Patíes y pejerreyes con la luna en Olivos
Probamos dos especies que reinan en la fría noche del Rio de la Plata. Alternativas piscatorias en un club lleno de historia. Por: Horacio Pascuariello.
Esta semana visitamos uno de los pesqueros más emblemáticos de la zona norte de Buenos Aires, una institución que el primero de octubre cumplirá 84 jóvenes años junto al deporte del silencio. Se trata del Club de Pescadores Olivos, hoy presidido por Ariel Guolo, a quien agradecemos por la invitación. Olivos es un verdadero semillero de grandes pescadores y logro en las últimas temporadas las copas más importantes vinculadas a los certámenes federados, algo que seguramente es fruto del constante traspaso de su tradición pesquera de padres a hijos, unión que se palpa recorriendo su muelle y conociendo su gente.
Nosotros llegamos alrededor de las 20 horas, sacudiéndonos el día de laburo del lomo y con el hambre multiplicado por los cinco grados de térmica que ya entregaba la noche, así que después de las formalidades fuimos directo al renovado buffet a probar algo de su comida casera. Compartimos la cena con Eduardo Pereyra, miembro de la flamante comisión directiva, quien nos puso al día sobre los proyectos y últimas mejoras edilicias en su muelle de casi 400 metros de largo, y también en su sede Ibicuy, lugar que dio una pesca excelente de pejerreyes días antes de esta nota.
Nos abrigamos bien, y a medida que hacíamos el camino rumbo al morro íbamos charlando con algunos de los socios que ya estaban ahí, unos con la caña en mano y otros con un humeante mate en su reemplazo. Todos coincidían en lo mismo, el pejerrey sale de fondo. Nos decían que las condiciones ideales para buscarlo de flote eran con el rio en creciente y un viento leve que oxigenara más el agua, situación que se daría recién durante la mañana, así que lo mejor lo podíamos conseguir haciendo lances largos con línea de dos anzuelos máximo, plomo de 60 gramos y mojarra viva como carnada. Al mismo tiempo, fuimos haciéndonos amigos de una las tribus noctambulas que se juntan a pasar un momento entre amigos, “Los Talibanes” parecían tener muy claro el concepto del disfrute de este espacio. Norberto uno de sus integrantes nos decía “básicamente decidimos cual va a ser la cena y quien va a cocinar, lo importante es encontrarnos en familia y sacarnos de encima la rutina de la jornada de trabajo deleitándonos con el rio y la pesca”.
Por mi parte decidí desobedecer a los parroquianos y caprichosamente probé una línea paternóster para después cambiar a una luminosa de tres boyas que dejaba derivar, rebeldía que, por supuesto, no me dio ningún resultado. Los piques solo eran de fondo y alternadamente iban saliendo estilizados paties y pejerreyes que fluctuaban entre los 28 y 40 cm, ejemplares que muchas veces lograban zafar si no se estaba atento a la corrida y con la caña en mano para la clavada. Teníamos la intención de contemplar el amanecer, pero a eso de las tres de la mañana, el frio y el cansancio fue más fuerte que nuestras ganas de seguir buscando pejerreyes.
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