El entusiasmo que genera la figura de Napoleón, aun en estos tiempos atrayendo a las nuevas generaciones, imita al emperador al no respetar fronteras. El 10 de junio de 2007, en la casa de subastas Fontainebleau, al sureste de París, la célebre espada napoleónica, fue pujada por sus fans hasta los 4,8 millones de euros (6,4 millones de dólares) para quedar en manos de un coleccionista privado desconocido hasta el momento.
La historia cuenta que cuando Napoleón libró la batalla contra los mamelucos en Egipto, quedó tan impresionado por las hojas curvas que usaban los árabes en sus espadas, que a su regreso a Francia le encargo al armero Nicolas Noel Boutet, de la fábrica de armas de Versalles, y a Marie-Etienne Nitot, joyera oficial de Napoleón y fundadora de la Casa de Chaumet, forjar y diseñar la que sería la primera espada oriental curva.
La espada curva
La famosa espada, que continúa fascinando a los coleccionistas, fue realizada con una hoja de 97 cm de largo, suavemente curva de acero y decorada en su totalidad con los motivos favoritos de Napoleón de la Roma imperial, es por eso que podemos apreciar la cabeza de Jupiter tallada en oro en el extremo superior del pomo, el cual fue realizado en una única pieza de ébano, y en el extremo opuesto, una guarda en forma de S también realizada en oro.
Otra historia que hace valiosa esta obra de arte, fue que Napoleón llevó la espada al campo de batalla de Marengo el 14 de junio de 1800, donde tomó el control del norte de Italia en manos de Austria y que le permitió consolidar su poder en Francia y coronarse emperador en 1804.
De generación en generación
Luego de la batalla, Napoleón le obsequió la espada a su hermano Jerónimo I Bonaparte como regalo de bodas, lo que permitió que la espada pudiese transmitirse de generación en generación, sin dejar nunca a la familia hasta el 2007, fecha en que se subastó.
Finalmente, en 1978 el Gobierno Francés la declara Tesoro Nacional, lo que obliga a que la espada de Napoleón tenga que permanecer siempre en Francia, por al menos seis meses al año, sin importar quien fuere el dueño.
En la actualidad, todos los artefactos usados por Napoleón, que forman parte de un pedazo de su historia, tienen un costo creciente, y las estrechas finanzas de las instituciones públicas de Francia hacen que los museos carezcan de fondos para evitar que todas las piezas, excepto unas pocas, caigan en manos privadas.
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