilaba mientras varias hembras y juveniles comían tranquilamente. Casi en el límite de los objetivos fotográficos, pero bien visibles, nos sentíamos privilegiados de poder volver a contemplar esta especie casi extinguida en el pasado. Pero no fueron los únicos. Por la tarde avistaríamos otros ejemplares y sumaríamos 12 al finalizar el día.

Más especies

Las pocas dificultades del terreno posibilitan que los recorridos sean aptos para todo público. Por ello nos sumamos a la última caminata de la tarde que Soledad tenía organizada con un grupo de menores. En esta ocasión nos dirigimos a la zona aledaña a la bahía donde, aparte de numerosos carpinchos, encontramos al “cangrejo violinista”, llamado así porque sus pinzas son de diferente tamaño. No pudimos evitar asombrarnos al encontrar los restos de un antiguo puente de los años 70. 
Tal como nos adelantara Soledad, la marea empezó a subir y en minutos los cangrejales desaparecieron con el avance veloz de las aguas. Retornamos a Barranca Alta por el mismo sendero para disfrutar desde lo alto del mirador la hora mágica en que cae el sol. Bandadas de pájaros volvían de la bahía buscando sus dormideros mientras el arroyo se iba llenando nuevamente. Ranas y escuerzos empezaban con su croar. Se escuchaba también algún zorrito y el ladrido de algún carpincho macho alertado a su harén. Momento sublime.

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Es interesante que un emprendimiento demuestre que es posible una ganadería sustentable y compatible con el ambiente, que posibilita la convivencia del venado de las pampas con el ganado en los pastizales naturales. Actualmente, el establecimiento Erandio inicio los trámites para formar parte de la Red de Reservas Privadas que permitirá proteger –junto al parque nacional– uno de los últimos remanentes de pastizal pampeano y todas las especies que lo habitan: ocho de anfibios, marsupiales como la comadreja, mamíferos como el carpincho, el mencionado venado de las pampas, zorros grises, así como reptiles y 115 especies de aves, muchas de ellas migratorias y que retornan año tras año al estuario. 
Este lugar permitirá al público conocer una zona prácticamente inexplorada y efectuar allí senderismo, observación de fauna, canotaje y pesca en familia a solo 30 minutos de San Clemente del Tuyu y a 355 km de Buenos Aires, pero en cupos diarios reducidos para que el impacto en el ecosistema sea mínimo. 

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Aldo Rivero

Aldo Rivero

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