Un fenómeno natural provocó una gran mortandad de peces en el río Luján, que vuelca sus aguas en el río de la Plata y es límite sudoeste del Delta del Paraná. Según Paola López, presidenta del Club Náutico El Timón, de la ciudad de Jáuregui, todo se inició el 19 de enero: una capa de algas comenzó a cubrir la superficie de este curso, entre dicha comunidad y la ciudad de Luján, según observaron algunos socios de la institución.
No es la primera vez que la proliferación de algas altera el río, pero, en estos días, la cobertura fue mucho más densa y, como consecuencia, bajó notablemente la provisión de oxígeno disuelto y murieron muchos peces. La directiva mencionó carpas, viejas del agua, sábalos y bagres, entre otros. Tanto a ella como a nosotros, que fuimos viendo diferentes fotos, nos llama poderosamente la atención los grandes tamaños de los pescados: esto habla de la riqueza de este río en esta zona, donde estaba recuperándose de una gran contaminación producida por los desechos de una curtiembre.
Las algas parecen vegetales pero no lo son. Tampoco animales ni hongos. Pertenecen al reino protista, donde se encuentran todos los organismos formados por células con núcleo verdadero que no pertenecen a los tres reinos citados. Debido a la falta de lluvias, que no renueva el caudal ni lo acelera, y las altas temperaturas, el agua de estos ríos de llanura queda con un bajo nivel de oxígeno que utilizan las algas, lo que, a su vez, acelera la anoxia.
Esta “capa verde” no permite que la luz penetre en el agua y, por tanto, que se realice la fotosíntesis que produce oxígeno libre. En consecuencia, los peces quedan sin el vital elemento para su respiración: comienzan a buscarlo en superficie (se los ve boqueando) y, luego, mueren.
Según la Dirección de Gestión Ambiental, dependiente de la Subsecretaría de Producción y Desarrollo Sustentable, “los valores obtenidos de oxígeno disuelto … fueron normales hasta unos 30 cm de profundidad, pero incompatibles con la vida por debajo de los 70 cm, aproximadamente”. Sospechamos que por este margen, la cantidad de peces muertos que se observan no es más grande y no hemos visto tarariras, que viven cómodamente en esta gama de superficie.
El mismo organismo informó que “no se está en presencia de cianobacterias, motivo por el cual no se puede considerar que hubiera toxicidad en el río debido a este microorganismo”. Sin embargo, por razones obvias recomiendan no nadar en el Luján.
Después del domingo 7 de febrero, el descenso de las temperaturas máximas y mínimas más algunas lluvias esperamos que contribuyan a la recuperación de la vida íctica de este tradicional e histórico río bonaerense.
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