Su cuerpo es musculoso y comprimido, recubierto de grandes escamas y con una aleta caudal amplia y en forma de abanico. La cabeza es muy ósea. De ojos oscuros, tiene una boca grande con maxilares potentes, armados con dientes temibles.
La tararira es un depredador nato. Al pie de los juncales, cerca de la costa y mimetizada en su entorno acecha a sus víctimas. Es oriunda de Sudamérica y prefiere aguas calmas de ríos, arroyos, bañados y lagunas con abundante vegetación acuática y mucho alimento.
Con los primeros fríos se entierra en el barro para vivir su letargo invernal en su hábitat natural o en zonas de bancos en río abierto o cerca de la costa. Se reproduce en los primeros meses de la primavera en lugares de poca profundidad y densa vegetación.
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Allí hace su nido, donde las hembras depositarán las huevas que luego fecundará el macho, que a su vez –con el movimiento de sus aletas– les proveerá el oxígeno necesario para eclosionar y dar paso a los alevinos.
Los primeros calores de agosto y principio de septiembre hicieron que se despertaran de ese letargo. La temperatura del agua es más que importante: debe tener alrededor de 14 °C para que se activen y ataquen tanto carnadas como señuelos.
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Las que invernaron sobre los bancos se desparraman entrando a arroyos y zanjones con vegetación, para allí afincarse. Como las tarariras son territoriales, no permiten que nada se le acerque y atacan a todo intruso.
Los preparativos
Sebastián Parini, guía de pesca en el Río de la Plata, en los días que el viento no le permitía salir a río abierto, empezó a relevar lugares para la pesca de tarariras, buscando arroyos tranquilos de poco tránsito, cursos de difícil acceso con lechos sin palos y vegetación. Los intentos los hacía con carnada y pescando de fondo, con suerte diversa, ya que influyen factores como la altura del río, si crece o baja, la intensidad del viento, etc.
Partimos desde la guardería Anahí en un trucker de 6,40 m, equipado con todos los elementos de seguridad. Sebastián tenía pensado ir al arroyo Largo, denominado así debido a su extensión: nace en el Correntoso y desagua en el Paraná de las Palmas. Su recorrido es de curvas y contracurvas, con muchos accidentes naturales. Ideal para la pesca.
El día se presentó con vientos regulares del este y despejado. En el momento de salir a navegar la temperatura del agua era de 12°, pero a medida que el sol calentara aumentaría, sobre todo en zonas bajas donde el agua se entibia más rápido.
Durante el viaje conversamos sobre qué tipo de técnica de pesca usaríamos: con carnada, con o sin boya, con señuelos, haciendo bait casting o spinning eran las alternativas, dependiendo siempre de la temperatura y claridad del agua.
Equipos y técnicas
Al llegar al arroyo comprobamos que se presentada ideal para la pesca. La arboleda en sus costas le aportaba protección contra el viento, mostrando aguas calmas y poca correntada. Sebastián buscó el lugar para comenzar con los intentos. Eligió un sector frente a una zanja que tiraba agua hacia el arroyo y al que le daba el sol.
Atando la embarcación a una rama en la costa opuesta, preparamos nuestros equipos. Todas cañas cortas de grafito de no más de 2,40 m de largo, de acción de punta, con reeles rotativos y frontales cargados con nailon 0,25/0,30 o multifilamento de entre 0,18 y 0,22 mm. Empezaríamos haciendo pesca de espera, es decir con carnada. Se usa un leader de acero de 20/40 libras de resistencia, de un largo de no más de 40 cm.
También dos anzuelos, uno atado loco tipo 4/0 o 6/0 en un extremo, al que a 6 cm previamente se le empatilló el otro anzuelo de ojo 2/0, que sirve para mantener la carnada bien presentada. En el extremo opuesto se le coloca un esmerillón número 3 o similar. A este leader lo encarnamos con filetes de bagre, boga, sábalo o trozos de anguila. Carnada bien abundante, tratando de dejar las puntas de los anzuelos libres. Si usamos un solo anzuelo, directamente se encarna con una posta pasada una sola vez y colgada.
El lugar tenía 1 m de profundidad. Arrojaríamos nuestros encarnes a la salida de la zanja y contra la costa, usando los aparejos con o sin boyas. Sebastián pesca con boya, que la pasa por el multifilamento de su reel.
También le coloca un plomo pasante que hace de lastre y sirve además para que el multifilamento se deslice por la boya hasta un nudo corredizo. La carnada no tiene que quedar colgada, sino que debe apoyarse en el fondo. Así se obtienen más respuestas. Si pescamos en 1 m de profundidad, la distancia entre la carnada y el nudo corredizo donde hace tope la boya debe tener como mínimo 1,50 m. La boya se usa como indicador de pique, pues al menor toque se desacomoda.
Si pescamos sin ella, tenemos que estar muy atentos con la panza del nailon o multifilamento para divisar el pique. Las dos alternativas son válidas, pero al ver los movimientos de la boya imaginamos qué está haciendo la tararira con la carnada. Y también nos ponemos más ansiosos al momento de clavarla.
Piques que se pierden
Se pesca con el reel destrabado y a la espera. Al darse el pique hay que tener la mayor paciencia. La tararira toma la carnada entre sus dientes pero no la traga. Y luego desplaza la carnada en una corrida rápida: en ese instante hay que clavar, con un fuerte cañazo o varios, para tratar de introducirle el anzuelo en su boca.
Se pierden muchos piques porque la tararira cierra la boca sobre la carnada, pero no la traga en la corrida. Al acercarla, cuando el pez ve la embarcación, suele abrir la boca y escupir la carnada. La sensación en el pescador es de frustración total. En esta pesca con carnada se puede perder hasta la mitad de los ataques.
Las primeras tarariras fueron apareciendo. La desembocadura de la zanja rendía sus frutos. Eran buenos ejemplares de entre 1,8 y 2,2 kilos, obviamente las más grandes se perdieron. En esa zona Sebastián llegó a pescar hasta de 3,2 kilos.
En la espera de piques aprovechamos para realizar intentos con señuelos y cucharas giratorias con pescado de goma. Lo hicimos en una zona donde no había enganches, teniendo ataques paralelos a la costa. Y también pescamos algunas de igual porte que las anteriores.
Cambiamos de lugar buscando una zona de juncos. Ya la temperatura del agua había subido 3 grados y estábamos en 15. En esta nueva zona el arroyo tenía más profundidad. Intentaríamos contra el juncal y sobre el veril, que estaba a unos 3 m. Todos los piques se dieron sobre el veril, llevando las carnadas hacia el centro del arroyo. Cobramos algunas más de similar peso.
El Delta ofrece al pescador deportivo innumerables lugares para este tipo de pesca, tanto con carnadas como con artificiales. No los desaprovechen, que las tarariras ya están picando.
Nota publicada en la edición 481 de Weekend, octubre de 2012. Si querés adquirir el ejemplar, llamá al Tel.: (011) 4341-8900. Para suscribirte a la revista y recibirla sin cargo en tu domicilio, clickeá aquí.
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