Un equipo de arqueólogos de la Universidad de Colorado en Denver, Estados Unidos liderado por descubrió huellas fosilizadas de entre 110 y 120 millones de años cerca de Sacheon, Corea del Sur. Aunque inicialmente se atribuyeron a un pterosaurio, finalmente, los investigadores concluyeron que pertenecían a un cocodrilo bípedo al que denominaron Batrachopus grandis.
Según relataron los investigadores a New Scientist, estas huellas, más detalladas que las encontradas en el año 2012, incluyen impresiones de piel en los talones y dedos, aportando, de esta manera, una visión totalmente inédita sobre los cocodrilos prehistóricos.
Cocodrilo bípedo: gigante voraz
Las huellas, de entre 18 y 24 centímetros de largo, indican que Batrachopus grandis caminaba erguido sobre sus patas traseras, por lo que el descubrimiento podría cambiar la percepción de los cocodrilos, usualmente considerados animales de movimientos limitados. "Nadie piensa automáticamente: ‘Me pregunto cómo sería esto si fuera bípedo y pudiera correr como un avestruz o un T. Rex’", comentó Martin Lockley, el autor principal de este valioso hallazgo paleontológico.
Este cocodrilo prehistórico, de unos 4 metros de largo y casi 450 kilos de peso, poseía dientes muy bien afilados y era un depredador que, fundamentalmente, se alimentaba de dinosaurios. "Curiosamente, nuestras huellas son muy estrechas, más parecidas a las de un cocodrilo haciendo equilibrio sobre una cuerda floja", afirmó Kyung Soo Kim, de la Universidad Nacional de Educación de Chinju, Corea del Sur.
Por su parte, la particular forma de las huellas les permitió a los investigadores establecer que confirma estos cocodrilos ejercían presión sobre todo el pie, como los humanos, y no solo sobre los dedos, como las aves y los dinosaurios. Además, la ausencia de marcas de arrastre de cola también les permitió determinar que Batrachopus grandis se movía de forma bípeda, disipando por completo la confusión previa sobre las huellas encontradas en el año 2012, que también se pensaba pertenecían a un pterosaurio, consolidando que ambas pertenecen a la misma especie.
Por último, Lockley enfatizó que el escepticismo inicial sobre cocodrilos bípedos se debió a la gran dificultad de imaginar una especie de cocodrilo corriendo como un avestruz. "Nadie sabía que existían grandes cocodrilos bípedos a principios del Cretácico", señaló.
"Este descubrimiento redefine la comprensión de los cocodrilos prehistóricos, demostrando que su capacidad de locomoción era mucho más avanzada de lo que se pensaba, desafiando ideas previas sobre su evolución y comportamiento", concluyó Lockley.
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