Tuesday 19 de March de 2024
PESCA | 08-02-2023 19:09

Un enemigo impensado para la pesca deportiva

En varias localidades de la Costa Atlántica los aficionados vieron una cantidad inusitada de lo que denominan pasto. Pero esa sustancia de color amarillento, que hace muy difícil mantener la línea en el agua, no es de origen vegetal sino animal. Qué dice la ciencia. Por: Diego Fernández.
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“No pude ni tirar. Me moví por todos lados, pero está lleno de pasto. Es imposible pescar así”. La frase se repite una y otra vez entre los cañófilos de costa, sumado al gesto de resignación y frustración que se contagia cada vez más. Apenas caen al agua, las líneas se cargan de peso con esta sustancia semejante a un alga, se ponen en tensión y se levantan los plomos del fondo (en el mejor de los casos) o directamente se cortan. Aquellos que logran recuperar el aparejo, ven asombrados como una especie de “ensalada marina” tapa el anzuelo y la carnada, lo que imposibilita que el posible trofeo pueda morder. El resultado: pique nulo.

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Ante tal situación, algo desesperante, buscamos la palabra autorizada de alguien que nos diera una respuesta lógica a este fenómeno. Especialista absoluto en la materia, Gabriel Genzano, Doctor y Licenciado en Biología, que actualmente alterna sus horarios como Investigador Independiente del CONICET con la docencia en la Universidad de Mar del Plata, nos explicó: “no es pasto lo que se ve en el mar, sino que se llaman hidrozoos, parientes cercanos de los corales y las medusas. Se reproducen rápidamente y habitan en todos los sectores donde hay bancos o sustratos duros, con fuerte epicentro en la costa de la provincia de Buenos Aires”.

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En las playas de Pinamar, Mar Chiquita, Mar del Plata y Miramar, sólo por citar algunas localidades, aparecieron por momentos verdaderos “colchones de pasto” en la orilla y -lo que es peor para esta actividad- muchísimos de estos organismos flotando cerca, justo a tiro de caña. Si bien es cierto que es un fenómeno habitual para la época (la reproducción comienza en primavera), resulta extraña la magnitud y la extensión en semanas. Habría que remontarse a lo ocurrido en 1994 y en 2006, donde se registraron situaciones similares.

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“Hay épocas en la que las sudestadas y las marejadas arrastran estos grupos de forma masiva y por eso los vemos con asombro en nuestras costas”, comentó Genzano y añadió: “las llaman algas y, a decir verdad, tienen el aspecto de una plantita; pareciera que fueran un tallo con un montón de ramitas. Pero en realidad es una colonia de animales, todos conectados, y eso amarillo que uno observa no es ni más ni menos que el esqueleto de esa colonia”.

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No revisten ningún tipo de daño o peligrosidad, ni para la fauna marítima ni para el hombre, más allá de que sean familiares de las medusas. Pero la pesca deportiva se vio seriamente afectada: lo sufrieron aquellos que fondearon aparejos para tiburón o corvina negra, quienes en apenas algunas horas vieron con asombro el afloje y, en algunos casos, la pérdida del aparejo, con todo lo que ello implica. También fueron perjudicados aquellos que intentaron desde la escollera buscando la variada de verano. Imposible.

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Respecto del marcado aumento en el volumen de estas aglomeraciones de hidrozoos, Genzano tiene una explicación concreta: “esta temporada se registraron temperaturas de agua más cálidas en superficie y eso retiene estos grupos, que suelen ir y venir con la marea, que también fueron altas. El contexto propició una reproducción mayor a la habitual y las larvas se fijaron en sustratos duros que por ahí no son los adecuados. Ante la primera sudestada o marejada, se arrancan fácilmente y se amontonan sobre la playa. Muchas veces no se ven en la línea de arena, pero sí en las columnas de agua y por eso cuando los pescadores deportivos tiran la caña y sacan el anzuelo, está lleno de estos organismos”.

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Uno de los epicentros de este fenómeno fue la boca de la laguna de Mar Chiquita. De hecho, la temporada de pesca de lenguado y de corvina negra justo en la salida de la albufera estuvo a punto de fracasar. No ocurrió gracias a algún viento cruzado del sector Norte o Noroeste que, por momentos, limpió el agua y permitió la captura de algunos ejemplares. “Ahí es especial, porque es como un embudo. Entra mucha agua, pero cuando baja la marea, los hidrozoos quedan retenidos por la barrera natural. Esto, a su vez, trae como consecuencia un olor un poco desagradable porque estos organismos se empiezan a pudrir. Para colmo el esqueleto puede persistir durante un tiempo porque es bastante resistente”, cerró el biólogo e investigador.

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Los estudiosos del tema coinciden en que esta situación debería revertirse en apenas algunas semanas. Pero los pescadores ven con preocupación cómo el “pasto” aparece y desaparece, según lo dictamina una naturaleza que -dicen- es sabia. Y la única manera de saber si el día de pesca será fructífero es ir e intentar. Lo que se dice, a prueba y error. Podríamos haber asistido a una de las mejores temporadas de pesca variada en la Costa Atlántica, porque las especies tienen comida, hay poca agua dulce en el mar y las temperaturas acompañan. Pero apareció un enemigo impensado, pequeño pero muy aguerrido para dejar con las ganas a más de uno. Por fortuna, la pesca da revancha. Siempre.

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