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TURISMO | 11-05-2021 10:18

Así está Florencia: vacía y sin turistas

Sin embargo, los responsables de las exhibiciones artísticas aprovecharon el momento de tranquilidad para revisar su gran archivo de obras para prestarlas a pequeños museos, mansiones y hasta hoteles boutique de la Toscana.
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Desde hace generaciones no hay una mejor oportunidad para hacerse una selfie en Florencia. Con total tranquilidad, se puede estar largo tiempo en el mirador de la Piazzale Michelangelo viendo hacia abajo la catedral, las torres de las iglesias y las ostentosas casas residenciales a orillas del Arno, que reflejan el dorado del sol al atardecer. Antes de la pandemia, todas las tardes se reunía aquí una multitud. Lo mismo pasaba en la Piazza della Signoria delante del Palazzo Vecchio, donde ahora pasan algunos ciclistas entre las pocas parejas y familias que pasean por allí.

En el pasado verano europeo, se podía “disfrutar de los tesoros artísticos como solo fue posible en tiempos de nuestros abuelos”, dice Eike Schmidt, director de la mundialmente famosa Galería Uffizi. Incluso pasa cada tanto que uno está solo en la sala de Michelangelo por cinco minutos, algo totalmente impensable en las últimas  décadas”.

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Cuando el turismo creció fuertemente en Florencia a fines de los años ¿60, la cifra de visitantes a la Galería Uffizi superó por primera vez la marca del millón. Entre 2014 y 2019, el volumen aumentó a dos millones y medio de visitantes al año. Algunos días, hasta 12.000 personas circulaban por los salones. A veces había que esperar horas para poder entrar. Todo eso quedó atrás. El complejo museístico estuvo cerrado 77 días en el pasado invierno, tanto como nunca antes desde la Segunda Guerra Mundial. El 21 de enero, los Uffizi volvieron a abrir sus puertas, para cerrar otra vez dos semanas después. Y eso que Eike Schmidt cumplió a tiempo con sus tareas. El 9 de marzo de 2020, el primer día del confinamiento, el director y sus colaboradores empezaron a prepararse para el tiempo posterior.

Primero, prestaron atención al Sudeste asiático, donde había una gran ventaja en el manejo de la pandemia. Luego, pusieron desinfectantes en las entradas, las escaleras y los elevadores e instalaron un escáner térmico para medir la temperatura de los visitantes. Lógicamente, impusieron la obligación de llevar mascarilla. “Y redujimos drásticamente la cantidad de personas que podían ingresar a la vez”, señala Schmidt.

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Ahora un máximo de 450 personas a la vez pueden recorrer los numerosos salones. La mayoría del público proviene de Italia. Muchos florentinos visitan los famosos museos de la ciudad por segunda vez en su vida, después de la visita obligada en su época escolar. La pandemia afectó brutalmente a la orgullosa escena cultural italiana. Sobre todo a los museos pequeños. La mayoría tuvo el año pasado entre 85 y 90 % menos de visitantes. ”Pero hay algunas excepciones muy interesantes”, dice Schmidt. Por ejemplo, el Museo en Anghiari, que en 2019 expuso en cooperación con los Uffizi una copia de la pintura perdida de Leonardo da Vinci: La batalla de Anghiari”. En 2020 batió un récord de visitantes: el doble que en un verano normal.

”Esto también nos lleva a una nueva estrategia: que podamos llevar obras de arte al interior y activar así a museos pequeños”, dice Schmidt. “Esa es una estrategia que va mucho más allá de la pandemia”. Uffizi diffus” es el lema: Uffizi diseminados.

Obras de arte del depósito son expuestas en entre 60 y 100 lugares. Muchas regresan a sus emplazamientos originales, en iglesias o mansiones. Así los habitantes de los pueblos y de las ciudades buscan establecer una nueva conexión con el arte de sus antepasados.  Entre las ciudades que participarán están, por ejemplo, el centro termal Montecatini Terme o la pequeña ciudad de Pinocho Pescia. Los Uffizi promocionarán las exposiciones a través de sus canales de marketing.

El turismo de senderismo y gastronómico en la Toscana ganará de esta manera una dimensión cultural. Las ventajas de la estrategia son claras: más turistas en lugares menos conocidos y descongestión en la sobrecargada Florencia. Eike Schmidt considera que esta pausa obligada es una oportunidad para reflexionar sobre evoluciones erróneas en el turismo cultural de masas: cascos antiguos congestionados, festejos nocturnos con griterío en las calles, basura por la mañana. 

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Andrea Renai, que administra una pensión cerca del Palazzo Vecchio, dice que ya nadie vive en el casco antiguo. Casi todas las viviendas son alquiladas a turistas. Un obrero no puede pagar ese alquiler. “En el casco antiguo solo hay tiendas de marroquinería y de souvenirs”, se lamenta Renai. “Para los florentinos eso no es interesante”.

Hasta ahora, personas de todo el mundo viajaron al menos una vez en su vida a Florencia para admirar la catedral y los Uffizi. Desde los cruceros, pero ahora están en los puertos. Algunos museos estaban abarrotados. Otros, en realidad igual de significativos, eran dejados de lado. Ahora la idea es distribuir mejor a los visitantes y que vengan más veces. Por eso, la mayoría de las grandes exposiciones ya comienza en el invierno. ”Si alguien realmente quiere entender a Florencia y a los Medici, el más importante es el Museo San Marco”, dice Schmidt. Porque allí fue donde los ricos comerciantes del siglo XV comenzaron a oficiar de mecenas. Sin embargo, San Marco es hoy en día uno de los museos menos visitados de la ciudad.

Schmidt dice que una visita guiada allí es mucho mejor que solo ver las obras fetichistas como el David o la Venus de Botticelli. Y añade: “No necesariamente toda persona tiene que recorrer los Uffizi en su primera visita a Florencia”.

dpa

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