Thursday 25 de April de 2024
CUCHILLOS | 02-02-2018 08:22

Breve historia del acero Damasco

Orígenes, evolución y las técnicas centenarias del proceso, de la mano de un afamado artesano. Un mundo apasionante con mucho para seguir descubriendo. Galería de imágenes.
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Tal vez más por su belleza que por sus cualidades –generalmente no conocidas–, los cuchillos de acero Damasco son una preciada pieza para los aficionados a los filos. Sin embargo, en sus orígenes, más que una cuestión estética, era otra la finalidad buscada. El hombre en la antigüedad comenzó a utilizar espadas como su arma principal. El mundo de la fundición empezaba a florecer y, por medio de moldes, se obtenían objetos vertiendo en ellos metal fundido. Los cuchillos y espadas no estuvieron ajenos a este proceso y, gracias a moldes tallados en piedra o realizados en arcilla, se desarrollaba la era del bronce.

Pero su dureza no era la adecuada y, alrededor del siglo sexto de nuestra era, aparececieron las llamadas espadas de Damasco o, por lo menos, las primeras referencias sobre ellas. Fue en la capital de Siria donde se instaló un gran número de espaderos expertos, que hicieron de esa ciudad un centro comercial importante.

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Y precisamente allí, buscando un procedimiento adecuado para la obtención de un acero duro y no quebradizo, se comenzó a utilizar uno que tuvo su origen en la India septentrional. Fue tal la importancia y reconocimiento alcanzado que, al material obtenido mediante ese método, se lo denominó “acero damasquino” o “acero adamascado”, prescindentemente de su lugar de fabricación.

El procedimiento

La finalidad buscada consiste en obtener las propiedades mecánicas de dos o más tipos de acero, combinados mediante una amalgama de muchas capas. Estas capas suelen estar dispuestas de una manera simple: una arriba de la otra (laminada) o pueden estar torsionadas. Los patrones (o dibujos) obtenidos en la hoja no tienen límites en su variedad y son únicos e irrepetibles, lo que le confiere la exclusividad de que no haya dos hojas iguales.

Para entrar acompañados a este apasionante mundo recurrimos al artesano Mariano Gugliotta, un joven y talentoso cuchillero, con la intención de que cuente cómo logra sus excelentes aceros Damasco.

“Lo que hago –relata Mariano– es caldear unas veinte láminas de acero de distintos tipos. Para eso, primero caliento el grupo de láminas a 900 °C, agregando bórax, que es un fundente que limpia las piezas al volverse líquido. Después elevo la temperatura a unos 1.200 °C y continúo golpeando”.

Y agrega: “En este punto del caldeo, a consecuencia del calor y los golpes, las láminas se sueldan entre sí. Le voy dando forma al conjunto, llevándolo a una barra cuadrada de unos tres centímetros de lado. Torsiono el conjunto, lo retuerzo para que vaya formando espiras, como si fuese un tornillo. Finalmente, se le da la forma a la hoja, se desbasta y se realiza un revelado luego de hacer el tratamiento térmico. Para el revelado se utiliza percloruro férrico, que hace resaltar las distintas formas que el torsionado dejó en la hoja”.

Afortunadamente, en nuestro país contamos con artesanos cuchilleros de primerísimo nivel, muchos de los cuales han volcado su trabajo a la confección de acero Damasco, perfeccionando técnicas centenarias y obteniendo obras de una belleza atrapante para aquellos que gustamos de tener cuchillos únicos y artesanales.

Nota completa publicada en revista Weekend 545, febrero 2018.

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Pablo Crespo

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