Mientras se encontraba realizando tareas de excavación, un equipo de arqueólogos descubrió, en una plaza de la isla de Córcega, Francia, cuarenta cuerpos humanos enterrados dentro de ánforas africanas que datan de entre los siglos III al VI d.C.
Las tumbas se encontraban bajo un solar de la Plaza Paoli de Île Rousse, ubicada al lado de la Iglesia de la Inmaculada Concepción y están formadas a través de la unión de una parte superior de ánfora con otra inferior que fueron recortadas para que pudieran encajar perfectamente entre ellas y recrearan un espacio lo suficientemente grande como para albergar a los muertos.
“Este tipo de entierros eran habituales en el mundo romano, sobre todo en el caso de los niños por su reducido tamaño”, explicó el arqueólogo francés Jean Jacques Grizeaud, líder del estudio, a National Geographic.
“La demanda de sepulcros aumentó a partir del siglo II debido a la creciente popularidad de las inhumaciones, y reutilizar ánforas se convirtió para muchos en una manera económica de conseguir un entierro digno”, agregó el especialista.
Si bien la gran mayoría de las tumbas fue elaborada del mismo modo, algunas presentan particularidades diferentes, como, por ejemplo, estar compuestas de dos partes superiores o cortadas por encima y cubiertas con tejas a modo de tapa.
Anforas funerarias
Según reveló Grizeud, esas tumbas también fueron utilizadas como cajas funerarias o refuerzos, y podrían haber sido robadas de alguna casa en ruinas de Córcega. Tras largos meses de investigación, finalmente Grizeud y sus colaboradores lograron determinar que las ánforas son de producción africana y que, probablemente, fueron importadas desde Cartago junto con el vino, el aceite o los salazones que se consumían en dicha isla.
Por último, los científicos explicaron que al no poder encontrar ningún tipo de ajuar en las tumbas que les sirviera de ayuda para datar la antigüedad de los sarcófagos, la determinaron en base a las ánforas que, se sabe, fueron elaboradas entre finales del siglo III y mediados del VI.
“Este descubrimiento es muy valioso desde el punto de vista arqueológico, a la vez que también no permite comprender mejor tanto las dinámicas económicas romanas, como también sus redes comerciales y el reciclaje de los materiales sobrantes”, concluyó Grizeud.
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