“Todavía nos queda mucho camino por delante”, dice Julien Gsell. El francés le muestra a su esposa Claire en el mapa el tramo restante de la etapa de este día. En
realidad, no son muchos kilómetros. Sin embargo, aunque La Gomera es
pequeña, la isla está atravesada por gargantas y valles profundos.
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La joven pareja, originaria de la ciudad de Metz, está caminando con
la tienda de campaña por el sendero de largo recorrido GR 131. Casi
diariamente tiene que salvar un desnivel de hasta 1.500 metros en un
trayecto de en total 43,5 kilómetros. “Pensamos recorrer la ruta en
al menos tres días”, dice Julien.
En total, la pareja aficionada al senderismo pasa casi dos semanas en
La Gomera. “¡Es increíble que haya tantos senderos en una isla tan
pequeña!”, exclama Julien. Quizás los dos decidan recorrer también el
segundo sendero de largo recorrido, el GR 132, que da la vuelta a
toda la isla volcánica.
En el mirador de Igualero, Claire y Julien se colocan las mochilas en
la espalda y continúan su marcha. Desde este punto alto tienen casi
una vista total de toda la etapa que les espera este día.
La montaña La Fortaleza, de 1.241 metros, se alza verticalmente sobre
el paisaje. Para los nativos, este macizo con paredes de 500 metros
de altura era una montaña sagrada. Se llamaba Argoday, “el poderoso”.
En la plataforma de la cima, de difícil acceso, los guanches
celebraban sus rituales de sacrificio y en este lugar se refugiaron
cuando los españoles conquistaron la isla en el siglo XV. Quizás por
esta razón los conquistadores bautizaron a la montaña como La
Fortaleza.
El sendero sube por la meseta y después baja al Valle Gran Rey. A
ambos lados del camino hay hierbas silvestres, praderas, campos de
cultivo en terrazas, cactáceas y agaves.
Antes de que el camino desaparezca en el bosque nuboso Las Hayas,
conviene hacer una parada en lo que probablemente es el restaurante
más conocido de la isla, La Montaña - Casa Efigenia. La dueña,
Efigenia, ofrece desde hace más de 50 años un menú estándar de culto.
Como entrada hay almogrote, un queso de cabra mezclado con aceite de
oliva, pimentón, tomates y ajo. El plato principal es un puchero
tradicional con verdura cultivada en el huerto del restaurante. El
plato se complementa con gofio, harina de maíz ahumada.
Efigenia elabora para la venta mermeladas hechas de tunas, mangos,
albaricoques, naranjas y papayas. Con mucho gusto uno le compraría
todo lo que prepara esta afectuosa señora anciana pero el camino aún
es largo y duro. Inmediatamente detrás de la pequeña capilla del
pueblo, el sendero GR 131 entra en un bosque nuboso. Un bosque húmedo
subtropical que siempre está verde y que se conoce como laurisilva.
Ya después de entrar unos pocos metros en el bosque, hay poca luz y
hace fresco. Por todos lados se oye el gorjeo de los pájaros.
En este paraje, entre Las Hayas y Las Creces, el senderista se
encuentra en el margen extremo del parque nacional de Garajonay, que
abarca alrededor de un diez por ciento de toda la superficie de la
isla. Es el mayor bosque de laureles de Europa, que en 1986 fue
declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Este tipo de
vegetación dominaba hace 30 millones de años sobre todo el sur de Europa y desapareció a causa del cambio climático. “Sólo aquí, en las
Azores y en Madeira, aún existe este bosque prehistórico”, dice el
director del parque, Angel Fernández López.
Aquí, la fauna autóctona comprende 150 especies de animales, entre
ellas murciélagos raros, pinzones y palomas rabiche. Los senderos
están flanqueados por helechos que llegan hasta la cadera y brezos.
Líquenes y musgos absorben la humedad de los velos de niebla que en
esta región descargan los vientos alisios que soplan del noreste.
Esta selva eternamente verde es especialmente impresionante en Raso
de la Bruma.
Quien tenga una buena condición física debería elegir sin falta el
camino circular, de casi nueve horas, que enlaza los lugares más
bonitos del parque nacional. Y para cada senderista es obligatorio
subir al Alto de Garajonay, una montaña de 1.487 metros de altura.
De repente termina el bosque. Al igual que el clima, el paisaje
cambia de forma abrupta. Ahora, el camino en dirección a Arure pasa
por prados de flores, junto a viñedos en terrazas y palmerales.
Poco después se abre la meseta de La Mérica, llena de rocas y dragos.
El camino baja de forma empinada al Valle del Gran Rey, salvando un
desnivel de 900 metros. Piedras volcánicas, paisajes erosionados,
terrazas en pendientes.
El sendero pedregoso serpenteante hacia la profunda garganta es
exigente. Sin embargo, el esfuerzo vale la pena por las vistas
panorámicas al valle escabroso y al Atlántico. Este paisaje también
explica por qué en La Gomera nació una lengua única en el mundo, el
Silbo, un idioma silbado declarado Patrimonio Inmaterial de la
Humanidad por la Unesco.
”Hasta entrada la década de los '70, sobre todo los pastores se
comunicaban entre ellos a través de los barrancos con la lengua
silbada”, explica Estefanía Venus Mendoza Barrera. “En el pasado,
esta lengua también servía como sistema de alerta ante ataques
piratas. La lengua fue inventada por los aborígenes, los guanches”,
relata Mendoza Barrera, quien es considerada como maestra en el
dominio del Silbo y cuida este bien cultural.
”Desde hace algunos años, la lengua silbada también es otra vez una
asignatura obligatoria en las escuelas, para que no se extinga”, dice
Mendoza Barrera. Caminando por las montañas de La Gomera, uno a veces
puede oír las conversaciones con silbidos de los habitantes, aunque
resultan totalmente incomprensibles.
Información básica:
Clima: durante todo el año hay buenas condiciones para el senderismo.
Las mejores épocas son los meses de abril a junio y de septiembre a
noviembre.
Cómo llegar: dn avión a Tenerife y desde allí en ferry
(www.fredolsen.es, www.navieraarmas.com) o vuelo nacional
(www.bintercanarias.com) a La Gomera.
Informaciones: oficina de turismo de La Gomera, Calle Real 32, 38800
San Sebastián de La Gomera (Tel. 0034/922 141 512,
www.lagomera.travel).
dpa
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