Uno de los paraísos pesqueros más cautivantes del país se encuentra en el límite entre Buenos Aires y Río Negro, en Viedma, una zona con abundante fauna marina –lobos marinos, orcas y ballenas – y un entorno turístico único. Pero además, es un punto clave para la pesca deportiva gracias a la generosidad del Mar Argentino. Hasta allí viajamos junto a Cristian Martín Idiarte, nuestro referente local, y Miguel Mardones, para relevar Punta Bermeja, un área natural protegida célebre entre pescadores. En sus costas se pueden capturar róbalos, pejerreyes, sargos, corvinas, pescadillas, gatuzos, rayas y peces elefante. En otras épocas, incluso tiburones bacotas y gatopardos, aunque hoy su pesca está totalmente vedada.


La mejor época para apuntar a una salida robalera se extiende de mayo a fines de agosto, aunque los pejerreyes pueden pescarse todo el año. Esta vez las zonas más rendidoras fueron La Lobería, Playa Bonita y Pozo Salado. La carnada infalible: langostino y camarón teñido de rojo, un detalle clave para tentar a los róbalos. Se trata de un pez de cuerpo alargado y color plateado que se destaca por sus escamas ásperas al tacto y una boca grande y protráctil, con la mandíbula inferior ligeramente sobresaliente.
La temporada alta de pesca coincide con aguas más templadas y bien oxigenadas, momento en que la especie sigue las corrientes frías que suben desde el sur y se distribuye a lo largo de la costa atlántica patagónica. Sin embargo, pescar en estos parajes no es simplemente lanzar una línea y esperar: requiere saber leer el mar muy bien, entender el comportamiento del pez y comprender que los mejores resultados se obtienen durante el inicio de la bajante, cuando se acerca a la rompiente en busca de alimento.
Los equipos
Si bien hay varias variantes, la más extendida para esta pesca es una caña de 3,20 m, de 10 a 20 lb (1 lb = 0,453 kg) de potencia. Plomos: tipo palito, gota o perita acanalada de 40 a 50 g, preferentemente sin destrabe. Anzuelos: Nº 1 y 2, reel tipo huevito, tamaño 300, con multifilamento del 0,08 (8 hebras). Y líneas conformadas por una madre de 60 mm con dos brazoladas de 40 mm.

Detrás del pez más popular para los pescadores

Apenas Cristian llegó al lugar, bastaron cuatro horas con la marea a favor para obtener más de 15 róbalos de gran porte. ¿El secreto? En esta época, la especie se acerca a la costa a alimentarse del musgo y mejillón de piedra. Las imágenes hablan por sí solas. Vale el viaje, siempre. Sobre todo si se hace con amigos y un buen guía. El clima, sin embargo, no acompañó: lluvias constantes y temperaturas por debajo de los 10 °C.
Por eso, él nos compartió una serie de recomendaciones para maximizar resultados y minimizar incomodidades: llevar wader y ropa impermeable con capucha por el viento, revisar tablas de marea (ideal una marea alta, cuando el róbalo se arrima a la costa a comer crustáceos y algas), y llevar más de 10 plomos por jornada. La línea debe incluir brazoladas (mejor dos), colocadas un metro por encima del plomo, atado directamente al nylon sin mosquetón ni esmerillón. Así, si se pierde el plomo, la pieza capturada aún puede llegar a la costa sin problema.
De qué se alimenta
No es una pesca fácil. Ni por logística ni por exigencia física. Como buen depredador, el róbalo se alimenta de peces más pequeños, crustáceos, moluscos y prácticamente cualquier presa marina que encuentre a su alcance. En el caso particular del róbalo patagónico (Eleginops maclovinus), típico del sur argentino y chileno, la especie ha desarrollado una dieta extremadamente variada y adaptativa, por lo que no sólo consume pequeños animales marinos, sino también el verdín, ese musgo verde que crece sobre las piedras costeras y que, para los pescadores locales, es sinónimo de vida abundante.

Sin embargo, para tener éxito lo ideal es contratar un guía conocedor de la zona para dar, además y según la época del año, con excelentes escardones. Es que los fondos mixtos de arena y piedra de este entorno ofrecen un hábitat ideal: refugio, alimento y condiciones estables a lo largo del año para ambas especies, que en el caso del róbalo suelen pesar entre 1 y 3,5 kg, aunque no son raros los ejemplares que superan los 4 kg, verdaderos trofeos que exigen no sólo un buen equipo, sino también destreza y experiencia.
A modo de cierre, digamos que el róbalo, también conocido como lubina en algunas regiones, es uno de los peces más apreciados tanto por pescadores como por cocineros, gracias a su exquisito sabor y a la versatilidad que ofrece en la gastronomía. En la Patagonia es, sin duda, uno de los platos de pesca de mar más preciados, recomendado en varias cartas de reconocidos restaurantes.




























Comentarios