Thursday 5 de December de 2024
4X4 | 05-07-2020 11:40

Una vuelta por Chile, ideal para usuarios de SUVs

Un recorrido por el vecino país, regresando por un paso internacional poco frecuentado y buena alternativa, para usuarios de SUVs cuando Cristo Redentor tiene retrasos. Para ir planeando la travesía cuando se pueda volver a salir de casa.
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En estos tiempos de pandemia mundial, las imágenes de los vehículos varados en el Paso Internacional Cristo Redentor parecen muy lejanas. No obstante, esperemos que pronto el mundo vuelva a la normalidad y así podamos recorrer otra vez  las rutas de nuestro país y América, para disfrutar de sus hermosos paisajes. Cuando esto ocurra, qué mejor que estar preparados y tener alternativas para elegir a gusto. En épocas donde los pasos fronterizos se atascan, el que utilizamos en este caso es una opción muy recomendable para regresar de Chile en momentos en que otros pasos colapsan y nuestros 4x4 o SUV nos permiten transitar con tranquilidad.

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La caravana emprende el recorrido desde la antigua capital del Neuquén, Chos Malal; tomamos un pequeño trecho hacia el Sur por la RN 40, en el Km 2.623 pasamos delante del hito levantado para indicar mitad del recorrido de esa especial ruta. Tomamos  por tierra, a unos 8 km de la ciudad; encaramos los Andes por la RP 6, hacia el Paso Internacional Pichachén. El camino recto y llano en un principio comienza a seguir los caprichos marcados en el terreno por río Neuquén. En la intersección de la RP21, al ir descendiendo hacia el cañadón del río, nos encontramos con el último poblado de la Argentina: El Cholar, Km 63. El camino está en buen estado.

Paso Pichachén

Seguimos un suave viboreo y cruzamos un puente sobre el río Trocomán. Continuamos el recorrido disfrutando del hermoso y lacónico paisaje patagónico, mientras con su desandar de aguas el río Reñileuyu nos acompaña. Aproximadamente en el Km 114, una blanca construcción a mano derecha y un container sirven de servicio migratorio y aduana. Mientras algunos hacen los trámites, preparamos un picnic a orillas del río; a los fines de consumir los perecederos y llegar al lado chileno sin nada que infrinja la estricta inspección de siempre. Cuando ya casi estamos en el límite, trepamos una hermosa ladera hasta la cima de un cerro. Desde allí las vistas al volcán Antuco y la Sierra Velluda son excepcionales. Los picos nevados se adueñan del horizonte y tomamos fotos con los antiguos testigos metálicos del límite internacional. Tras unos 40 km, en territorio chileno a poco de ingresar el Parque Nacional Lagunas Laja, hacemos los tramites aduaneros.

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Ruta de sabores y paisajes

El camino por momentos parece hundirse y retorcerse sobre sí mismo en la tierra, para luego salir a la superficie entre amplísimos paisajes salpicados de cumbres blancas y lagos profundamente turquesa. Visitamos las orillas de las lagunas, de hermoso color, y nos topmaos con un enorme monumento en recuerdo y honor a las víctimas de una batallón del ejército chileno, sorprendido allí por una tormenta de viento blanco con temperaturas de hasta -25 °C, en mayo de 2005. Con estos bellos paisajes en mente, nos encuentra una opípara cena y el descanso.
Tomamos por lo que es la columna vertebral de las vías de comunicación chilena, la 5, hacia el norte. La rapidez del andar pronto se ve interrumpida al tomar hacia el este. Dejamos la comodidad del asfalto y nos internamos por un camino de tierra que prontamente se convierte en uno de pedregullos y piedra. A medida que avanzamos la quebrada se hace más estrecha. Al cabo de unos kilómetros, un cartel nos advierte que hemos entrado en el Parque Nacional Radal Siete Tazas. A poco de allí, nos detenemos en un mirador. A unos 50 metros de distancia, en el medio del bosque, un gran chorro de agua salta al vacío, es el salto conocido y homónimo de otros, La Cola de Novia. Seguimos atravesando pequeños arroyos, subidas y bajadas, curvas y contracurvas. Finalmente llegamos a la cabecera del parque. Allí dejamos los vehículos. Tomamos una senda bien señalizada y caminamos sobre una traza sobreelevada de maderas. Al final nos espera un espectáculo hermoso. Una serie de saltos forman holladas a los pies. Siete. Las Siete Tazas. Luego de mirarlos desde las alturas, descendemos por una escalerilla hasta la cercanía de uno y seguimos tomando fotografías. El regreso nos toma la tarde, cena y a descansar.

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Vía Santa Cruz

La mañana nos encuentra desandando el camino hacia Lolol. Pasando por el hermoso valle de Colchagua, lugar de las mejores bodegas, pactamos allí uno opíparo almuerzo. Para ello dejamos por un rato el rumbo Sur y tomamos vía Santa Cruz hacia la pequeña localidad de Lolol. Mientras nuestro almuerzo se alista, tenemos suficiente tiempo para disfrutar de una visita al Museo del Automóvil, instalado dentro de la misma bodega. Allí conviven muy lindos ejemplares de los autos más representativos de la industria automotriz mundial. Un ejemplar del De Lorean, copia del de la épica “Volver al Futuro” se pavonea, cercano a un bello y verde Jaguar E Type.  
Una Ferrari se destaca con su característico color rojo presumiendo ante un incombustible Citroën 2cv. Y así, luego de saciarnos el alma automovilística, con vehículos de las primeras épocas de la locomoción hasta la década de los noventa, nos dirigimos hacia un pequeño cerro donde se enclava el restaurante de la bodega. Pero, antes de ello, subimos hasta lo alto por medio de su teleférico para observar desde allí el hermoso paisaje circundante. Ahora sí, descenso y almuerzo bien regado. Las tranquilas vías comarcales nos devuelven a la ciudad de Santa Cruz, donde por la tarde visitamos el Museo de Colchagua, reconocido en el mundo. Nos albergamos en otra bodega. Atravesando a pie por entre las vides, llegamos a su restaurante, el que nos prepara para un buen descanso de regreso.

