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PESCA | 13-07-2017 08:47

Paraná Guazú: embarcado y desde los muelles

El río, en la zona de los puentes, es una verdadera fiesta de todas las variedades de pejerreyes. Técnicas para cada una de ellas y las zonas de mayor rendimiento.
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Entre los meses de junio y agosto toma singular relevancia la pesca del pejerrey sobre el Paraná Guazú, tanto desde los muelles como de embarcado. Y cada una tiene su encanto particular, convocando a miles de aficionados que se reparten casi en partes iguales para poder disfrutar de ambas pescas. Todos los muelles, tanto los privados como públicos que corren paralelos al río, se ven habitualmente poblados por pescadores que buscan todas las mañas para poder dar con esta pesca, que muchas veces se torna bastante complicada si no sabemos el cómo y el con qué.

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La pesca embarcada es bastante más fácil que la practicada sobre los muelles. Siempre la vamos a hacer gareteando y tratando de esquivar la gran correntada del río. Las costas suelen ser casi siempre los sectores más rendidores. Para estos intentos desde una embarcación vamos a utilizar cañas de hasta 4,30 m de largo, reeles frontales o huevitos cargados con hilo multifilamento fino y líneas de tres boyas, a la que le podemos agregar un cuarto anzuelo en el final con una boyita esférica más chica. La carnada ideal siempre es la mojarrita viva, pero también podemos llevar filet de dientudo fresco o coloreado, mojarras saladas, isocas y algún filet de sardina. Habitualmente se los pesca muy cerca de la embarcación, por lo que recomendamos utilizar una línea rápida y corta para llegar firme en la clavada. El pique sobre el Paraná Guazú suele ser muy veloz y el pejerrey brinda una linda pelea antes de llegar a la embarcación. Es una pesca enérgica y de buen gusto, debiendo estar bien atentos ante cada pique.

Desde los muelles

En las prácticas desde los muelles la variedad es mayor. Vamos a encontrar la pesca del cornalito, una especie que llega a medir hasta 10 o 12 cm de largo; la del pejerrey juncalero, que alcanza hasta 20 cm, y la del pejerrey común, que puede desarrollarse hasta los 50 cm. Las técnicas para cada una de estas especies son bien distintas, por lo cual vamos a utilizar equipos diferentes para cada una de ellas. Si intentamos con el cornalito y el juncalero  usaremos cañas que al momento de clavar no toquen el agua, por lo cual no deberían medir más de 3,10 o 3,20 m, sabiendo que para hacer bien las cosas es necesario clavar hacia abajo. Obviamente, todo va a depender mucho de la altura de los muelles y de las mareas, por lo que estamos hablando de un largo básico de cañas.

La vara debe ser algo rígida pero con mucha acción de punta. Y los reeles, que siempre estarán atados a 10 o 15 cm del regatón final de la caña, serán particularmente chicos, cargados con nylon 0,23 mm que la noche anterior untaremos con flotalíneas o vaselina. Para la pesca del cornalito utilizaremos líneas de cinco boyas esféricas de 6 a 8 mm, con una separación de 45 a 50 cm entre sí. Y siempre con la posibilidad de agregar un puntero cargado, según las circunstancias.

Más detalles

Algo que cumple una función particular y muy importante es el pilotín o alcahuete, que no solo va alistando la línea sino que nos permite acomodarla según la conveniencia. Lo ideal es que trabaje siempre semisumergido, tratando de que no reste clavada a las boyas. La carnada indicada para este tipo de pesca es el gusano de mosca (asticot) y el filet de mojarra bien rebajado y cortado acorde al tipo de pesca. En cambio, para las prácticas con el juncalero, si bien podemos utilizar la misma caña y reel, debemos cambiar la línea. La armaremos con cuatro boyas esféricas o algún otro formato que no supere los 2 o 3 cm de largo. Y vamos a sumarle una carnada un poquito más grande, como pueden ser el panzudito, la mojarra plateadita chica y el filet bien rebajado cortado un poquito más grande.

Para los pejerreyes grandes o comunes podemos emplear una caña un poco más extensa y líneas convencionales no muy largas, de tres boyas, que pueden ser Criterio N° 4 o Cribal N° 7. La carnada ideal: mojarras chicas a medianas. Sobre los muelles podemos emplear dos técnicas de pesca habituales. Por ejemplo a rienda, que la haremos con el pick up del reel abierto y clavando hacia arriba, llevando el pez capturado hacia la mano libre. O bien la pesca a gatillo, que consiste en arrojar lejos del muelle y con la caña hacia abajo dar pequeños tirones para intentar efectuar una clavada. Habitualmente no se ven las boyas y debemos guiarnos por el pilotín y el puntero.

Rumbo al río

En esta oportunidad nuestra salida iba a comprender tanto la pesca embarcada como la de muelles, por lo tanto convocamos a nuestro amigo Patricio Barreto, quien oficiaría de guía en el embarque, y a Tono Ciliberti, quien nos llevaría a un muelle privado para estar más cómodos y hacer tranquilos esa pesca tan difícil como atractiva. Bien tempranito salimos junto a la embarcación de Mauro desde la guardería y navegamos hacia la costa de enfrente para largarnos casi de inmediato a pescar al garete. No pasó mucho tiempo para recibir respuestas. Inmediatamente las boyas que pasaban cerquita de los juncales recibían piques simultáneos. No eran grandes, pero sí muy divertidos y combativos.

La deriva se hace rápida y lo ideal es dejar la lancha suelta o colocarle un muerto pesado para intentar frenar un poco.

Relevamos toda la costa bonaerense del Guazú con óptimos resultados y nos cruzamos hacia la zona del Pantano y la boca del arroyo Dorado, donde la correntada era más suave y las líneas venían tranquilas cerca de la embarcación. El pique seguía firme y la cuota aumentaba sin parar, con pejerreyes que oscilaban entre 25 y 40 cm en el mejor de los casos. Más que satisfechos, sólo quedaba esperar el llamado de la otra embarcación para ir a comer donde Coco nos esperaba con un fabuloso asado en casa de nuestro anfitrión. Almorzamos, disfrutamos y nos dirigimos al muelle para completar nuestro relevamiento. Llegamos y estaba vacío, todo para nosotros.

Despedida a todo pique

Cambiamos los equipos y tomamos la referencia del sol para elegir las líneas adecuadas y no tener dificultad para divisar los piques. Algunos eligieron pescar pejerreyes medianos y chicos y, otros, cornalitos. Preparamos las carnadas y líneas al agua. En este muelle había lugares donde el agua corría muy fuerte y otros donde los remansos hacían trabajar la línea de manera diferente, por lo cual debíamos estar atentos para no enredarnos.

La pesca de cornalito tardó en llegar, pero la de juncaleros y de los grandes estuvo a la orden del día, picando uno tras otro a no más de dos largos de cañas.

Una fiesta que fue total cuando empezaron a picar los cornalitos. Qué pez tan chiquito y qué difícil es su pesca. Por eso convoca a tantos adeptos y es uno de los grandes desafíos del pescador deportivo. Sin ninguna duda, la pesca del cornalito y de la mojarra son de las más competitivas y difíciles en torneos y pescas particulares. Para no perdérselas. Seguíamos pescando hasta que decidimos parar e ir a descansar, sabiendo que no faltaría mucho para volver a intentarlo. Sin dudarlo, el Paraná Guazú vive otra excelente temporada. No terminamos de pescar en él y ya estamos pensando en volver.

Nota completa publicada en revista Weekend 538, julio 2017.

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Julio Pollero

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