Se cerró una nueva temporada de pesca del pejerrey de Manila y los resultados demuestran que la especie no sólo está más esquiva, sino que la zona de su aparición se redujo de manera estrepitosa. Los pescadores debieron viajar muchos kilómetros para poder dar con ellos y temen que la historia se repita en los años venideros.
Son muy pocas las especies que generan tanto interés como ocurre con el corno. Su tremenda potencia y pelea, sus piques furiosos y la exquisitez de su carne lo vuelven una presea irresistible para los pescadores fanáticos del pejerrey. Las dificultades que presenta a la hora de su captura imponen un desafío que invita a reinventarse temporada tras temporada, más allá de que la cuestión técnica de la faena es la misma que se utiliza desde hace mucho tiempo.
Es precisamente ese interés elevado el que determina, en el cierre de la temporada, que la desazón y la decepción sean aún mayores cuando los resultados no son los esperados. Básicamente, lo que viene sucediendo año tras año. Un dato que resulta revelador: las últimas pescas realmente importantes de los colita amarilla en Miramar, Mar del Plata, Santa Clara o Mar Chiquita, datan de 2012. Sí, pasaron 12 años (salvo algunas tenues apariciones nocturnas en los años 2013, 2015 y 2016).
Desafortunadamente, este 2024 no fue la excepción. Y si se obtuvieron registros, fue porque los pescadores decidieron salir a buscarlos, recorriendo varios kilómetros hacia el sur de la provincia. Sabido es que el pez proviene de las aguas del Atlántico Sur, y migra hacia el norte para desovar y alimentarse, escapando de la influencia de la corriente de Malvinas, que entrega en el mar temperaturas cercanas a los 4 °C. Una marca demasiado baja si se tiene en cuenta que se siente a gusto en el segmento cercano a los 10 °C.
Quilmes, aguas de buenos pejerreyes
Si la montaña no va a Mahoma
El Balneario San Cayetano, ubicado en la Ruta Provincial 72, a casi 15 kilómetros de la rotonda de Energía (unos 73 km desde la localidad homónima) fue sin lugar a dudas el sitio más elegido de la temporada. Y en rigor de verdad, uno de los rendidores en cuanto a capturas, más allá de que alternó días buenos y malos. A diferencia de otros años, le sacó amplio margen a la zona conocida como Cueva del Tigre, varios kilómetros al sur de Necochea, donde también se hicieron buenas pescas muy puntuales.
Había expectativas porque en el comienzo del segundo trimestre en Bahía Rosas se había pescado de maravillas, situación que no sorprendió dado que allí la especie se presenta todos los años. Pero más de uno miró de reojo porque los portes no eran los esperados. El cardumen de peces no sólo se achicó en volumen sino también en el tamaño de los ejemplares que lo componen y –como si fuera poco– con un desarrollo migratorio muchísimo menor en cuanto a distancias recorridas.
Aún así, aquellos que hicieron la patriada lograron pescar varios de los más grandes (los exploradores, que lideran el proceso) pero no en cantidad. Y la mayoría picó en San Cayetano. Con aparejos de 3 o 4 anzuelos, boya elevadora, el camarón y el magrú como carnada estelar, salieron cornos muy buenos y se vivieron jornadas muy rendidoras también en cantidad. Debieron batallar demasiado con el fondo marino, que en el sector tiene mucha piedra, por lo que acortaron brazoladas y las ubicaron alejadas del plomo. De todas maneras, sufrieron ante la pérdida de muchos elementos de pesca.
Otro atenuante que contribuyó a la dificultad de la faena tuvo que ver con la ceba. Sólo aquellos que optaron por el rulero y que tiraron cantidades excesivas al mar tuvieron resultados, y no siempre. Por eso también la suerte fue dispar: el sector recibió afluencia de pescadores que llegaron desde Reta, Orense, Necochea, Miramar, Mar del Plata, Mar Chiquita e incluso Tandil. No todos pescan de la misma manera. En esta temporada, los detalles hicieron la diferencia.
Pesimismo de cara al futuro
“Olvídense del corno, a Mardel no viene nunca más”. La frase se repite una y otra vez, y cala hondo en la mente de los fanáticos, sobre todo en aquellos que no tienen la posibilidad de subirse a la ruta para ir a buscarlos. Y para muestras hace falta un botón. En este año que ya superó cómodo la mitad, el pejerrey de Manila ni siquiera llegó al centro de Necochea. A medida que pasan las temporadas, parece quedarse lo más al sur posible y nadie encuentra la explicación.
Las teorías indican que cambió el movimiento de las especies de las que se alimenta. Sin embargo, hacia el Norte hubo una aparición masiva de cornalitos y también se registró el arribo de krill (conocido también como camarón muy pequeño) en lugares donde no hubo ni siquiera un corno. Otros, en cambio, se lo atribuyen a la temperatura del agua, pero es el segundo o tercer año en que el mar volvió a valores normales en Mar del Plata, con el mes de julio incluso por debajo de los 10 °C. También se habla de que el pez está, pero no se acerca a la costa; este año, la pesca en kayak y embarcada fue nula.
No hay respuestas certeras a las incógnitas y las hipótesis parecen ser fácilmente refutables. La única verdad es que hay que remitirse a las pruebas. Lo que sigue hacia adelante con el pejerrey de Manila no es para nada alentador y más de un pescador ve cómo se hace realidad la pesadilla de que nunca más podrá dar con uno de ellos. Será entonces la naturaleza la que disponga (o no) de un nuevo escenario que traiga esperanza. Es decir, como sucede siempre con esta hermosa pasión que es la pesca deportiva.
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