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Tomamos la Au. Panamericana, pasamos la localidad de San Rafael y en el Km185 nos descolgamos hacia la salida J55.  Luego de poco más de 30 km, vemos cómo la pendiente de los Andes parece querer abrazarnos y forma una estrecha quebrada por la que nos adentramos... Ahora la traza será acompañada por el río Teno; estamos a tan solo poco más de 300 msnm. Donde el río Claro desemboca en el Teno se encuentra la localidad de Los Queñes, casi a mitad de camino y como último lugar para comprar alimentos durante el trayecto. Un vehículo ha venido penando con su cubierta y allí debemos repararla nuevamente. El río muestra sus aguas bajando entre estallidos de color azul intenso y espasmos de blanca espuma. Cada tanto vemos la figura de un pescador recortándose en su orilla, blandiendo en el aire su caña. En el Km 74 tras haber dejado la autopista, un camino a la izquierda deriva hacia las hermosas Lagunas de Teno, a unos 10 km de distancia. Esta vez no las visitaremos, no estamos seguros del estado del camino, de la demora de los trámites aduaneros y queremos asegurarnos la luz del día. El río nos abandona por una quebrada hacia sus nacientes, en las lagunas.  

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Orillando los volcanes

Poco más adelante nos encontramos con el emplazamiento de carabineros y aduana chilena, es el Puesto Vergara (de allí una de las denominaciones del Paso Internacional, dado por el nombre del río a esta altura del camino). Tras unos minutos, nuevamente estamos en condiciones de seguir. A poco de andar, una trepada nos hace ganar altura rápidamente, pero no más de 2.500 msnm. En todo el recorrido, camionetas y tripulaciones no deben preocuparse por el mal de altura, sólo de disfrutar del paisaje mientras llegamos al límite internacional.
Los viejos hitos con los nombres propios de los países vecinos en relieve se elevan sobre sus estructuras metálicas, bajo la mirada del complejo volcánico Peteroa/El Planchón, de 4.034 msnm que le da nombre al paso. Unas placas recuerdan el paso de la columna de Granaderos a Caballo del Libertador San Martín en su histórica gesta. Por un trecho el camino se ve rodeado de verdes vegas que son aprovechadas por los ganaderos de la zona para hacer pastar sus animales.
El paisaje de este lado de la cordillera es más abierto y quizá un poco más verde. Es gracias a los arroyos, nacidos de los calores volcánicos que bajan de los picos nevados y se encharcan a sus pies.  A tan solo 6 km del límite, el celeste de nuestra bandera argentina, que flamea sobre un corto mástil, contrasta con el ancho glaciar, mientras el blanco parece fundirse en él.

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Termas El Azufre

Llegamos al puesto de control argentino. Descendemos y efectuamos los trámites de rigor, ante los dos únicos agentes del lugar, que se ven sorprendidos ante la inusual cantidad de vehículos, pasando por allí al mismo tiempo. Más adelante pasamos frente al ingreso de las Termas El Azufre; el río Valenzuela, nos irá acompañando de aquí en más por muchos kilómetros. Tras una curva hacia la izquierda, debemos detenernos por un gran arreo de ganado. Una vez que nos hacen paso, seguimos camino. Poco más adelante hacemos un alto para almorzar, al borde del turbulento río que corre con resuellos de espuma y destellos dignos de piedras preciosas.
Un viejo puesto abandonado al borde de la RPR 226 por el que transitamos, nos indica el desvío de una huella. Esta nos lleva a atravesar el río por un viejo puente de hierro, amarillo. Una vez que lo hacemos, la senda sube por el lomo del cerro en un ir y venir constante, dejando en su dibujo cerradas curvas de mucha piedra suelta. Al llegar a la cima, el paisaje es grandilocuente. Unas hermosas bardas blancas no acompañan desde el Este. Quebradas, cruce de arroyos y hasta algunos cúmulos de nieve se suceden en el camino. Finalmente, un último viboreo en descenso lleva a la caravana al ingreso del famoso Castillo de Pincheiras. Unos kilómetros y minutos más de largas rectas, nos hacen llegar a la ciudad de los cielos límpidos: Malargüe. La cena de despedida se embebe de buen vino, de risas y conversaciones sobre los próximos destinos; los paisajes y aventuras por venir.

Paso El Planchón

> Habilitado desde el 1º de noviembre hasta el 30 de abril de cada año (puede variar).
> Temperaturas máximas: verano de 15 °C y en invierno de -25 °C.
> Los pehuenches ocultaron celosamente este paso a los españoles, hasta que en el año 1787 enviaron a un indígena con un parte para el virrey en Buenos Aires. Como regresó en sólo 16 días, hizo concluir a los españoles que existía otro camino; pero fue en 1803 que José Santiago de Cerro y Zamudio pudo cruzar la cordillera por el Planchón, llegando a Mendoza.
> Por allí cruzó los Andes, durante la gesta sanmartiniana de 1817, la columna del Teniente Coronel Ramón Freire, con un destacamento compuesto por casi un centenar de soldados.

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Crol. Fzo.: control fronterizo.

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Marcelo Lusianzoff

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