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PESCA | 24-09-2018 09:05

Wilson Pesca ilusiona con sus pejerreyes y tarariras

A 370 km de la Capital Federal se encuentra la localidad de Germania, en la que se acaba de inaugurar un nuevo pesquero muy prometedor.
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Recibí el llamado de Luis Ventimiglia, de Cocodrilo Fishing Team, amigazo de la pesca, invitándome a participar de la inauguración del nuevo pesquero Wilson Pesca, propiedad de Piki Grenillon con el guía de pesca Jorge Porku, en en la laguna La Salada, Germania, a 160 km de Chacabuco, ciudad natal de estos amigos.

Obviamente, no lo pensé mucho. El sábado al mediodía partí hacia esa localidad para hacer noche allí y el domingo bien temprano salir junto a todo el equipo y una embarcación hacia la laguna. A la partida se sumaron Daniel Davio con su embarcación “El Ciruja”; además de Carlos Sosa, Raúl Barera, Daniel Villar y Andrés Bustos. A las 6 de la mañana nos pasaron a buscar y juntos salimos por la Ruta Nacional 7 hasta Junín, ahí retomamos la Nº 188 hasta General Pinto, e ingresamos a esta ciudad con rumbo a Germania por un camino vecinal de tierra en muy buenas condiciones. Tras 20 km llegamos al pesquero.

Eran las 8:30 cuando Piky y Jorge ya estaban esperándonos al pie de la bajada. Previa presentación y comentarios de los trabajos que llevaron a cabo durante varios meses, dándole pelea a las inclemencias del tiempo, lluvias, subidas y bajadas del nivel del agua de la laguna que, dicho sea de paso, es regulada por varias compuertas. Y, como pasa en otros espejos, se manejan con poco criterio de la naturaleza y muchos intereses económicos, pero ese tema lo dejamos para otra oportunidad.

En cuanto a Wilson Pesca, los anfitriones construyeron una bajada con maderas de durmientes, muy resistentes al agua, más un canal donde poder amarrar para subir nuestros equipos e ingresar al espejo. Un dato a tener en cuenta es que en este pesquero todavía no se ofrece carnada. Al ingresar por la 188 a la ciudad de Junín, hay que estar atentos ya que tenemos varios puestos a ambas márgenes de la ruta. Nosotros nos detuvimos en uno que se encuentra a la izquierda, Carnadas el Chino, con mojarras grandes y cantidad.

La jornada de pesca nos iba a resultar muy ventosa de acuerdo a algunos portales del clima. Arrancamos con un viento del sector norte que se fue incrementado al mediodía, llegando a casi los 30 km/h. Una jornada muy fría pero soleada, lo que nos permitiría después del mediodía obtener mayor cantidad de piques cuando el agua levantara un poco de temperatura.

Primeros lances

Comenzamos con un lento garete ni bien salimos del pesquero, ya que con el viento de este sector iríamos acercándonos a la costa de enfrente: una zona baja con vegetación y juncales. Como obtuvimos muy pocos piques, nos movimos hacia la costa donde rompía el viento, lugar que el día anterior a Jorge –el guía– le había dado muy buen resultado en un par de horas de la tarde.

En forma pausada empezamos a tener piques, pero no eran firmes: el pejerrey estaba comiendo tímidamente, como desconfiando, no era un ataque explosivo, había que estar muy atento al pequeño movimiento que teníamos en nuestras boyas. Más de una vez clavábamos y no eran piques. Si bien los primeros pejerreyes que fuimos sacando no eran de gran porte –oscilaban entre 30 y 35 cm– todos parecían cortados a la misma medida.

Algo que nos llamó mucho la atención fue que en toda la jornada no salió ningún juvenil o fuera de medida. Para acelerar los resultados comenzamos a utilizar brazoladas cortas, de 15 a 25 cm. Como el agua estaba bien oxigenada pensamos que iba a ser lo correcto, como si la pesca se tratara de una ciencia. Al principio funcionaba, y cuando otra vez se espaciaban los piques nos poníamos nerviosos, cambiábamos de líneas, colocábamos boyas tramposas, de colores claros –como el verde limón e, inclusive, blanco–, y Luis hasta probó con unas negras y amarillas que parecían taxis en línea esperando el pique.

Más allá de las cargadas mutuas, estábamos preocupados porque no teníamos respuestas constantes. El pique se cortaba rápidamente haciendo que nos moviéramos a nuevas zonas, a probar anclados, y hasta a hacer que el sol casi nos quedara de espaldas para poder visualizar mejor las boyas, ya que gareteando y con el sol de frente, por más que utilizáramos líneas con boyas negras, se complicaba ver el pique tan sutil que nos estaba ofreciendo esta esquiva especie, al menos por la mañana.

Después de almorzar

Ya al mediodía y con más de una docena de piezas arriba, recibimos el llamado de la costa donde nos esperaban con un cordero. Nunca vi tanta rapidez para recoger las líneas y encender el motor casi al mismo tiempo. Disfrutamos del asado y, charlando con los pescadores de la otra embarcación acerca de cómo les había ido, nos comentaron que paralelo a la costa corre un canal que a unos 2.000 metros desemboca en un puente por donde cruza el ferrocarril, y que ahí habían hecho una excelente pesca con buenos portes y en cantidad. Incluso, algunos llegaron a los 40 cm. Tuvimos que verlos porque no les creíamos.

Se imaginarán que comimos lo más rápido posible para subirnos nuevamente a la embarcación y garetear ese canal. En algunos casos alargamos las brazoladas a 50 cm (lo que nos permitía la boyita yo-yo en las tramposas), y comenzamos a tener lindas respuestas. Si bien los portes eran más grandes, nos llamó la atención que la boca de estos pejerreyes era muy chica comparada, por ejemplo, con los de nuestro Río de la Plata, que tienen una boca retráctil.

Así que encarnábamos primero pasando la cabeza para que quede la cola de la mojarra colgando y el pejerrey pudiera succionarla. Una vez que picaba, teníamos que dejar que llevara y siguiera comiendo para poder clavar, sino al menor toque soltaba la carnada. Se hacía difícil que veniera clavado del labio.

Cuando decidíamos anclarnos en las zonas bajas donde la temperatura del agua estaba un par de grados más alta, se nos complicaba la maniobra, ya que las costas de La Salada son de tosca, por lo que el ancla garreaba y no se clavaba. Para garetear, debido al fuerte viento, fue necesario utilizar dos muertos, uno en cada punta para  frenar, hacerlo lento y para no pasar por encima del pejerrey.

A partir de las cuatro de la tarde parecía que alguien había desenchufado el ventilador porque el viento se aplacó, planchando la laguna de una manera que nos permitía ver hermosos borbollones de pejerreyes por todos lados. Se estaban alimentando bien arriba, cosa rara porque la teoría dice que normalmente cuando se plancha el peje no pica o se fondea.

En estas dos últimas horas hicimos la diferencia, tanto en cantidad como calidad. Dimos por terminada la jornada antes de las seis, para guardar los equipos con luz natural, contentos de compartir entre amigos esta pesca e inaugurar este nuevo pesquero en Germania. Un lugar de pesca muy prometedor, que recién empieza y que tiene proyectado proveeduría, venta de carnadas, limpieza de pescado y alquiler de botes. Apostamos que los pescadores disfrutarán de la pesca del pejerrey en estos meses, y ni hablar de las taruchas cuando comiencen. Además, se puede pescar de costa y/o con waders, así que a preparar el equipo para esta primavera.

Nota completa en Revista Weekend del mes Septiembre 2018 (edicion 552)

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Daniel Rodríguez

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