Si bien nuestros antiguos ancestros eran animales acuáticos, el ojo de los seres humanos ha evolucionado para funcionar perfectamente en tierra, una capacidad que se pierde parcialmente cuando nos sumergimos bajo el agua.
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Cuando estamos en tierra, nuestro hábitat natural, la córnea y el cristalino de nuestros ojos refractan la luz de forma independiente, y luego el cerebro hará los ajustes para interpretar la imagen. Sin embargo bajo el agua, la córnea no funciona de esta manera. Al estar sumergida tiene una consistencia similar al agua, por lo que no hay suficiente diferencia entre ambas como para que su sistema de enfoque de la luz funcione de manera adecuada. Entonces, la lente, un sistema auxiliar en el ojo, entra en acción para compensar la pérdida de claridad de la córnea. Entonces somos capaces de percibir una imagen, pero resulta ser bastante borrosa.
Mientras que la lente humana es biconvexa, es decir, curvada en ambos lados, la lente de los peces es esférica y su visión depende únicamente de ella. Esto implica que al no usar la córnea, bajo el agua su visión es superior a la nuestra.
Existen animales que ven bien dentro del agua como fuera de ella, como los pingüinos y las focas, porque sus córneas son particularmente planas y no pierden tanta capacidad cuando se sumergen.
Pero la capacidad de inventar cosas de los humanos, nos permitió encontrar una solución, utilizar lunetas de buceo. Al hacerlo agregamos una capa de aire entre el agua y la córnea, consiguiendo así un adecuado funcionamiento del sistema visual, ya que hace posible que los órganos refracten la luz y enfoquen la imagen como si estuviésemos en tierra.
Hay que hacer notar que existen comunidades humanas que tienen una visión acuática superior, que desarrollaron como un proceso evolutivo ya que pasan buena parte de sus vidas en el mar.
Un ejemplo son los Thai Moken, también conocidos como “los nómadas del mar”.
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